El enfrentamiento entre Buenos Aires y el federalismo artiguista

En 1814 se inició un conflicto entre el gobierno central de Buenos Aires y un proyecto político alternativo. El artiguismo planteó la primera propuesta de organización federal rioplatense y significó un desafío abierto al orden social de la época.

Podríamos señalar cuatro momentos claves donde se condensa el enfrentamiento dentro del campo revolucionario de la coalición artiguista con las fracciones dominantes en Buenos Aires, cuyas causas exceden por mucho las disputas entre los grandes comerciantes de ambas ciudades-puerto.

  • El primer conflicto se desata tempranamente. Cuando los revolucionarios orientales sitian la ciudad de Montevideo junto a las fuerzas porteñas aparece la primera gran defección del Primer Triunvirato. El asediado Elío llama en su auxilio tropas portuguesas, ya que las dos potencias coloniales son ahora aliadas en el combate contra la Francia napoleónica. Cuando las fuerzas lusitanas ingresan a la Banda Oriental el Triunvirato pacta la paz con Elío,  sin consultar en lo más mínimo a Artigas y los orientales. A cambio de que este logre la retirada portuguesa se le entrega el control de toda la Banda Oriental y gran parte de Entre Ríos. Sorprendidos e indignados por la noticia  gran parte de los sitiadores de la ciudad deciden repudiar el armisticio y proclamar como jefe de los Orientales a Artigas. Allí se inicia uno de los episodios más emblemáticos del ciclo artiguista. Se trata del éxodo oriental donde miles de pobladores de la campaña siguen a su líder en un largo recorrido que culminara en el arroyo del Ayuí en las cercanías de Concordia. Ese episodio es fundamental en la conformación de una fuerza social popular en la Banda Oriental y el litoral, fuerza popular que se articula y unifica en la adversidad. Es clave también en la transformación de Artigas que va descubriendo que son los más humildes los que persisten a su lado en la derrota mientras que los sectores más acomodados desertan todo el tiempo, pactando con Buenos Aires y su enviado a la región, Manuel de Sarratea o sugieren permanentemente  negociaciones con los diversos factores de poder. Sin duda su confianza en los de abajo y su desconfianza hacia los más acomodados y al gobierno de Buenos Aires es fruto de las experiencias de ese período.
  • Un segundo momento del conflicto se produce en 1812 cuando Sarratea se acerca a negociar con Artigas para ponerse a la cabeza de un nuevo sitio a Montevideo pero intentando separar a las divisiones orientales entre sí y que acepten la subordinación a las fuerzas militares porteñas. Artigas rechaza esa intención y exige la remoción de Sarratea. El miembro del Primer Triunvirato planea el asesinato del jefe oriental. El primo de Artigas, Fernando Otorgues finge aceptar para poner en evidencia la intriga. La caída del Primer Triunvirato y el rechazo de los jefes militares porteños subalternos de Sarratea a sus acciones, obligan a la renuncia de éste y los orientales se incorporan al nuevo sitio de Montevideo. No se trata de un choque personal sino de un enfrentamiento entre dos concepciones políticas donde Artigas sienta las bases de lo que será su pensamiento federalista. Esa concepción retoma los planteos de Juan José Castelli y Mariano Moreno de soberanía particular de los pueblos que formularán en las jornadas revolucionarias de Mayo. Los pueblos reasumen su autoridad, conferida al monarca por pacto social, al estar prisionero el rey español. Siguiendo esa doctrina Artigas sostiene que el gobierno de Buenos Aires no es una administración superior sino que corresponde crear un gobierno común surgido de un pacto entre provincias que gozan de los mismos derechos, articuladas en una república confederada. Por lo tanto los orientales no tienen por qué subordinarse militarmente a las fuerzas porteñas. Las expediciones porteñas son sólo fuerzas auxiliadoras a las que no se les debe obediencia. Confederación, soberanía particular de los pueblos, república, pacto entre iguales para crear una liga ofensiva y defensiva que enfrente las potencias coloniales española y portuguesa por igual. Se encuentran ahí los principales aspectos doctrinarios del artiguismo que se volverán profundamente populares y se extenderán muy pronto por el resto de las provincias. Sus fundamentos recogen las opiniones del ala jacobina de la revolución en Buenos Aires, retoman a Rousseau y el Contrato Social pero también  la revolución de independencia estadounidense con su experiencia de federalismo con un gobierno basado en una república confederada. Los sectores de la revolución que predominan en Buenos Aires, por el contrario, parten de  considerarse herederos del lugar rector que tenía la ciudad en el antiguo virreinato. Por ende sostienen que es en la ciudad de la margen occidental del Plata donde reside todo principio de autoridad y el resto de los pueblos deben jurar obediencia a ese gobierno. Por consiguiente los orientales deben disolverse como columnas dentro del ejército de operaciones de Buenos Aires. Se trata de posturas antagónicas e irreconciliables que expresan contradicciones mucho más profundas que las rivalidades de las respectivas burguesías mercantiles.
