Martiniano Chilavert y su fusilamiento al finalizar la Batalla de Caseros

Al tomar conocimiento de la agresión de la flota anglofrancesa y de la batalla de la Vuelta de Obligado, no lo dudó y renunció al bando unitario y ofreció sus servicios de soldado al ejército de Juan Manuel de Rosas.­

Sólo quedaba un pequeño foco de resistencia, un grupo de trescientos hombres rodeando al coronel Martiniano Chilavert. El jefe de la artillería de Rosas, en el centro del dispositivo del ejército de la Confederación, no quiso salvarse. Disparó hasta el último proyectil, haciendo blanco sobre el ejército imperial (del Brasil), y cuando ya no le quedaron balas, hizo cargar con piedras sus cañones. Luego recostado displicentemente sobre uno de ellos, pitando un cigarrillo, esperó que vinieran a buscarlo.­

Al finalizar la batalla lo llevaron frente a Urquiza. Se produjo una fuerte discusión entre Urquiza y Chilavert, en la cual el primero le recriminó su defección de la causa antirrosista. Chilavert le replicó que el único traidor era él que se había aliado a los brasileños para atacar a su patria. Iracundo, Urquiza ordenó su fusilamiento por la espalda (castigo reservado habitualmente a los traidores), pero cuando lo llevaron al sitio de fusilamiento, Chilavert, tras derribar a quienes lo arrastraban, exigió ser fusilado de frente y a cara descubierta. Se defendió a golpes, pero fue ultimado a bayonetazos y golpes de culata. Todas las heridas fueron de frente, pero su cadáver permaneció insepulto varios días.

Martiniano Chilavert, había nacido el 16 de octubre de 1798 en el Virreinato del Rio de La Plata, pasó su juventud en España, y retornó junto a su padre Francisco y su hermano mayor José Vicente en el navío Canning, acompañando a José de San Martín y Carlos María de Alvear, siendo José Vicente gran amigo del futuro Padre de la Patria. Ingresó al regimiento de Granaderos a Caballo, pero como artillero, uniéndose posteriormente a Alvear cuando éste se sumó al santafesino Estanislao López contra Buenos Aires en 1820. Luego de unos combates, se exilió en Montevideo, recibiéndose de ingeniero, para luego ejercer como docente y realizar su aporte técnico al inicial proyecto de la futura ciudad de Bahía Blanca.­

La Guerra contra el Brasil lo encontró en el bando argentino, como capitán y, tras su desempeño en la batalla de Ituzaingó del 20 de febrero de 1827, fue promovido a sargento mayor. El alzamiento de Juan Lavalle contra el gobernador Manuel Dorrego, y el posterior fusilamiento de éste en Navarro, lo encuentra a Martiniano enrolado en las tropas orientales de Fructuoso Rivera en su campaña en las Misiones Orientales contra los brasileños. Al tiempo decidió acompañar a su camarada Lavalle, al que siguió en su campaña, su posterior exilio y cuando retomó las armas contra Entre Ríos. Identificado como unitario, Chilavert­ sirvió tanto a Lavalle como a Rivera, futuro jefe del partido Colorado, aunque tuvo sus reparos por la influencia de Francia en la lucha contra los federales argentinos y uruguayos.­

Desavenencias con Lavalle lo hacen enrolarse con el «pardejón» Rivera, pero, al enterarse del plan de segregación territorial argentino con anuencia del Brasil y potencias europeas, lo incita a protesta, ya que, entendió, «la guerra no se libraba en verdad contra Rosas sino contra la Confederación Argentina». Ante un posible arresto y atentado contra su vida prefirió exiliarse en el sur brasileño. Eso no impidió que siguiese en contacto con Juan Bautista Alberdi y otras figuras unitarias. Aun su identidad era unitaria.­

Pero, al tomar conocimiento de la agresión de la flota anglofrancesa y de la batalla de la Vuelta de Obligado del 20 de noviembre de 1845, no lo dudó y renunció al bando unitario y, posteriormente, ofreció sus servicios de soldado al ejército de Juan Manuel de Rosas.­

Su ruptura se explicitó en su carta enviada a Rivera, incluida en el artículo de Uzal, del 15 de abril de 1846: «… esa misma querida Patria a quien sirvo desde la edad de quince años se ve hostilizada por dos formidables potencias y, a su juicio, amenazada en sus más altos intereses, en su gloria y en su futura posteridad. Estas razones, y ser opuesto a mis principios combatir contra un país unido a fuerzas extranjeras, sea cual fuere la naturaleza del gobierno que lo rige, han decidido a retirarme a la vida privada, a cuyo efecto a V. E. suplica se digne conceder mi absoluta separación del servicio»

Posteriormente, el 11 de mayo, le escribe a su antiguo enemigo, Manuel Oribe, jefe del partido Blanco: «El amor a mi país ha sido el sentimiento más enérgico en mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen religiosos respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que, sin cesar, le repetirá: ¡traidor! ¡traidor! Conducido por estas convicciones me reputé desligado del partido al que servía, tan luego como la intervención binaria de la Inglaterra y de la Francia se realizó en los negocios del Plata.». Y reafirmó en dicha misiva: «El cañón de Obligado contestó a tan insolente provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi Patria»

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