Delfina de Vedia de Mitre, una mujer fuerte

La cultura general adquirida en el hogar hizo de ella una de las mujeres más relevantes de su época. Fue una prestigiosa escritora, su Diario Íntimo, obra de estilo confidencial, constituye una joya en el género.

Nació en Buenos Aires, el 26 de diciembre de 1821. Era hija del general Nicolás de Vedia y doña Manuela Pérez Pagola. En Montevideo, donde su familia se radicó durante el régimen de Rosas, se casó con el entonces capitán Bartolomé Mitre.

Delfina conocía las tretas de la muerte muy de cerca, sobre todo en épocas de guerra, ya que esto había sido el causante de haber perdido para siempre a su madre y a cinco de sus seis hermanos.

Pero la desgracia no acobardó su espíritu, y pensó que en el matrimonio, junto al hombre que amaba profundamente, encontraría la ansiada paz y felicidad.

Poco después debía enfrentarse a una penosa realidad, ya que su marido priorizaba su misión política a su vida en pareja.

Es por ello que se cuenta que en los primeros tiempos el matrimonio tenía una extraña relación a distancia, debido a que Delfina vivía aún en Montevideo y Mitre debía viajar frecuentemente a Buenos Aires.

Incluso, según relata la historia Delfina tenía prohibida la entrada al cuarto de Mitre, incluso debía pedirle permiso para asear la habitación cuando él se encontraba de viaje.

En medio de este contexto, se produjo el nacimiento de la primera hija de Delfina y Bartolomé, que llegó a este mundo el 14 de abril de 1843, siendo bautizada como Delfina Josefa.

Aquel nacimiento que Delfina debió enfrentar sola, fue seguramente el detonante para que decidiera mudarse a Buenos Aires, con la firme intención de estar en permanente contacto con su marido, y poder dejar atrás tanta tristeza.

Allí, mientras su esposo ascendía en su carrera política, Delfina continuó refugiándose en la maternidad, y con el correr de los años tuvo cuatro varones y dos mujeres.

Mientras tanto, Bartolomé Mitre se mantenía distante y alejado de su mujer, abocado a su misión política, que lo condujo a convertirse en el Gobernador de Buenos Aires, lo que al mismo tiempo significó que ganara una enorme popularidad, no sólo entre sus compañeros y amigos, sino también entre las mujeres.

Aquello comenzó a sembrar dudas en torno a la fidelidad de su esposo, dudas que disipaba convencida de que Bartolomé era sólo suyo.

Las dudas se disipaban, pero la profunda tristeza de Delfina no, quizás porque esa era la cruz que debía llevar a cuestas en su vida.

Sus modales refinados desde la cuna, hicieron de ella una esclava del protocolo, sabía cómo lucir digna y austera para preparar recepciones diplomáticas y respetar efemérides, pero fuera de estas representaciones públicas, la Intimidad se fue perdiendo hasta el punto de dormir en cuartos separados.

Jorge, el hijo predilecto, era un joven sensible a quien también le gustaba rimar, tal vez no fue todo lo aplicado en los estudios, como su madre ambicionaba y como fueron los mayores, entonces la madre imperiosa arreciaba con duras reprimendas.

Delfina tenía aún para sí los reglamentos militares que su padre le había fijado de niña y que ella ahora machacaba a su muchacho. El código del abuelo le fue transmitido letra por letra y le sucedían penitencias y reproches que el joven aceptaba compungido. Vio como tabla de salvación mandar a Jorge con una delegación diplomática encabezada por el general Wenceslao Paunero, donde el joven revistaría como oficial agregado, con destino a Río de Janeiro.

Ya en la ciudad, el joven comenzó su alegre tarea de investigación del bello espectáculo de la bahía y sus bellezas naturales, incluso las femeninas. Instalado en el hotel asignado para la delegación, Jorge fue visitado por una jovencita que se le presentó en su cuarto.

El escándalo fue mayúsculo, ya que el adolescente no tenia experiencia y, como fue criado entre algodones por una madre austera, la escena produjo hasta una tormenta diplomática. Al general Paunero, hombre sin hiel para matar indios y caudillos, se le hizo un mundo sacar al joven del atolladero, en el que lo había metido una mulatita de catorce años, que sin duda se la habían facilitado los hoteleros, como era costumbre. Lo cierto es que el chico estaba desesperado con el cariz que habían tomado los acontecimientos y su situación se agravó aún más al enterarse Delfina por las medías palabras de quien habría tenido que tratar con discreción ese desliz.

Desde Buenos Aires arreciaron las acusaciones. Ella no podía soportar conductas donde los asuntos sexuales pasaran al público. Desesperado, el chico se compró un arma y se voló los sesos.

Consternación diplomática, que optó por un cerrado silencio y depresión profunda de la madre.

Fue casi al mismo tiempo en que a Sarmiento, volviendo de un viaje a Norteamérica, lo fue a recibir Mitre para comunicarle que había sido designado su sucesor en la presidencia. Los dos hombres se habían quedado sin esos hijos a los que amaban tanto: Sarmiento perdió a su Dominguito en la Guerra del Paraguay; y Mitre, en una aventura de chiquilines en Río de Janeiro. Los que presenciaron la escena dicen que cuando se abrazaron los dos lloraron sin hacer comentarios.

La madre escrupulosa, severa e incomprensible siguió escribiendo en su cuaderno íntimo los reproches que no le pudo hacer en vida, tal vez por no poderlo hacer con el padre, el hombre que le robó la dicha.

Aquella tristeza llegó a un nivel realmente intolerable, cuando su hijo Jorge de 18 años se quitó la vida.

Delfina no pudo soportar la tragedia, y sobre todo el enfrentarla en soledad, hundiéndose cada vez más profundo en su depresión.

Los años continuaron transcurriendo, y mientras tanto Delfina registraba sus vivencias y sentimiento en su diario íntimo, el cual es considerado como una verdadera joya en el género.

El 6 de octubre de 1882, Delfina moría de peritonitis. Su desaparición fue leída en cincuenta publicaciones porteñas. Muchos fueron a su cortejo fúnebre. Nunca se publicaron sus versos ni los de Jorge, que eran meritorios. En esas oportunidades Mitre comunicó a sus parientes que les haría el homenaje de publicar lo escrito por madre e hijo, pero jamás aparecieron a pesar de poseer una prestigiosa editorial. Tampoco la acompañó al cementerio.

Fuente: historiaybiografias

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Bartolomé Mitre

Político e historiador argentino, presidente de la República entre 1862 y 1868 y una de las figuras más ilustres de Hispanoamérica. Su infancia transcurrió en Carmen de Patagones; residió luego en Buenos Aires y en Montevideo, donde inició sus estudios.