Mitre y su postura durante la epidemia de fiebre amarilla

Bartolomé Mitre se quedó en la ciudad junto con sus hijos y se incorporó a la Comisión Popular, padeciendo la peste.

En 1871, durante la fiebre amarilla, en lugar de buscar un reparo a la peste poniendo distancia con la ciudad como hizo Sarmiento y el vicepresidente Alsina, Mitre, se puso al servicio de la comunidad como un ciudadano cualquiera. A punto tal se expuso, que sufrió una forma atenuada de la enfermedad, aunque en algún momento se temió por su vida.

El 24 y 25 de febrero es carnaval. Las autoridades evitan pronunciarse sobre los casos de fiebre alta y vómitos seguidos de muerte que se repiten en los barrios del sur porteño: para qué incomodar a la población arruinándole las fiestas en las calles, si, aunque los augurios son pésimos, no se sabe bien lo que pasa.

Pero el 22 de febrero sale una carta de lectores en el periódico La República. Denuncia que los muertos son a causa del “vómito negro” o fiebre amarilla. La firma un tal Eduardo Wilde, médico de apenas 27 años que va a dejar su huella en la salud pública, el periodismo y la política.

Cercan los barrios de San Telmo y La Boca, pero no hay caso: saltan contagios en un conventillo de Retiro entero. En marzo, la epidemia va a ser imparable. Se culpa a los pobres. Se culpa al Riachuelo, que ya viene oliendo muy mal. Se culpa a los correntinos, porque allá y en Misiones también pega fuerte la enfermedad. Nadie sabe todavía que el culpable es un mosquito: el aedes aegipty. El mismo del dengue.

El diario La Discusión pública: “Un amigo, doctor en medicina, nos ha participado tristes nuevas respecto a la fiebre amarilla”. Y agrega que su fuente viene de asistir a dos infectados: uno en Cochabamba 82 y otro en Bolívar y Garay.

La negación oficial del problema sanitario se refleja en una columna humorística de La Prensa que demuestra, en verso:

“Si te sientes abatido / con dolor en la cintura / o el vientre descompuesto / y en la frente calentura / si hay pesadez en tus ojos / con cierta dosis de chucho / ¡Ay! no tengas miedo / sólo es fiebre amarilla / que aunque mata a medio mundo / es una fiebre sencilla”.

En un mes más, es decir, el 19 de marzo de 1871, los ministros del presidente Domingo Faustino Sarmiento, lo convencen de dejar la ciudad y parte hacia la localidad de Mercedes en un tren acondicionado especialmente.

El diario La Nación, feroz opositor de Sarmiento y propiedad de Bartolomé Mitre, le dedica un editorial titulado “El Presidente huyendo”, en el cual juzgaba muy duramente esta actitud, afirmando: «Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida de lo que es un magistrado…».

Si bien razones políticas estimularon este ataque, en el mismo editorial, se formulaban algunas preguntas urticantes: «¿Es posible que haya tanto desprecio por este este pueblo noble e ilustrado. Que lo veamos huir repatingado y lleno de comodidades en un tren oficial, en vez de subir a un carruaje, para recorrer el hogar del dolor, a visitar los hospitales y lazaretos, dando ejemplo de un valor cívico que estimularía y levantaría el espíritu público «.

Continúa el editorial en idéntico tono señalando la presencia de una lujosa comitiva integrada por «setenta zánganos que causan gastos enormes a la Nación», echándole en cara, además, que no tome siquiera mil pesos de su sueldo y lo mande a alguna de esas listas de suscripción que en tantas partes levanta el pueblo. Ante la avalancha de críticas y el desprestigio consiguiente, Sarmiento decidió regresar a Buenos Aires, pero no recorrió ninguna calle ciudadana, ni hizo acto de presencia ante ninguna de las Comisiones que trabajaban para combatir la epidemia y sus consecuencias.

Capítulos relacionados por etiqueta

Bartolomé Mitre

Político e historiador argentino, presidente de la República entre 1862 y 1868 y una de las figuras más ilustres de Hispanoamérica. Su infancia transcurrió en Carmen de Patagones; residió luego en Buenos Aires y en Montevideo, donde inició sus estudios.