Colegio Real San Carlos, el primer establecimiento educativo de Buenos Aires

Cuna de próceres y de quienes marcaron el camino de la conformación de Argentina, el…

Cuna de próceres y de quienes marcaron el camino de la conformación de Argentina, el Colegio Real San Carlos fue una prestigiosa escuela secundaria, la más importante la ciudad de Buenos Aires en los tiempos del período colonial que estaba ubicado sobre la calle Bolívar, entre Alsina y Moreno, donde actualmente está su sucesor, el Colegio Nacional Buenos Aires.

En la época de la Colonia, desde 1662 y hasta 1767, el Colegio cumplió funciones de enseñanza media a cargo de los jesuitas y bajo el nombre de Colegio de San Ignacio; en 1772 el gobernador del Río de la Plata, Juan José de Vértiz, inauguró el edificio como Real Colegio de San Carlos y respondía a la política de Carlos III, rey de España desde 1759 hasta 1788.

Hacia 1806, a raíz de las invasiones inglesas, los alumnos participaron activamente en la resistencia y el colegio se convirtió en un improvisado cuartel del Regimiento de Patricios. Estas generaciones también participarían de la Revolución de Mayo y muchos emprenderían luego el camino militar. La coyuntura fue haciendo que los claustros se vaciaran paulatinamente. Sumado a la destrucción del edificio, el colegio permaneció sin funcionar por varios años.

El 2 de junio de 1817, el director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón organizó nuevamente la institución con el nombre de Colegio de la Unión del Sud, inaugurado un año más tarde.

La historia del Colegio, raíz del Nacional Buenos Aires

En 1654, el Cabildo de Buenos Aires encomendó a un grupo de jesuitas hacerse cargo de la educación de los jóvenes porque le preocupaba la falta de reclusión que había. Para 1661, se instalaron en el solar reconocido como “La Manzana de las Luces”, en las actuales calles Bolívar, Moreno, Perú y Alsina.

Años después, en 1767, los jesuitas fueron expulsados de América y Juan José de Vértiz y Salcedo (gobernador desde 1770) fundó el Real Colegio de San Carlos que inauguró el 10 de febrero de 1772, tras haberse expedido a favor el Cabildo Eclesiástico en un informe que, bajo la guía de Juan Baltazar Maziel, proponía la creación de un convictorio y universidad en el Colegio Grande, tomando por modelo el Colegio de Monserrat fundado en Córdoba en 1687.

A comienzos de 1773, la Junta designó como cancelario y regente de los reales estudios a Maziel, quien pronto redactó el reglamento de estudios y dirigió los destinos del Colegio durante catorce años cuando el marqués de Loreto, el Virrey Loreto lo destierra de la Ciudad de Buenos Aires.

Elevado a la categoría de virrey, Vértiz estableció el 3 de noviembre de 1783 el Real Convictorio Carolino o Real Colegio de San Carlos bajo la protección de San Carlos Borromeo y del Real Patronato que ejercía en nombre del Rey de España.

Vértiz explicó en las Constituciones haberlo fundado “para paliar los extravíos de la juventud por falta de reclusión, con 80 colegiales que vistieron los distintivos en la víspera de San Carlos, por falta de cuartos donde alojar mayor número. El colegio fue erigido para eternizar la memoria de Carlos III, y sus armas reales fueron colocadas sobre la entrada”.

También establecía que al frente del colegio habría un rector que tenía la responsabilidad del cobro de las cuotas anuales de los alumnos como así llevar libros para asentar quienes ingresaban y cada uno de los gastos.

El vicerrector tenía la obligación de ser asistente del rector y reemplazarlo en caso de licencia o enfermedad. El prefecto de estudios era quien dirigía las funciones interiores del colegio que tenía pasantes de gramática y latinidad.

En el Colegio, uno de los más destacados de la historia de la Ciudad, se establecían dos tipos de estudiantes: el colegial, que sería pensionista y debía regirse por todas las disposiciones internas; el manteista (capista), que sería externo y solo asistiría a las clases.

Las clases duraban una hora y se dividían en dos facetas: el profesor dedicaba 3/4 de hora a su dictado y el cuarto restante a extraer una conclusión. Otras veces, durante media hora contestaba preguntas de los alumnos. El pasante tenía obligación de tomar la lección antes de la clase: era menester comprender su significado en vez de memorizarlo.

Otra particularidad era que si algún estudiante debía sostener una conferencia o una función literaria, lo hacía en el púlpito del refectorio y le replicaban otros dos, mientras los demás comían. Lo usual era que al final de cada curso, los estudiantes más sobresalientes estuvieran al frente de un acto público en el que compartían los principales puntos de las materias del año, que solía realizarse en la iglesia de San Ignacio.

Los dos meses de verano había vacaciones para los estudiantes y en ese tiempo se iba a la Chacarita, donde se permitía todo tipo de diversiones al aire libre.

El primer rector del Colegio de San Carlos fue Vicente de Jaunzarás, cuya autoridad referida al Convictorio coexistió con la de Juan Baltazar Maziel, que atendía los reales estudios y que fue desterrado en Montevideo por Nicolás del Campo, virrey de Loreto (1787).

Durante el período colonial estudiaron en el Colegio alumnos que luego serían algunas de las personalidades políticas más destacadas de la historia argentina y figuras claves en la pelea por la independencia, entre ellos, seis de los nueve miembros de la Primera Junta: el presidente Cornelio Saavedra, los secretarios Mariano Moreno y Juan José Paso, y los vocales Manuel Belgrano, Juan José Castelli, y Manuel Alberti.

A ellos se sumaron numerosos hombres públicos, como Domingo French, Feliciano Antonio Chiclana, Manuel J. García, José Valentín Gómez, Manuel Moreno, Bernardo de Monteagudo, Nicolás Rodríguez Peña, Manuel Dorrego, Antonio Balcarce, Mariano Necochea, Tomás Guido y Martín Rodríguez; nueve de los veintiún diputados de la Asamblea del Año XIII; el presidente del Congreso de Tucumán, Francisco Narciso Laprida; el director supremo Juan Martín de Pueyrredón; el primer presidente de la República, Bernardino Rivadavia, y su sucesor interino Vicente López y Planes, autor del himno nacional argentino.


Fuente: Infobae.