  • El tercer momento del conflicto lo evidencia nuevamente. Cuando el Primer triunvirato es derribado y asume el Segundo Triunvirato parecía anunciarse el retorno al gobierno de los seguidores de Mariano Moreno. Se anuncia la convocatoria a la Asamblea General del año XIII, que se declara soberana y exige su reconocimiento a todos los pueblos y ejércitos. Artigas convoca a un congreso en el campamento de Tres Cruces. En esas discusiones surge la decisión de que el reconocimiento a la asamblea constituyente debe ser por pacto y no por obediencia. Los seis diputados que eligen los orientales concurren a la asamblea con una serie de puntos. Cuestionan la hegemonía del puerto de Buenos Aires por lo que reivindican la necesidad de un tráfico interprovincial sin gravámenes aduaneros, abrir el libre comercio a los puertos de Maldonado y Colonia que se debían agregar a Montevideo cuando se lograra la liberación de la ciudad oriental. Se debía declarar la independencia de manera inmediata y la sede del próximo gobierno debía situarse fuera de Buenos Aires. La provincia oriental se daría su propia constitución, organizaría sus milicias y no admitiría otra forma de unión que no fuera la confederación. La Asamblea Constituyente impulsada por el Segundo Triunvirato desconocerá los poderes de los diputados orientales rechazando su integración. Un congreso de vecinos “notables” orientales convocados bajo la “protección” de las fuerzas militares porteñas dirigidas por Rondeau impugna la jefatura de Artigas y se subordina al nuevo gobierno. Esa actitud vuelve a marcar a las claras la oposición de las clases acomodadas orientales al artiguismo, cada vez que las cambiantes coyunturas se lo permiten.  El jefe oriental abandona el sitio y detrás de él se retiran miles de paisanos. La Asamblea del año XIII finalmente no declara la independencia y aprueba un proceso de centralización del gobierno en un órgano unipersonal de gobierno. El cargo sería de Director Supremo y recibiría el tratamiento de excelencia. El primero en ocupar el puesto es Gervasio Posadas que pone a precio la cabeza de Artigas, por seis mil pesos, vivo o muerto. La ruptura es irreconciliable porque expresa caminos muy diferentes de los procesos revolucionarios. Mientras el artiguismo refuerza su carácter social plebeyo, se mantiene intransigente frente a las potencias coloniales reafirmando la necesidad de la independencia y defiende a rajatabla el proyecto republicano y federal de gobierno. Del otro lado del Río de la Plata se avanza en una lógica centralizadora de poder expurgada de toda concepción igualitaria y cada vez más alejada de una idea republicana de gobierno. Ante el empeoramiento de las relaciones de fuerza a nivel internacional con la derrota de Napoleón, el retorno de Fernando VII al trono y la conformación de la monárquica Santa Alianza, la dirección revolucionaria porteña inicia desesperadas gestiones pro monárquicas y con el ascenso de la figura de Carlos María de Alvear, que encabeza la toma de Montevideo, se acaricia la idea de transformar a las Provincias Unidas en un protectorado inglés. Una vez más el enfrentamiento expresa políticas antagónicas, proyectos diferenciados y no meros enfrentamientos de facciones o contradicciones secundarias en la elite. Por eso, tras recuperar Montevideo de la ocupación porteña, el artiguismo estructura su gobierno a la vez que se pone a la cabeza de la organización de las provincias federales. La viabilidad económica de esa unión se basa en que  puede ofrecer tres puertos –Montevideo, Colonia y Maldonado- capaces de competir con Buenos Aires por tener la única