Campaña de Rosas al desierto, la relación con Calfucurá y las luchas de resistencia indígena

Calfucurá fue un líder que trató de mantener la independencia de su pueblo y evitar la ocupación de sus tierras mediante negociaciones con los diferentes gobiernos criollos, entre ellos Rosas.

Corría el año 1833 cuando el exgobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas inició una expedición militar contra los indígenas pampas, los tehuelches, los ranqueles y los araucanos ubicados en la Pampa y en el norte de la Patagonia. En esa misión contó con la colaboración inicial de las provincias afectadas por la frontera aborigen.

Los objetivos de la campaña fueron varios:

  • someter a la obediencia criolla a los indígenas del desierto o la tierra adentro,
  • terminar con los malones indios que asolaban a las poblaciones interiores,
  • rescatar a quienes estaban cautivos de los aborígenes,
  • incorporar tierras para la agricultura y la ganadería y efectivizar las soberanías provinciales sobre esos territorios.

El 28 de enero de 1834 comenzó el regreso, logrando el objetivo de batir a los indígenas y ampliar el territorio de Buenos Aires. Rosas regresó hasta el Napostá dejando guarniciones en los fortines y en la isla Choele Choel, reuniendo las demás divisiones en el Napostá. El 25 de marzo de 1834 formó a la división en el Napostá y de esta manera dio cierre a la campaña.

Al concluir, Rosas firmó tratados de paz con caciques hasta entonces secundarios, que se convirtieron en útiles aliados. Al año siguiente se sumó al más importante de ellos: Calfucurá. Hacia 1830 Calfucurá cruzó los Andes y se radicó en la llanura pampeana, en pocos años se erigió como cabeza de gobierno del mundo indígena de la pampa y la Patagonia, invocaba que era por voluntad de Ngnechen ejerciendo un liderazgo espiritual sobre su pueblo. Juan Manuel de Rosas le otorgó el grado de coronel de la Confederación y le aseguró una provisión anual de alimentos, bebidas, tabaco y ganado. Caído Rosas hizo pactos con Justo José de Urquiza. Armó acuerdos con centenares de jefes indígenas y por décadas fue el dominador de extensas áreas de territorio, cuyo centro lo había fijado en las Salinas Grandes (sudeste de la provincia de La Pampa y sudoeste de la de Buenos Aires), esta ubicación geográfica le otorgaba un punto estratégico en las «rastrilladas» -que eran las rutas comerciales mapuches en las pampas- y el dominio de la sal, imprescindible para la conservación de la carne y de los cueros que todos en el país necesitaban. Durante el gobierno de Rosas, Salinas Grandes y Buenos Aires se convierten en dos centros de poder con un intenso intercambio y variadas vinculaciones. A él recurren infinidad de caciques y capitanejos para ponerse bajo el ala protectora de la «Confederación de Salinas Grandes», máxima expresión organizativa de las bandas indígenas de la época. Su poder llegaba aun a los ranqueles, defensores acérrimos de su autonomía como identidad cultural, quienes asumían que Calfucurá era el único con el cual ellos no podían enfrentarse. En el momento de máximo dominio mapuche de la pampa, Calfucurá gobernaba la mayor parte de la Provincia de Buenos Aires. También estaban bajo su control Neuquén, Río Negro, San Luis, La Pampa y el extremo sur de Mendoza. Además mantenía buenas relaciones con los mapuches del otro lado de Los Andes y con los tehuelches de Casimiro Biguá, lo que le permitía ampliar su influencia hasta muy cerca del extremo sur del continente americano. Quizás fue el único momento en la historia en que los mapuches, unidos bajo una causa común, dominaban un territorio que abarcaba de océano a océano.

Hasta la caída de Rosas en 1852, no hubo malones en la provincia de Buenos Aires. ¿Cómo se logró? Calfucurá daba aviso de los posibles ataques de los pequeños grupos indígenas que no respondían a su mando y eran fácilmente contrarrestados.

Luego de la caída de Rosas en la “Batalla de Caseros”. La tan ansiada unidad nacional duró muy poco. El 11 de septiembre de ese año, la provincia de Buenos Aires se separó del resto del país. Quedaron conformados dos Estados rivales: la Confederación Argentina, liderada por Justo José de Urquiza y con capital en Paraná, y el Estado de Buenos Aires, liderado en un primer momento por el general Pino y con capital en la ciudad homónima. Al principio Calfucurá juró lealtad a Urquiza y envió a su hijo Namuncurá como representante de la Confederación de las Salinas Grandes a ratificar su adhesión a la Constitución Nacional de 1853. El mismo presidente Urquiza fue padrino del hijo del lonko mapuche, cuando fue bautizado bajo el nombre de Juan Namuncurá.

