Los 33 orientales, que no fueron 33

Con el desembarco de los patriotas orientales, se inició la gesta emancipadora de lo que sería la República del Uruguay.

En 1825, el imperio de Brasil ocupaba el territorio de la Banda Oriental, que originalmente había pertenecido al virreinato del Río de la Plata y que en ese entonces, formaba parte (por herencia), de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Apoyados (no oficialmente) por el gobierno de Buenos Aires, una expedición de treinta y tres uruguayos bajo el mando de Juan Antonio Lavalleja, el 18 de abril de 1825 partieron desde suelo argentino, para dirigirse hacia la Banda Oriental, con la intención de expulsar a los brasileños que en nombre de Pedro I se habían apoderado de su patria, hoy la República Oriental del Uruguay.

En Buenos Aires vivía un importante grupo de orientales emigrados, que inspirados por el amor a su Patria y decididos a luchar en favor de su independencia, fervorosamente apoyados por simpatizantes con su causa, que les allegaba elementos y voluntades, armas y recursos (con Vicente Ballesteros les enviaron 192 fusiles, 720 carabinas, 10.000 tiros a bala y 760 sables), comenzaron a organizar una operación para liberarla del yugo portugués, que sería luego conocida históricamente como “La Expedición de los 33 Orientales”. Juan Antonio De Lavalleja, era uno de esos emigrados en Buenos Aires; trabajaba en un saladero de Barracas, de propiedad de Pascual Costa, y allí y en la casa de Cefereino de la Torre, se celebraban reuniones con el coronel Manuel Oribe, Pablo Zufriátegui, Manuel Menéndez, Simón Del Pino y otros emigrados orientales, todos fervorosos defensores de la libertad de su Patria.

Apoyados por un llamado (no oficial) “Comité de Propaganda de Buenos Aires”, económicamente sostenido por Dorrego, Alvear, Vicente Casares, Tomás Manuel De Anchorena, y otros notables, entre los que se encontraban algunos ganaderos bonaerenses (como Juan Manuel de Rosas), que conscientes de que la dominación brasileña en la Banda Oriental era un serio peligro para la expansión de sus negocios, pronto su proyecto fue tomando cuerpo.

Parten desde Buenos Aires

Al anochecer del 18 de abril de 1825, estimando llegado el momento de iniciar el operativo, treinta y tres patriotas orientales bajo el mando de Lavalleja, salieron de Buenos Aires, embarcándose en dos lanchones desde San Isidro. Hacía casi cuatro años que los portugueses habían anexado la Banda Oriental al Brasil pero los orientales no simpatizaban ni con la monarquía española ni con la portuguesa.

Los Treinta y Tres Orientales desembarcan en la Banda Oriental

Luego que costean el río de la Plata hasta los riachos del Delta, el 19 de abril de 1825, sin ser vistos por los barcos portugueses que patrullaban el río, llegaron a la costa uruguaya y desembarcaron en la solitaria playa de «la Agraciada», al norte del arroyo de Las Vacas, en cercanías del puerto de Maldonado.

Pocos días antes de la incursión, algunos agentes secretos habían viajado a la Banda Oriental para informar sobre lo que iba a ocurrir y se enviaron armas, monturas y municiones a una isla del Paraná próxima a la Agraciada, para ser utilizadas por los expedicionarios. A medida que avanzaban se les iba sumando gente. Cuando llegaron a la primera población ya eran muchos más de cien y allí lanzó Lavalleja su primera proclama en defensa de los derechos de los orientales y por la unidad con las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Hincado en el suelo que acababa de tocar, Lavalleja, se dirigió a sus compañeros de expedición y luego de decirles: «Amigos, estamos en nuestra Patria. Dios ayudará nuestros esfuerzos y si hemos de morir, moriremos como buenos en nuestra propia tierra”, y luego de vencer a una partida de imperiales, inicia la marcha por el camino a Soriano.

Cuando los brasileños reciben la noticia de este desembarco, ya era tarde para impedirlo y el Cónsul de Brasil en Buenos Aires, Pereira Sodré sólo podrá limitarse a informar al comandante brasileño en Colonia que “Ayer a las diez de la noche, se me avisó que pasaron para esa banda hace 3 ó 4 días Lavalleja, Oribe, Alemán y algunos otros oficiales con 30 o 40 soldados, bastante armamento y mucho dinero” y éste, rápidamente envía al brigadier Fructuoso Rivera al mando del Regimiento de Dragones de la Unión para que los detuviera. Pero Rivera, que si bien militaba en las filas portuguesas, era un militar de gran prestigio y orgulloso oriental, fue tomado prisionero y convencido por los revolucionarios, se comprometió a luchar con ellos. La insurrección continuó avanzando y poco después dominaba casi todo el territorio, salvo Montevideo, Colonia y Mercedes.

La marcha hacia Montevideo

Ya consolidada una necesaria “cabeza de puente”, el grupo expedicionario emprende la marcha hacia el norte, incorporando en el camino a nuevos voluntarios que deseaban sumarse a esta epopeya. Ya no eran sólo un reducido grupo de audaces, sino que ahora eran un pequeño pero decidido ejército de 270 hombres que a medida que avanzaban iba engrosando sus filas, hasta que el 20 de mayo, ya siendo un ejército de 2.000 hombres, están en los altos del Cerrito, frente a Montevideo y el 7 de junio formalizan el cerco con el que sitiarán a la capital uruguaya, donde Lecor quedará así encerrado.

