Giuseppe Garibaldi, el combate de “Costa Brava” y las palabras de Guillermo Brown

Las provincias del litoral se unieron al caudillo Fructuoso Rivera que había desplazado a Oribe y entre los aliados del sur del Brasil que apoyaron a Rivera, se destacó Giuseppe Garibaldi con experiencia militar en campos de batalla de Italia y de Río Grande do Sul donde había triunfado y también había soportado derrotas que lo obligaron a emigrar.

Es curioso, pero Giuseppe Garibaldi, la figura italiana más popular y legendaria del siglo XIX, fue el «Héroe de Dos Mundos» gracias a los argentinos de una goleta que lo socorrieron en el río Uruguay en el lanchón a la deriva donde agonizaba, con un proyectil portugués en la garganta. Y otro argentino, un cirujano entrerriano, le extrajo la bala en Gualeguay, que estaba a pocos milímetros de la carótida cuando casi no había esperanzas de salvarlo.

Por entonces, Garibaldi no era todavía el gran Garibaldi sino un mercenario, que había huido de Italia. El almirante Guillermo Brown, su enemigo en batalla, lo elogió: «Es el más generoso de los piratas que haya nunca encontrado.»

Giuseppe Garibaldi fue el gran artífice de la Unidad Italiana a principios de la década de 1860, con la conquista de Sicilia con sus “Camisas rojas”, isla pretendida por los piamonteses y a la que Garibaldi integró al reino de Cerdeña consolidando la unidad de la península italiana bajo el reinado de Víctor Manuel.  Don Giuseppe un cuarto de siglo antes de esa histórica hazaña se vio obligado a huir de Italia por participar siendo muy joven en el frustrado intento de Mazzini por expulsar a los austríacos de la dominación austríaca en 1835. Por esa razón se fugó a América recalando en primer lugar en Río de Janeiro. Brasil entonces se hallaba en plena convulsión por la “revolución Farroupilha”, intento separatista de Rio Grande do Sul y Santa Catarina, que habían formado la República Riograndense durante diez años entre septiembre de 1835 y marzo de 1845, movimiento republicano al que inmediatamente adhirió, a sus 28 años don Giuseppe Garibaldi.

El gobierno riograndense le otorgó patente de corso que lo autorizaba a apropiarse de cuanto barco de guerra o mercantes del Imperio del Brasil circulasen por los mares. Con ese derecho apresó un barco mercante que transportaba café en las cercanías de la isla Santa Catalina. Apodó al barco apresado con el nombre “Farroupilha”, con el cual se dirigió hasta la Banda Oriental con las intenciones de vender la mercadería, pero, como el gobierno oriental no reconocía la independencia de Rio Grande, fueron tratados como piratas y se ordenó la captura de Garibaldi cuya nave fue alcanzada en la zona del delta del Paraná logrando huir con el barco casi destruido río arriba. Lograron amarrar en Puerto Ruiz, cerca de Gualeguay, donde se hallaba casualmente el gobernador Pascual Echagüe quien ordenó el arresto de todos los corsarios pero dándoles el pueblo como cárcel, donde se atendió a los heridos en la dura batalla. Entre ellos el propio Garibaldi que tenía una herida en el cuello. 

Según escriben algunos autores en la historia, Garibaldi permaneció en Gualeguay durante seis meses siendo atendido por el propio médico del gobernador Echagüe. La mayoría de sus tripulantes se retiraron hacia Paraná o Buenos Aires abandonando a su jefe quien quedó sin hombres y sin barco en Gualeguay. Encima, a fines de 1837, el Emperador del Brasil ordenó a Rosas que extraditara a Garibaldi para su ejecución en Rio de Janeiro. Garibaldi, enterado de esta nefasta noticia huyó de Gualeguay protegido por un vecino comerciante, don Bernardo Gallo, con quien Garibaldi había hecho muy buena amistad, sobre todo por ser ambos masones y liberales. Le proveyó de cabalgaduras, dinero y un contacto en la isla de Ibicuy, en el delta, hacia donde se dirigió, con tanta mala fortuna que fue nuevamente apresado y muy maltratado por quien fuera el jefe de Policía de Gualeguay, un hombre tosco, violento y, sobre todo antirepublicano, lo que acentuaba su odio hacia don Giuseppe. Fue colgado de un solo brazo de una viga durante horas, recordando en sus memorias para siempre este suplicio Garibaldi quien indica allí que los dolores padecidos le dejarían secuelas de por vida en su brazo.

La intervención de vecinos influyentes incluida una dama del patriciado del sur entrerriano, con quien la memoria oral afirma que el héroe italiano estuvo de amores, impidió la muerte de Garibaldi en ese momento. Apresado en Paraná, durante unos meses, aparentemente con la anuencia de Echagüe fue liberado para dirigirse a Montevideo desde donde regresó a Rio Grande a reencontrarse con sus tropas rebeldes. Años más tarde, en 1841, Garibaldi  retornó a Montevideo para intervenir en su defensa, asediada por las tropas de Oribe y combatir a la Confederación Argentina. Un año después fue derrotado por la flota argentina de Guillermo Brown en Costa Brava.

