Torcuato de Alvear “el primer intendente de Buenos Aires”

Político argentino, hijo de Carlos de Alvear colaborador de San Martín . Fue el primer intendente municipal de la ciudad de Buenos Aires de 1880 a 1886, período en que realizó numerosas reformas urbanas.

El personaje más remoto y destacable del que se puede saber de la familia Alvear, es Diego Estanislao de Alvear Ponce de León, de origen español, nacido el 13 de noviembre de 1749, ​quién llegó a ser brigadier general de la Real Armada Española en 1770. En 1804 cuando se encontraba regresando a España en un barco con toda su familia, buques ingleses atacaron su barco, fallecieron todos en el episodio, excepto él y Carlos María de Alvear, quién años más tarde fue general de las Provincias Unidas del Río de la Plata y esposo de una andaluza con quien tuvo diez hijos.

Torcuato de Alvear fue su quinto hijo, nacido en Montevideo en 1822. En 1854 Torcuato contrajo matrimonio con Elvira Pacheco y Reinoso, hija del general Ángel Pacheco.

En 1880 la Ciudad de Buenos Aires era aún administrada por un órgano delegado llamado Comisión Municipal integrada por notables y respetados vecinos como Eustoquio Díaz Vélez (hijo), Antonio Devoto y José María Bosch -entre otros-, que en su sesión del 4 de diciembre de dicho año proclamó como su Presidente a Torcuato de Alvear y que rápidamente se dedicó a sanear las alicaídas arcas citadinas e iniciar una etapa de progreso a partir de la cual se iniciaron obras en los servicios públicos que fueron acompañadas por el embellecimiento urbano.​ En 1883, con la creación del puesto de Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, Alvear fue designado por el presidente Julio Argentino Roca en ese cargo, durando su mandato hasta 1887.

Siendo un personaje de poder, vinculado con la aristocracia porteña más tradicional y como parte de la Generación del Ochenta, le fue posible encarar una serie de importantes reformas en Buenos Aires, sin mayor dificultad o trabas. Su gestión estuvo enfocada en la remodelación urbana y su mayor preocupación fue el cambio de imagen para la nueva Capital Federal. Alvear era parte de esa generación maravillada por los avances y la moda europea, sobre todo la parisina, durante el reinado de Napoleón III.

El suceso de la intendencia de Alvear tuvo varias facetas. Una fue administrativa ya que en muy breve tiempo dio forma y puso en funcionamiento la maquinaria burocrática de la gestión urbana (Oficina de Estadística, Oficina de Obras Públicas, Oficina Química, etc.) dando lugar a una nueva burocracia técnica que iría desarrollando una ideología profesional municipalista de fundamental importancia para comprender buena parte de las transformaciones de la ciudad en las décadas siguientes. Para esa tarea contó con el apoyo de dos figuras emblemáticas de progresita Generación del Ochenta: José María Ramos Mejía, quien creó, en 1883, la Asistencia Pública y Guillermo Rawson, quien asesoró a Alvear en la creación del Registro Civil en 1884.

La segunda faceta del suceso de Alvear fue específicamente urbana: la gestión que puso en práctica el secretario de Obras Públicas, Juan Antonio Buschiazzo, fue el corolario de la tradición ingenieril regularizadora que se remonta al período rivadaviano. El proyecto urbano de Alvear se resumió en la ratificación del modelo de “ciudad regular y concentrada” a través de una serie de operaciones ya planteadas en diferentes propuestas y que pueden sintetizarse en tres grandes lineamientos: recualificación del centro y revalorización de la estructura simétrica tradicional de la ciudad, fortaleciendo el eje este-oeste con obras de ensanche y embellecimiento.

Durante su gestión se ejecutó la demolición de la Recova Vieja (símbolo por excelencia de la ciudad colonial) permitiendo la unión de las dos plazas centrales para formar la Plaza de Mayo. Con él también se inició la construcción de la Avenida de Mayo como “bulevar central”, abriendo la ciudad hacia la Avenida Callao. Puso especial énfasis en la regularización del límite de la ciudad, para organizar la administración y la percepción de las rentas y para ordenar la figura urbana. Además comenzó a gestarse una «cintura higiénica», protoecológica, alrededor de la ciudad con grandes reservas de verde: al norte se instaló el Parque de la Recoleta; al oeste, el gran Parque Agronómico y al sur el Parque de la Convalecencia.

Durante aquellos años también se ampliaron los medios de transporte consolidando la traza radio-céntrica delineada poco tiempo atrás. El centro y sus ejes de suburbanización poco a poco se fueron densificando. También se amplió la infraestructura de servicios: se incrementaron las obras sanitarias, se expandió la pavimentación y la iluminación, cuya modalidad eléctrica comenzó a instalarse desde finales de siglo.

La gran cantidad de capitales invertidos en obra pública rápidamente se tradujeron en un incremento del movimiento económico privado definiendo el paisaje urbano de la ciudad burguesa. Se consolidaron varios sectores residenciales y a la par se desenvolvió un sistema de especulación de la tierra que iba a marcar el tipo de expansión urbana futura. Hacia el oeste y suroeste, en los barrios de Balvanera y San Cristóbal, se produjo la expansión de los sectores medios, densificando las manzanas con frentes continuos de viviendas de una y dos plantas, que en los flancos de las avenidas principales podían llegar hasta las tres y cuatro plantas. Por su parte, el desarrollo de la residencia aristocrática, que tomó como inspiración los modelos clásicos franceses, se efectuó en la zona norte aledaña al centro. En este período también se conformaron algunos ámbitos urbanos que pasaron a ser característicos en el paisaje de la “ciudad elegante” que se encaminaba al Centenario: la Plaza Carlos Pellegrini, la Plaza San Martín, la Avenida Alvear (Recoleta) o el sector norte de la calle Florida.

