Combinando adoctrinamiento y terror, Rosas sometió al país durante décadas
En 1834 se hizo pública la existencia de un club de partidarios fervorosos de Rosas, que luchaba por su vuelta y atemorizaba a sus contrarios: la Sociedad Popular Restauradora.

La Mazorca
Nombre popular que designaba a la «Sociedad Popular Restauradora», organización política inspirada por Encarnación Ezcurra, esposa de Juan Manuel de Rosas y usada por éste para doblegar a sus enemigos y mantener a su gobierno en el poder. Fundada en 1833 durante el gobierno de Juan Ramón Balcarce por ciudadanos interesados en devolver el poder a Rosas; surgió de discrepancias irreconciliables entre grupos federales, pero en la práctica se aplicó especialmente contra los «salvajes unitarios», tal como se describía a sus adversar políticos.
Entre los primeros miembros de esta sociedad en Buenos Aires se encontraban el coronel Pedro Burgos, que fue su primer presidente, Julián G. Salomón, otros de sus presidentes y cuyo hermano había sido muerto por unitarios, doña Encarnación Ezcurra de Rosas, protectora de los intereses de su esposo durante las ausencias de éste durante su Campaña al Desierto (y según algunos de sus contemporáneos, la verdadera organizadora de esta Sociedad a la que manejaba con férrea decisión), los padres de ésta y otros ciudadanos porteños igualmente responsables. Su símbolo era una mazorca de maíz (con sus granos o componentes todos unidos, conformando un sólido bloque) y su finalidad, perseguir a los opositores de Rosas. En general, el uso del término «Mazorca» (espiga madura de maíz), se explicaba de muchas maneras, comprendiendo sugerencia de que la organización defendía a los indígenas, de la misma manera que a los rústicos valores criollos, violento contraste con las ampulosas ideas prácticas y foráneas admiradas por sus enemigos, los unitarios. Por su parte sus adversarios, decían que la palabra «mazorca» significaba «mas horcas».
Como tardía protesta contra el regreso en 1835 a Buenos Aires del ex líder unitario y presidente Bernardino Rivadavia, la mazorca preparó y festejó el camino triunfal de Rosas a su reasunción del poder y veinticinco jóvenes vestidos con uniforme azul, enjaezados con cordeles de color escarlata, tiraban de su carruaje por las calles de la ciudad, luego de la nueva toma del mando. Durante el régimen de Rosas, la Mazorca fue responsable de suscitar y expandir el entusiasmo público en su favor, organizando demostraciones populares de adulación y llegando hasta a inducir a la Iglesia Católica a exhibir retratos de Rosas en los altares, como única fuerza unificadora de Argentina.
Luego de la vuelta al poder de Rosas y a partir de la invasión organizada por el Gral. Lavalle comenzaron a llevar a cabo represiones violentas e incluso asesinatos, de los cuales no sólo eran víctima opositores sino también algunos «lomos negros». Entraban a las casas, torturaban y mataban. Su método preferido era el degüello, al que llamaban «la refalosa» o » violín y violón». En la madrugada del 4 de mayo de 1840 fueron degollados a las orillas del Río de la Plata, cuando trataban de pasar a Montevideo, el ex Capitán del Puerto Francisco Lynch, José María de Riglos, Isidoro de Oliden y Carlos Mason. Otra de las ejecuciones que se le atribuye al grupo es la de Manuel Vicente Maza, amigo de Rosas que había solicitado clemencia para su hijo, Ramón Maza, acusado de conspirar contra Rosas.
Espías, rufianes y asesinos contribuyeron a que la Mazorca fuera sinónimo de terrorismo. En 1839, después de la conspiración de Maza, la Mazorca lanzó olas de violencia contra los unitarios y otros enemigos de Rosas, precipitando la huida de muchos intelectuales y otras figuras públicas. Una nueva ola de desmanes castigos brutales, matanzas, secuestros, torturas y destrucción de la propiedad privada, todo ello ordenado o tolerado por Rosas hicieron que la mazorca fuese a la vez odiada y temida. La oleada de asesinatos de 1842 fue tan ignominiosa, que provocó la protesta del mismo Rosas.
Con Rosas al mando no solo se debía ser oficialista, además tenía que demostrarse. Por ejemplo, llevar bigote acompañado por patillas era símbolo de federalismo. En caso de no tenerlo, hubo varios que optaron por usar un postizo mientras que otros llegaron a pintarlos con corcho quemado.
Aunque parezca mentira, desde 1840 a 1841 la Mazorca obedeció a Rosas y no mataron opositores, aunque sí siguieron golpeando, insultando e intimidándolos. El «cese de fuego» se mantuvo hasta 1842. En ese año, Rosas recibió en su casa una caja cerrada, que abrió su hija Manuela Rosas. La caja era un artefacto armado con cañones de pistolas, diseñado para matar a quien lo abriera. Sin embargo el mecanismo falló y nadie salió herido. De todas formas Rosas se enfureció y volvió a darle el visto bueno a la Mazorca para que maten opositores. Decenas de casas fueron saqueadas, y decenas de personas asesinadas. El comerciante español Martínez Eguilar fue introducido vivo en un barril lleno de alquitrán, y luego se prendió fuego. Otros opositores fueron degollados y sus cabezas expuestas en público.
Algunos historiadores revisionistas, no intentan negar o excusar estos excesos, pero algunos señalan que la situación política de la Argentina que siguió a la anarquía y amenazaba constantemente con el advenimiento de guerras civiles, hizo pensar a Rosas que dichas acciones eran necesarias y que, bárbaros como fueron esos métodos, tenían sus raíces y precedentes en recientes experiencias políticas de la nación, habiendo recurrido a ellos a su turno, todas las facciones, convirtiéndose unos y otros, en ejecutores o víctimas, según las circunstancias. Después de la caída de Rosas, la Mazorca fue abolida y sus principales dirigentes fueron sometidos a juicio y acusados personalmente de los crímenes cometidos por ella.