Salvadora Medina Onrubia

Fue una narradora, poeta, anarquista y feminista argentina.​ Fue la primera mujer que dirigió un diario en Argentina.

Una revolucionaria contradictoria, con muchas facetas. Por eso incomprendida. Madre que cuestionó los roles de la maternidad, anarquista desde el poder, dramaturga rebelde, una voz única abanderada de las ovejas negras.

Es difícil definir a Salvadora, más complicado aún encasillarla, y casi imposible abarcar todos los hechos y aspectos que la volvieron la mujer que fue. Algunas palabras que trazan el mapa de su vida: anarquista, madre soltera, militante, artista apasionada, y en todos estos roles, poco ortodoxa, tal la serie que tan de moda está hoy.

Mujer empoderada y rebelde aún cerca del poder, relatamos algunos hechos que marcaron su historia:
Su madre, española, plantó a su novio en el altar y persiguió una vida nómade con un circo. Salvadora, que heredó su espíritu rebelde y el origen judío, nació en 1894 en la Plata. Pasó su infancia y primera adolescencia en Entre Ríos y su vida adulta en la ciudad de Buenos Aires.

A los 16 quedó embarazada de su primer amor, y fue madre soltera por convicción. Poco le importó el run run de los rumores de la sociedad conservadora de aquel entonces. Lo que si le importó fue el suicidio de ese primer hijo, contado como un accidente, que le valió una depresión que duró hasta sus últimos días. Se dice que «Pitón», tal como lo apodaban, se pegó un tiro al enterarse que no era hijo de Natalio Botana, marido de Salvadora y uno de los hombres más poderosos del país, quien lo adoptó como propio.

La convicción de su vida fue el anarquismo. Peleó por la liberación de Simón Radowitzky, militante y figura del movimiento nacido en Rusia y preso durante más veinte años por el asesinato del Jefe de la Policía de Buenos Aires, Ramón Falcón. Salvadora, luego de financiar varios intentos fallidos de fuga, consiguió que Hipólito Yrigoyen le concediera un indulto.

Fue una de las primeras mujeres en el país en dar un discurso en un acto político multitudinario, en 1914, por la liberación de Radowitzky. También participó de los episodios en torno a la Semana Trágica, junto con su pequeño hijo, al que llevaba para que viva la lucha social desde adentro.

Según su nieto, Copi, fue la primera argentina en atreverse a escribir sobre dobles pecadoras, las lesbianas y las adúlteras. Una de sus obras más valoradas fue Las descentradas, estrenada por primera vez en el Teatro Ideal en 1929. Allí, Salvadora honra sus propias contradicciones, narrando mujeres que cuestionan las estructuras monogámicas, el matrimonio y la familia tradicional.

Buscando financistas para una de sus obras de teatro en el Diario Crítica conoció a Natalio Botana, su fundador. Cuentan que el flechazo fue mutuo y magnético. Con Botana, mucho mayor que ella, se casó para que sus hijos pudieran tener su apellido. Más allá de compartir su vida con uno de los hombres más poderosos y acaudalados del país, Salvadora nunca deshonró sus convicciones ni su militancia. Era normal verla llegar en Rolls Royce a un motín, y armar bombas molotov en vestido y tacos.

Fue presa por el régimen de Felix Uriburu junto a otros 30 periodistas, y desde la cárcel del buen pastor le escribió al presidente de facto una dura y emblemática carta, que entre otras líneas, decía lo siguiente:

«Señor general Uriburu, yo sé sufrir. Sé sufrir con serenidad y con inteligencia. Y desde ya lo autorizo que se ensañe conmigo si eso le hace sentirse más general y más presidente. Entre todas esas cosas defectuosas y subversivas en que yo creo, hay una que se llama karma, no es un explosivo, es una ley cíclica. Esta creencia me hace ver el momento por el que pasa mi país como una cosa inevitable, fatal, pero necesaria para despertar en los argentinos un sentido de moral cívica dormido en ello. Y en cuanto a mi encierro: es una prueba espiritual más y no la más dura de las que mi destino es una larga cadena. Soporto con todo mi valor la mayor injuria y la mayor vergüenza con que puede azotarse a una mujer pura y me siento por ello como ennoblecida y dignificada. Soy, en este momento, como un símbolo de mi Patria (….)General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio»

Luego de la muerte de su marido en un accidente automovilístico, Medina Onrubia pasaría a estar al frente del negocio familiar convirtiéndose en la primera mujer en dirigir un periódico.

Una de las anécdotas que mejor la pintan es que llevaba una pulsera donde se hizo engarzar una bala dirigida a su despacho en el diario, que impactó en una pared detrás de su escritorio cuando ella no estaba allí.

Salvadora murió en 1972, en la pobreza, el olvido y la soledad.