La contracara de este proceso de cambio y consolidación fue la precariedad de la situación habitacional que soportó la gran mayoría de los inmigrantes. La ciudad carecía de equipamiento residencial para esa masa de recién llegados, quienes, luego de la escala de unos días en el Hotel de Inmigrantes, debían fijar su residencia definitiva. Para ellos se montó una verdadera industria: el conventillo. Este era un tipo de alojamiento de alquiler por cuarto, de larga tradición, que comenzó a incrementarse en la década de 1850, a partir de la subdivisión especulativa de viejas casonas deterioradas al sur de la Plaza de Mayo y que desde la década de 1870 comenzó a construirse de forma excesivamente precaria, de madera y chapa. Se podía albergar entre 5 y 12 personas por cuarto y cada cuarto se alquilaba a precios que representaban entre el 15% y el 30% del jornal de un obrero.

Por otra parte, los sectores populares no estaban mucho mejor, ya que ocupaban pequeñísimas casas de pensión, generalmente compartidas entre varias familias. Hacia 1904, con el abaratamiento del boleto de tranvía y la generalización de la venta en cuotas de lotes en los nuevos barrios suburbanos comenzó un paulatino proceso de desplazamiento de población que, en un par de décadas, modificaría las pautas del alojamiento popular.

La Avenida de Mayo

Torcuato de Alvear copió muchas de las reformas estéticas de la capital francesa, desde el diseño de parques y paseos hasta el proyecto de avenidas del Barón Haussmann. Uno de los principales sueños del Intendente era la concreción de un boulevard, ya que Buenos Aires hasta ese momento carecía de avenidas en su sector céntrico, delimitado por el Paseo de Julio (hoy Av. Leandro N. Alem) y la Avenida Callao. Se necesitaba especialmente de una avenida en sentido este – oeste, ya que la calle Rivadavia era angosta en su tramo céntrico, y era ancha sólo a partir de la Av. Callao.

Así es que Alvear propone la construcción de la Avenida de Mayo, un “bulevar central” que permitió una salida rápida desde el centro, en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, hasta el límite de la ciudad consolidada, el eje de la Avenida Entre Ríos- Avenida Callao.

La Avenida de Mayo fue proyectada por el arquitecto Juan A. Buschiazzo como una avenida de treinta metros de ancho, lo que implicaba la formación de manzanas rectangulares. Las expropiaciones se realizaron con inmensos beneficios para los propietarios, sin embargo, se presentaron innumerables juicios, que cuestionaban la legitimidad de las restricciones a la propiedad. La Avenida de Mayo se inauguraría completa en 1894, ya fallecido el ex intendente Alvear.

El espacio público

Parque de la Recoleta en el 1900: hoy Plaza Intendente Alvear. De fondo, el Asilo de Mendigos (hoy centro cultural).

Otra de las mayores fijaciones de Torcuato de Alvear como Intendente fue la del arbolado y la reforma de las viejas plazas secas, que aún se utilizaban como mercados y apostaderos de carretas, para lo que contó con la ayuda del paisajista francés Carlos Thays. Una de sus primeras acciones fue la demolición de la Recova Vieja y la creación de la Plaza de Mayo al unificar la Plaza Mayo y la Plaza de la Victoria, el 25 de mayo de 1883, obra a cargo del ingeniero y arquitecto municipal Juan Antonio Buschiazzo.

Alvear tenía un aprecio especial por un diseño que estaba de moda en Francia, el de las falsas grutas con lagos artificiales, y construyó varias de ellas. Una estuvo frente al antiguo Asilo de Mendigos, reformado por Buschiazzo, en un nuevo espacio verde que se llamó Paseo de la Recoleta. Otra estuvo en la nueva Plaza de la Constitución,  donde hasta ese momento se instalaba el Mercado de Constitución, y otra en la Plaza Lorea.8​ Estas imitaciones de la naturaleza fueron muy controvertidas, y las siguientes gestiones se ocuparon en demolerlas rápidamente, y no sobrevive en la actualidad ninguna de ellas. Por otro lado, en 1885 se instaló, donde antes se encontraban los Mataderos de la Convalecencia, el Jardín Botánico del Sud, actual Parque España.

El Intedente Alvear también quiso ratificar el tradicional esquema concéntrico construyendo un nuevo bulevar de circunvalación al oeste del municipio, en el área del creado Parque Centenario), que a la vez generara una cintura higiénica rodeando a la ciudad con grandes reservas de verde cultivado que además sirviese para instalar los servicios “insalubres”: al norte el Parque de la Recoleta; al oeste, el gran Parque Agronómico (Barrio Agronomía) y al sur el Parque de la Convalecencia (Barrio de Barracas).

En cuanto a los árboles, Alvear mostró un gusto particular por las palmeras, y ordenó a Thays colocar varias Phoenix canariensis en la nueva Plaza de Mayo, pero los árboles no estaban preparados para el clima ni fueron bien mantenidos, además de generar otra controversia con respecto a su poca relación con la flora autóctona de Buenos Aires. Y si bien fueron quitadas al poco tiempo, fueron nuevamente plantadas y actualmente son una especie típica de la flora local.

Además, durante su gobierno se realizó el empedrado de varias calles de la ciudad y se mejoró la distribución de agua, electricidad, alumbrado público y otros servicios. En 1883 inauguró el demorado Hospital San Roque, que sería reformado en los años 1920 para transformarse en el Hospital Ramos Mejía y de cuyos pabellones originales quedan unos pocos.

Fallecimiento

Torcuato de Alvear falleció en 1890 y sus restos se encuentran en el Cementerio de la Recoleta, en un mausoleo familiar diseñado por el arquitecto Alejandro Christophersen en 1905.

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