Juan Bautista Thorne “El Sordo de Obligado”

Thorne no nació en nuestra tierra como muchos de nuestros primeros marinos, pero avalo su ciudadanía adoptiva con una foja de servicios impecable.

El coronel de Marina Juan Bautista Thorne es un caso singular: habiendo nacido en Estados Unidos, adoptó esta patria y esta lengua, y combatió a favor del pabellón argentino. Fue un héroe discreto, pese a la resonancia de los triunfos que nimbaron su fama en vida.

Cursó estudios en la Escuela de Marinería de Tolón, en Francia, pero muy pronto se dio a la aventura, embarcado, atravesando peripecias diversas. Le confesó a su hijo: «Duro, muy duro fue mi aprendizaje en la vida y así me explico como aprendí a desafiar la muerte». Y la desafió más de una vez, por cierto.

Fue un soldado modesto que, concluidas las contiendas navales, supo ganarse la vida como marino mercante a la espera de un retiro largamente demorado y sobradamente merecido. Fue una de esas figuras venerables que, como reliquias del pasado épico de Buenos Aires, todavía podía ser reconocido por los vecinos de la Gran Aldea.

Veterano de guerra del Brasil, había mostrado su coraje peleando en Carmen de Patagones, frenando el avance de los lusitanos. Tiempo después su nave fue capturada y estuvo un año preso en Río de Janeiro. Reincorporado a la marina participó en las contiendas civiles que azotaron nuestra nación, peleando a las órdenes de Coe contra los unitarios. En vuelta de Obligado estuvo al frente de la batería «Manuelita», permaneciendo en su puesto de combate a pesar de las numerosas heridas sufridas durante la acción, entre las que se contaba una pierna fracturada. Sobre el parapeto de la batería Manuelita, el teniente coronel Juan Bautista Thorne arengaba a sus artilleros y solo descendía de su atalaya para rectificar el blanco de los cañones. En esa batalla el retumbar de las piezas dañó irremediablemente su oído, aunque no frustro su voluntad de seguir disparando, cuando los buques enemigos lograron forzar el paso y seguir remontado el río hacia el norte, el general Mansilla ordenó dos veces a Thorne que suspendiera el fuego y se retirara recibiendo como respuesta “ que sus cañones le imponían hacer fuego hasta vencer o morir” como consecuencia de estos hechos la historia lo recordó para siempre como el “Sordo de Obligado”.

Su desobediencia le sirvió para marchar arrestado al convento de San Lorenzo y allí permaneció hasta que el mismo Mansilla transformó la medida disciplinaria en el nombramiento de comandante en jefe de las costas del Paraná. En ese carácter mando las baterías del Quebracho, en la que fue herido en el hombro.

Siempre junto al Partido Federal, tomó parte en una decena de acciones más hasta su baja, en 1852, cuando pidió su ingreso en el Cuerpo de Inválidos. Pero volvió en 1855 al servicio de la Confederación Argentina para bloquear los puertos paraguayos. Pudo decir, a modo de balance de su vida militar: «Llevo en mi cuerpo la severa impresión del plomo del Imperio [del Brasil], de Gran Bretaña, de Francia y la guerra civil de la patria de mi adopción». En nada de esto faltaba a la verdad.

Retirado de la lista militar, se ganó la vida como capitán mercante (llegó en más de una ocasión hasta los puertos de la India) y como perito naval. Una ley reparadora de 1885 le concedió la jubilación, siendo casi octogenario.

Murió de pulmonía en su casa de la calle Tucumán en agosto de 1885 y fue sepultado, en el cementerio de la calle Victoria, donde permaneció hasta su traslado al Cementerio Británico de la Chacarita en 1925, enterrado en una tumba común que luego dio lugar a la inauguración de su sepulcro monumental en 1927.