Por ese entonces la tribu de los Catriel, antiguos aliados de Rosas, sufrieron un ataque por parte del gobierno de Buenos Aires, lo que los llevó a que se aliaran con Calfucurá. Entre 1855 y 1857 mapuches y catrieleros lanzaron malones contra los partidos bonaerenses de Azul, Tapalqué, Bahía Blanca y 25 de Mayo, robando ganado y tomando cautivos. En estos ataques también participaron otras parcialidades indígenas de la llanura pampeana y la Patagonia. El Ejército de Operaciones del Sur de Buenos Aires fue incapaz de contenerlos, resultando derrotado la mayoría de las veces.

En 1859 los mapuches de Calfucurá participaron del lado de las fuerzas de Urquiza en la “Batalla de Cepeda”, en las que derrotaron a Buenos Aires. Pero el poderío de la Confederación Argentina venía decayendo. Por ello se abstuvieron de participar en la “Batalla de Pavón” (1861) en la que Buenos Aires resultó vencedor. En 1862 el país se reunificó bajo dominio de Buenos Aires y el líder porteño Bartolomé Mitre asumió la presidencia. En represalia Calfucurá y otros pueblos lanzaron ataques contra Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Cuyo.

Sin embargo el gobierno de Mitre decidió concretar una alianza con los pueblos originarios, ya que tenía abierto otros frentes de batalla: las montoneras federales, las provincias rebeldes y en 1865 ingresó en la Guerra del Paraguay. Por ello, salvo una incursión contra los ranqueles del nuevo lonko Panguitruz Gner (o Mariano Rosas), su posición con los indígenas fue conciliadora. Entre 1862 y 1870 la relación de Calfucurá con el gobierno fluctuó entre la negociación y los ataques.

En 1866 o 1867 murió el lonko Juan Catriel. Debía sucederle su hijo Juan José, pero este se sintió incapaz de cumplir los acuerdos que su padre concretó con los huincas, por ello asumió su hermano Cipriano, mucho más occidentalizado que los otros “jefes amigos” (tenía un chalet, una cuenta en el Banco Provincia, gustaba de las ropas finas y los helados). El gobierno de Buenos Aires lo nombró “Cacique General de todos los Indios Amigos” y, en cumplimiento de esta función, lanzó un ataque contra los demás pueblos que no aceptaban someterse.

En venganza a esta traición, Calfucurá y otros jefes formaron una poderosa coalición de 6000 hombres de lanza para enfrentarlo. En ella participaron Marcelino y Juan José Catriel, hermanos del “traidor”. El 5 de marzo de 1872 el “mayor Ejército indio jamás visto” lanzó un malón contra varios partidos del oeste bonaerense, capturando 150.000 cabezas de ganado y tomando 500 prisioneros. Pero de regreso, 2500 combatientes se separaron del resto para arrear el ganado con mayor comodidad, mientras que Calfucurá conducía el resto hacia las Salinas Grandes. En el camino los estaban esperando 1000 soldados al mando del general Ignacio Rivas y 500 guerreros de Cipriano Catriel. También estaba presente Coliqueo, sobreviviente de la “Masacre de Masallé”.

El 8 de marzo, en horas de la madrugada, los atacaron en la cercanía del Fuerte San Carlos (hoy ciudad de Bolívar). En esa batalla muchos de los hombres de Juan José Catriel se negaron a combatir contra sus hermanos, por lo que el lonko montó un piquete de soldados e hizo fusilar a los insubordinados.

La derrota de San Carlos marcó el comienzo de la caída de Calfucurá. Recordemos que por entonces tenía más de 80 años. El 3 de junio de 1873 falleció en su cuartel de las Salinas Grandes. Cuentan que sus últimas palabras fueron para su hijo y sucesor Namuncurá: Nunca entregar Carhué al huinca. Años después, este se lamentaría de no haber podido cumplir ese pedido. El 24 de abril de 1876 el coronel Levalle tomaría Carhué y dos años más tarde el Estado argentino desataría un brutal genocidio contra los últimos pueblos originarios de las pampas y la Patagonia que aún conservaban su autonomía.

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