Rosas se opuso a ser retratado en un daguerrotipo, pero alentó el uso oficial de su imagen

Expertos afirman que al ex gobernador de Buenos Aires no le gustaba posar para esas tomas. Fue un estratega de su imagen.

El daguerrotipo. Es única en sus características en todo Latinoamérica por el período y la diversidad de materiales que comprende, resultado de más de dos décadas de investigación especializada.

Esta innovadora tecnología fotográfica, descubierta por Nicéphore Niépce y Louis Daguerre en 1829, permitía obtener una imagen en positivo a partir de una placa de cobre recubierta de yoduro de plata. Revelada con vapores de mercurio, la imagen final se protegía de la abrasión con un cristal sellado. Así, la primera cámara llegó al Río de La Plata en 1840 en un buque escuela desde Francia hacia Montevideo. Por entonces, el acceso a las aguas de Buenos Aires estaba bloqueado por Francia pero esto se revirtió y tres años más tarde el daguerrotipo llega al puerto porteño.

«Cuando la primera maquina llega a Montevideo comienzan con las demostraciones. Personalidades como Marquita Sánchez de Thompson y Florencio Varela posan para obtener su fotografía. Causó mucha expectativa por aquella época».

Rosas y la negación a ser fotografiado

El daguerrotipo, llegado a Buenos Aires en 1843, durante el segundo mandato de Rosas, no le produjo al Restaurador el menor entusiasmo. Nunca se dejó retratar en fotografías. Hasta declaró: “Yo no amo la adulación; nunca me dejé retratar”

Incluso no admitía haber posado jamás para un artista plástico y eso que hay más de cien retratos pictóricos suyos. Aunque nunca se dejó representar es evidente que su imagen se convirtió en una cuestión de Estado: escribió un editorial en la Gaceta de Buenos Aires donde llegó a negar un grabado que lo representaba. 

Al fin, apremiado por la contradicción, el Restaurador reconoció que sólo se lo había pintado una vez, y que a partir de ahí se copió su imagen. 

Al parecer él permitió hacer dos copias de esa pintura; el original viajó con él al exilio. Inculcó a sus hijos Juan Bautista y Manuelita la misma idea, aunque Manuelita sucumbió al encanto de la novedad de dejarse fotografiar. 

Los Rosas eran una familia acomodada y resulta asombroso que casi no haya imágenes de la infancia de los hijos; esto se debe a la actitud contraria de Rosas. Su renuencia a la fotografía tampoco se debe a la mera superstición, al modo de aquellas tribus que creían que la cámara podría robarles el alma. Más bien, él miraba con desprecio estas novedades. 

De todos modos, Rosas no era ningún ingenuo a la hora de manejar su imagen como herramienta de poder. Sobre una de sus figuras en danza, ordenó a su esposa: “Repartí al Retrato del Restaurador, a la gente le va a gustar tenerlo; no importa lo que cueste”. Era consciente del artificio del poder y de que a un líder se lo construye. Ya en el siglo XX, la imagen de los líderes políticos pasarían a ser eje de las políticas de gobierno. 

Siempre hubo una incógnita del por qué nunca quiso sacarse una foto. Sí lo hicieron casi todos los próceres de la Independencia y todos los que vivieron en la etapa fundacional. Hay daguerrotipos de Sarmiento, Mitre, Urquiza, Brown, Alberdi y, con gran esfuerzo por parte de su hija Mercedes, hasta de San Martín. El Libertador era reacio a posar pero en 1848 le hacen dos daguerrotipos en Francia, uno de los cuales se perdió. El otro que se conserva en el Museo Histórico Nacional y permitió conocer su cara.

Por otra parte, un daguerrotipo del Almirante Brown junto a su esposa es considerado el ejemplar más antiguo identificado en 1844. la primera imagen fotográfica tomada en nuestro país, por Juan Elliot, que puso en evidencia la apertura de mente del Almirante en relación con el progreso tecnológico. 

La llegada en 1855 del papel como soporte fotográfico permitió que más gente pudiera acceder a hacerse una fotografía ya que el costo fue mucho menor. Con esto el daguerrotipo comienza a caer en desuso.
Para 1870 la fotografía ya era usada para la propaganda política que permitía difundir a los candidatos argentinos. «Con el daguerrotipo esto no se había podido hacer porque sólo se producía una pieza única. Pero el reemplazo del papel como soporte se generaban copias que se enviaban a los seguidores».

A modo de ejemplo sobre cómo era requeridas estas copias, se realizaron dos series de un total de 4 mil copias de un retrato del Almirante Brown por la alta demanda que hubo de la pieza.

No es un dato menor si se tiene en cuenta que por esa época Buenos Aires contaba con una población de 20 mil habitantes.

«Era una población mayoritariamente iletrada. La imagen permitía construir poder. La comprensión de quién era un líder a sólo un golpe de vista. Esto se entendió, por ejemplo, en el uso de la imagen vencedora de Urquiza y fue un buen negocio».

Fuente:  Carlos Vertanessian: “Juan Manuel De Rosas. El retrato imposible. Imagen y poder en el Río de la Plata”.

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