Una batalla naval que duró dos días en el río Paraná

El 14 de agosto de 1842, un banco de arena detuvo a Garibaldi frente a Costa Brava, en la costa correntina. Y aunque recibió la ayuda del gobernador Ferré y de varias naves del comandante Villegas, poco pudo hacer para enfrentar con éxito a la escuadra de Brown que le pisaba los talones. Y así fue que, perdido por perdido, el nizano decidió dar batalla y de la mejor forma enfrentar nomás a Guillermo Brown.

El 15 de agosto de 1842 comenzó el combate. Y aunque superior en armamento y tropas, la escuadra de Brown, también debía sortear el banco de arena que había detenido a Garibaldi. Para ello, se hizo remolcar por la izquierda del río, donde justo estaban los tres barcos de Garibaldi. El combate comenzó en tierra: “Los nuestros se batieron con valor, y retardaron la marcha del contrario, pero éste desembarcó sobre la orilla misma, a 500 hombres de infantería, y la superioridad obligó a los nuestros replegarse bajo la protección de la flotilla”, cuenta Garibaldi en sus Memorias.

En la madrugada del 16 comenzó el cañoneo. “El astuto almirante irlandés conocía muy bien el alcance de nuestra artillería, en su mayoría piezas cortas y permaneció a la distancia, en posición para nosotros menos conveniente”. El relato de Garibaldi trasluce admiración por Brown, al que llamaba “la primera celebridad marítima de la América meridional…”.

La contienda, se prolongó hasta la noche y ambos contendientes, sufrieron serios daños. La goleta “Constitución” parecía un esqueleto y hacía agua por todas partes a causa de los cañonazos que la habían impactado. El comandante del “Pereira” había muerto y los tripulantes que aún quedaban en pie, estaban agotados. “No obstante -dice Garibaldi- teníamos pólvora y proyectiles, y era necesario combatir, no para vencer, o salvarnos, sino por honor”. Fue así que en la noche del 16 al 17 de agosto de 1842, Garibaldi ordenó se prepararan más cargas de cartuchos, y el catalán Manuel Rodríguez, que lo seguía desde Brasil, ató entre sí, a varios de los mercantes que habían tomado. Luego de cargarlos con harto combustible, los remolcó hasta la línea enemiga, tratando de llevar el fuego y una posterior explosión hacia ellos. Pero esto, no evitó el desastroso final.

“Déjenlo que se escape, Garibaldi es un valiente”

Y mientras se combatía en Costa Brava, aguas arriba, el comandante Villegas había desertado, dejando solo a Garibaldi. Al alba del 17, este arengó a lo que quedaba de su tripulación, y viendo que todo estaba perdido, y que el fuego de su artillería no mellaba las naves de Brown ordenó la retirada, previa quema de sus naves. “Era necesario pensar en la retirada -dice- pero no la de los barcos, que no se podían mover por su estado ruinoso, la falta de agua en el río y porque sus velas se habían hecho pedazos. Solo la “Prócida” podía salvarse con heridos y algún material”.

Una vez embarcados heridos y víveres, Garibaldi dispuso se rociara aguardiente sobre sus naves. Pero la tripulación, compuesta en su mayoría por expulsos de los ejércitos de tierra, muchos por homicidios -aclara en sus Memorias- al ver tanta cantidad de bebida, se embriagaron a punto tal que quedaron imposibilitados de moverse. “Hice cuanto pude, obligando a los compañeros más serenos a no abandonarles, yo mismo recogí cuantos me fue posible hasta el último instante, cargándolos sobre mis espaldas para ponerlos a salvo. Desgraciadamente algunos volaron entre los pedazos de las naves”, dice en su reseña Garibaldi.

Al desembarcar, fueron perseguidos por las tropas de la infantería de Brown, hasta que la imponente explosión de la santabárbara de la flotilla de Garibaldi paralizó la persecución, por lo que este y el resto de sus hombres pudieron vadear el río Espinilla -afluente del río Paraná- y de allí seguir a pie hasta Esquina, en la provincia de Corrientes, desde donde, meses más tarde, atravesando la provincia y luego de ser vencidos en un breve combate librado en Arroyo Grande, llegarían a Montevideo.

Se dice que Brown, luego de vencerlo frente a la costa correntina, tuvo la oportunidad de apresarlo y de hacer cumplir la orden recibida de ejecutarlo, pero la admiración entre los dos adversarios era mutua, y el almirante evadió la orden superior diciendo: “Déjenlo que se escape, Garibaldi es un valiente”.

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