La sublevación del Gaucho Rivero en las Islas Malvinas, figura controversial de nuestra historia

Rivero fue un héroe popular, pues se sublevó con el fin de expulsar al invasor británico de la isla y recuperar la soberanía argentina.

Antonio Rivero, (oriundo de la provincia de Entre Ríos) llamado en la historiografía argentina moderna el Gaucho Rivero, fue un gaucho peón de campo argentino conocido por liderar un alzamiento en las islas Malvinas en 1833, el año de la ocupación británica de las islas. En la sublevación, fueron asesinados cinco empleados de Luis Vernet (gobernador argentino de las islas) a manos de Rivero y sus compañeros. Aparte de su papel en el alzamiento, muy poco se sabe de él; los colonos en las islas lo apodaron Antuco o Antook mote cuya etimología es difícil de explicar.

De acuerdo a un acta de nacimiento que figura en el libro de la Basílica de Concepción del Uruguay, aparece un sujeto de nombre Antonio Florencio del Rivero nacido en esa ciudad en noviembre de 1808, que algunos investigadores han identificado con Rivero. Sin embargo, parece que el Rivero uruguayense fue un médico y político local, fusilado en 1842 a las órdenes de Juan Manuel de Rosas. Según las cartas de James Onslow, comandante de las fuerzas británicas que tomaron control de las Malvinas, Rivero tenía 26 años en 1833, oriundo de Buenos Aires. En cuanto su etnia, la única referencia que se tiene por parte de alguien que le había conocido le describe simplemente como «español», en inglés «Spaniard», término que podría referirse a cualquier hispanoparlante.

Viajó a las islas Malvinas con Luis Vernet en 1829, con el objetivo de ejercer allí el oficio de peón para tareas agropecuarias. En las islas, entre otras tareas, amansaba ovejas, vacas y cerdos, trabajando con otros gauchos e indígenas charrúas que también oficiaban de peones.​

Sin embargo, Vernet, su empleador, lo describe no como gaucho, sino ‘marinero prófugo’

El 3 de enero de 1833 el Reino Unido ocupó por la fuerza las islas con la corbeta HMS Clio. Su capitán John Onslow, no dejó ninguna autoridad británica en el archipiélago,​ pero encargó al colono irlandés William Dickson, que era el contable de la colonia y que había sido el representante principal de Luis Vernet en las Malvinas desde el ataque del USS Lexington en 1831, la tarea de izar y arriar el pabellón británico cada vez que pasara un barco y todos los domingos.​

El descontento cundía entre los gauchos empleados de Vernet, pues el capataz, el francés Juan Simón, apoyado por el mayordomo de Vernet, el anglo-argentino Matthew Brisbane, con la excusa de la ocupación británica, intentaba extenderles las ya pesadas tareas campestres, entre otros excesos de autoridad. Sumado a eso, se les abonaba no con dinero, sino con vales firmados por el propio exgobernador, los cuales no eran aceptados por William Dickson, el responsable de los almacenes. Además, les prohibían alimentarse con el ganado doméstico, obligándolos a cazar animales asilvestrados.

De los 13 gauchos que todavía vivían en las islas, un grupo de ocho de ellos se sublevó en desacuerdo con la situación, el 26 de agosto de 1833, seis meses después de la ocupación británica de las islas.​

Su líder era el gaucho Antonio Rivero (apodado Antook). Lo secundaban otros dos gauchos: Juan Brasido, y José María Luna; más cinco indios charrúas: Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre.

Los gauchos estaban armados con facones, boleadoras, espadas, pistolas y mosquetes. Decidieron actuar por sorpresa, aprovechando la ausencia de William Lowe, Faustin Martínez, Francis Muchado, José Manuel Prado y Antonio Manuel, que se habían alejado por mar en una expedición de caza de lobos marinos. Fueron muertos William Dickson, Matthew Brisbane, Juan Simon y otros dos colonos: el argentino Ventura Pasos y el alemán Antonio Vehingar, todos empleados de Vernet. Ninguno de ellos logró alcanzar sus armas antes de ser matado. ​Los ataques fueron llevados a cabo cuando las víctimas estaban a solas, para aprovecharse de la superioridad numérica. Posteriormente se instalaron los gauchos en la casa de la comandancia. La muerte de Dickson, y el subsecuente abandono de Port Louis, impidió el izado de la bandera británica durante los siguientes cinco meses, y según la historiografía revisionista argentina, los gauchos izaron en su lugar una azul y blanca (colores entonces de la Bandera Argentina). Sin embargo no existe ninguna evidencia histórica del izado de la bandera argentina, ni de la presencia de otros símbolos patrióticos.​

El resto de los colonos se fugaron a la isla Celebroña (Kidney Island, en inglés), temiendo que ellos también serían asesinados. Durante dos meses (entre el 26 de agosto y el 23 de octubre de 1833) ambos grupos vivieron separados.​

El 23 de octubre de 1833 atracó en Puerto Luis la goleta británica Hopeful seguida por dos balleneras también británicas. La Hopeful rescató a los colonos de la isla Celebroña. Rehusaron a enfrentarse a los facciosos y decidieron en cambio reportar la situación a sus superiores del sector sudamericano, por lo que se retiraron.