salida al mar independiente de la que ofrece la provincia bonaerense. Eso explica porque algunas fracciones dominantes del interior, molestas con la dinámica social plebeya que expresa el artiguismo, aceptan de todos modos aliarse a la provincia oriental debido a la ventaja económica que obtienen. Se va conformando la Liga Federal que reúne a Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, los pueblos de Las Misiones liderados por Andresito Artigas, un cacique guaraní ahijado del jefe oriental, Santa Fe y la Banda Oriental. Las provincias aliadas se reúnen en Junio de 1815 en el Congreso de los Pueblos Libres.  Artigas es nombrado Protector Supremo. Se jurará la independencia de la Corona Española y de cualquier poder extranjero, se exhortará al resto de las Provincias Unidas del Río de la Plata a integrarse en un sistema federal, y, posteriormente, tomarán la decisión de no acudir al Congreso de Tucumán, organizado por el Directorio, como respuesta a la postura del gobierno bonaerense de promover la invasión de la Banda Oriental por Portugal. El momento de la declaración de la independencia en Tucumán, considerado por las historiografías oficiales como un jalón de la fundación de la nación, “olvida” la ausencia de casi la mitad de las provincias. Esa ausencia no se debe a no estar de acuerdo con la declaración de la independencia, que ya habían declarado mucho antes, sino por oponerse a la hegemonía de la ciudad puerto porteña y propugnar una forma de organización mucho más democrática que la que se consolidaba bajo la egida del Directorio.
  • Ese escenario desemboca en el cuarto momento fundamental del enfrentamiento de proyectos. El Directorio, en manos por ese entonces de Juan Martín de Pueyrredón, se alía secretamente con Portugal, que viene preparando desde hace tiempo una nueva invasión a la Banda Oriental. El enviado del Directorio a la corte de Río de Janeiro, Manuel García, escribe a Pueyrredón: “ …Demos por supuesto que triunfamos de los portugueses y que los obligamos a evacuar la Banda Oriental.  ¿Hemos ganado algo en fuerza y poder? No señor; entonces el poder de Artigas aparecerá con mayor ímpetu y será irresistible. La naturaleza de este poder es anárquica, es incompatible con la libertad y la gloria del país; es inconciliable con los principios del gobierno de Buenos Aires, y con los de todo gobierno regular. Artigas y sus bandas son una verdadera calamidad.” En la misiva es visible un marcado discurso de clase en contra del artiguismo. La fundamentación busca demostrar que es preferible aliarse con la otra gran potencia colonial presente en la región, Portugal, para destruir la Liga Federal, el liderazgo de Artigas y la experiencia revolucionaria de entrega de tierras que se estaba llevando adelante en la Banda Oriental. En sesiones secretas, por recomendación de Pueyrredón, el Congreso de Tucumán -sí, el mismo que declaró la independencia- acepta el acuerdo con Portugal. Sus cláusulas establecen que Buenos Aires no intervendrá ante la invasión, que la provincia de Entre Ríos y el resto del Litoral quedarán bajo el control del Directorio, una vez eliminado Artigas, y que se establecerá el comercio libre entre los puertos bajo control de Portugal y las Provincias Unidas. La defección del gobierno revolucionario de Buenos Aires da con el pacto secreto un salto irreversible. Mientras una estrategia de pinzas se cierra sobre el artiguismo, al apoyo a la invasión se suman la enorme mayoría de las clases propietarias orientales aterrorizadas por la aplicación del Reglamento Provisorio.  

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