Fuera de la capital, apenas resisten Mercedes y Colonia, cuyo puerto defiende la escuadra brasileña. En pocas semanas, los Treinta y Tres se han apoderado de casi toda la Banda Oriental. Después y con el apoyo del gobernador de Buenos Aires, general Las Heras, se enviaron expediciones hacia Colonia con las goletas Serpiente y Druida, que llegaron a su destino burlando la vigilancia de la respetable escuadra que mandaba el almirante Lobo.

Levantada toda la campaña a favor de los libertadores, el 14 de junio de 1825, Lavalleja convocó a los pueblos en La Florida, para que decidiera su destino y el voto general se expresó «por la unidad con las demás provincias unidas del Río de la Plata a la que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce».

Pronto, Lavalleja entra triunfalmente en Soriano. Se le incorporan las fuerzas de Bonifacio Calderón y las de Fructuoso Rivera que el 24 de setiembre de 1825, se enfrentan con los imperiales y los derrotó en la batalla del Rincón de las Gallinas. Lavalleja, por su parte, el 12 de octubre del mismo año los vence en la batalla de Sarandí y avanzó hacia Montevideo, al mando de una fuerza compuesta por 2.000 efectivos. Llegado a La Florida, estableció allí su campamento y lanzó una Proclama declarando rotos los vínculos con el Brasil.

Después y con la complicidad del gobernador de Buenos Aires, se mandaron nuevas expediciones con las goletas Serpiente y Druida, que llegaron a su destino burlando la vigilancia de la respetable escuadra que mandaba el almirante Lobo. Levantada toda la campaña a favor de los libertadores, y después de derrotados los imperiales en el Rincón de las Gallinas y en Sarandí, el Congreso de la Florida decretaba nula la incorporación del Uruguay al Brasil y lo declaraba unida a de la Provincias Unidas del Río de la Plata.

Pero los orientales iban por más y el 25 de agosto, de 1825 una Asamblea realizada con la participación de todos los representantes de los Cabildos, reunida en el mismo lugar, conocida como el “Congreso de la Florida”, declaró la independencia de la Banda Oriental del reino de Portugal. De inmediato se dispuso la formación de un gobierno provisional, el que bajo la presidencia de Manuel Calleros, comenzó a actuar desde esa misma localidad. Este gobierno provisional nombró a Javier Gomensoro Diputado ante el Congreso de Buenos Aires y convocó a una Asamblea de Representantes de los Cabildos de todos los pueblos de la Banda Oriental, la que inició sus funciones el 20 de agosto bajo la presidencia de Juan Francisco Larrobia.

Ante estos acontecimientos, el Congreso de Buenos Aires, aprobó los diplomas de los diputados orientales y declaró la incorporación formal de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, decisión ésta que fue “sumamente embarazosa”, según lo expresara el Embajador de los Estados Unidos ante el gobierno de las Provincias Unidas, John Murray Forbes, ya que sobre la misma giraba la paz o la guerra con el Brasil. Y así fue, porque el Imperio de Brasil declaró formalmente rotas las relaciones diplomáticas con las Provincias Unidas.

La inquietud de un embajador

Woodbine Parish, el representante británico, comienza a comprender que esta expedición era un hecho de suma importancia, y sin demora se entrevista con Manuel José García, Ministro de Relaciones Exteriores de las Provincias Unidas para sondearlo y saber qué opinaba acerca de ello. García afecta tratar el asunto con ligereza atribuyéndolo a. la «efervescencia de sentimientos por parte de unos pocos individuos arruinados y desesperados». El inglés no se deja engañar y presuroso informa la situación al ministro de Relaciones Exteriores del gobierno inglés George Canning, manifestándole que «… tengo razones para creer que el gobierno está ansioso y en extremo preocupado por las consecuencias del suceso».

García, entretanto, insiste en asegurar a Parish que los sucesos que lo preocupan son simples intentos de una minoría que no merecen atención y que llevar el conflicto a un nivel de mayores proporciones, podría afectar las relaciones con Brasil, que ya ha considerado satisfactorias las declaraciones de prescindencia del Gobierno de las Provincias Unidas. Ratificando esa neutralidad, el gobierno de Buenos Aires, a principios de julio, había dictado una proclama prohibiendo el abastecimiento de corsarios rebeldes en los puertos de las Provincias Unidas.

Estimando que la situación ya le era incontrolable, el 10 de diciembre de 1825, el emperador declaró la guerra a las Provincias Unidas de Sud América y el  21 de diciembre la flota imperial comandada por el almirante Pereira Da Soto bloqueaba el puerto de Buenos Aires, mientras una fuerza compuesta por 3.000 hombres era enviada hacia la Banda Oriental, para reforzar la guarnición que comandaba Lecor, decidido a mantener enhiesta la bandera del imperio en Montevideo .

Tratando de salvar un error histórico, diremos que, los que iniciaron la campaña libertadora de la provincia oriental, no fueron, como generalmente se afirma, 33, sino 34 y de ellos, solamente 14 eran orientales. También había argentinos, paraguayos y hasta uno (Joaquín Artigas), nacido en Mozambique. El expedicionario 34 era un tal Tiburcio Gómez, un humilde paisano oriental que fue el encargado de quedar en custodia de las embarcaciones que los había transportado. Sin saberse el ,porqué, fue suprimido de las listas por Lavalleja y Oribe; pero el soldado reclamó esta omisión, que se ha reputado intencionada. El expediente que se hizo luego, demuestra el derecho y razón de Gómez a ser contado entre los libertadores de su patria y así se publicó en el tomo V del Boletín de la Inspección de Armas de Montevideo –catálogo de la Correspondencia Militar de 1825.

Fuente: elarcondelahistoria

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