Finalmente, los primeros días de 1834, dos buques británicos llegan a la isla Soledad para recuperar la usurpación, organizando una partida armada para capturar a los gauchos, los que a su vez sufren una traición y una deserción antes de huir al interior de la isla.

​El capitán, el comandante norteamericano Nash se entrevista con el Gaucho Rivero, quien le lleva varias vacas. Como veía que no llegaban refuerzo de la costa Argentina, el Gaucho Rivero y sus compañeros se proponen preparar una balsa para ir a la Patagonia. Las familias de los colonos ingleses fueron confinadas en un islote y alimentadas por los dueños de la situación. En octubre llegaron algunas balleneras inglesas, pero no se atrevieron con los facciosos. El 7 de enero de 1834 llega a Puerto Soledad el Callenger, al mando del capitán Seymour y la Hopeful, con el teniente Rea.
Vienen con ellos el teniente Smith, nombrado probablemente por Onslow comandante de la isla. Smith vuelve a izar la bandera británica y organiza una partida armada para apresar a los gauchos, que habían huido ante la llegada de los extranjeros.
Los gauchos estaban dispuestos a luchar hasta las últimas consecuencias para salvar sus vidas y huyeron hacia los cerros. Era, por tanto, una tarea muy difícil capturarlos. La persecución duro alrededor de tres meses y terminó por agotar a los criollos. Uno de los peones, Luna, traicionó a sus compañeros y otro gaucho llamado Brasido desertó.
Los ingleses estaban reforzados por la llegada de la Beagle y la Adventure. De esta manera, pueden apresar a los compañeros de Rivero, quien queda entonces solo, desamparado y casi sin alimentos; al fin Rivero es capturado y engrillado. Se les hizo un proceso en el buque Spartiate, de la estación naval británica de América del Sur. Tan inicuo, que el almirante inglés no se atrevió a convalidarlo, y prefirió desprenderse del asunto desembarcando a Rivero y los suyos en la República Oriental del Uruguay. El cabecilla fue dado de alta en el ejército argentino por Rosas, para morir, como era su ley, el 20 de noviembre de 1845 peleando contra los ingleses en la Vuelta de Obligado. (Existe otra versión que afirma que murió de causas naturales).

Hasta aquí los hechos. Ahora, ¿Cuál fue la actitud de los historiadores?

En primer lugar, el dictamen de la Academia Nacional de la Historia de 1966 de Ricardo Caillet Bois y Humberto Burzio, que considera al grupo de patriotas que recuperó fugazmente el territorio arrebatado por la prepotencia imperial como simples “delincuentes”, ya que, luego de analizar documentos exclusivamente de origen británico, concluye que “ningún deseo de reivindicación nacional movió a esos hombres. Aparentemente ellos estaban molestos porque no se les pagaba debidamente por sus tareas”.

Otras corrientes distintas de la historiografía oficial interpretan de manera diversa el levantamiento de los gauchos de Malvinas. Por ejemplo, desde la revista Todo es historia de Félix Luna, Juan Lucio de Almeida opta por una posición intermedia: si bien no puede probar que Rivero actuó “movido por patriotismo”, tampoco “su acto fue el de un criminal común”.

El revisionismo histórico tradicional, por su parte, rescata la figura de Rivero, pero poniendo sólo el acento en los móviles patrióticos que impulsaron su acción, dejando de lado los condicionantes de la reivindicación social.

Por último, es notable cómo en todos los documentos testimoniales de fuentes británicas se habla de “gauchos y de indios” con una innegable connotación de salvajismo y barbarie.

Si se nos permite ahora, nuestra propia opinión -o lectura historiográfica- es que, de lo que hemos leído sobre el gaucho Rivero, la perspectiva de Pablo Hernández y Horacio Chitarroni, la de José María “Pepe” Rosa, y el trabajo de Fermín Chávez son los únicos que develan la cuestión central en el levantamiento malvinero de 1833, que es el de la unidad y coherencia de las luchas sociales y nacionales, de la justicia social y de la soberanía nacional, de las reivindicaciones populares y las patrióticas.

El gauchaje iletrado de entonces, criollos por cuyas venas corría sangre aborigen (de “nuestros paisanos los indios”, gustaba llamarlos San Martín), al igual que el pobrerío de hoy, no podrá explicar cabalmente ni la filiación de los agresores, ni el “significado profundo de la lucha”, pero se dolía ya, y se duele todavía, de la patria y la dignidad agredidas.

Como sostiene “Pepe” Rosa: “Basándolos en interrogatorios en inglés del curioso proceso, nos aclaran que Rivero era un gaucho peleador, tal vez de malos antecedentes y que se juntaba con antiguos confinados. Pero también Martín Fierro era un gaucho peleador, de malos antecedentes, y que se juntaba con matreros como él”.

Lo cierto es que por la misma época en que el analfabeto gaucho Antonio Rivero daba testimonio viviente de ello en las heladas tierras australes, el Padre de la Patria, el general José de San Martín, escribía: “Pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia”.

Fuentes:

– Almeida, Juan Lucio (1966). Antonio Rivero, el gaucho de las Malvinas. Buenos Aires: Todo es Historia, nº 20./ – El historiador.

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