Sarah Bernhardt, actriz francesa, debutó en el teatro Politeama de Buenos Aires
En 1886 llegó por primera vez a Buenos Aires, donde debutó, en el Politeama, con Fedora.

La famosa actriz y cantante Sarah Bernhardt llegó por primera vez a Buenos Aires y debuto en el teatro Politeama con la opera Fedora. Su presentación fue el 17 de diciembre y resulto todo un éxito. Tanto el público como la crítica son unánimes en los elogios sobre su desempeño.
Un verdadero paso de comedia estuvo a cargo del expresidente Domingo Faustino Sarmiento: después de la obra, el sanjuanino entró precipitadamente en el camarín de la actriz para decirle que había debido trajinar desde su tierra a toda carrera de diligencia para no llegar tarde a la función.
La «Divina» había presentado la Opera Adriana Lecouvreur poco antes en el teatro Olimpo de Rosario. ante 1.300 personas.
Sara Bemhardt nació en Paris el 23 de octubre de 1844 y a los 16 años ingreso en el Conservatorio parisino para comenzar con su formación. Luego, su cuerpo delgado y su cabello rojo volvieron inconfundible. Además, claro, de su famosa voz «de oro». También interpretó papeles masculinos, incluido Hamlet de Shakespeare. Rostand la llamó «la reina de la pose y la princesa del gesto», mientras que Hugo elogió su «voz dorada». Realizó varias giras teatrales por todo el mundo y fue una de las primeras actrices destacadas en realizar grabaciones de sonido y actuar en películas.
Dentro de su profesión se ha convertido en la primera que hace giras extensas a lugares remotos. Su fama esta en ascenso desde que apostó a presentarse en los Estados Unidos.
El Teatro Politeama Argentino fue una sala de espectáculos que funcionaba en la Avenida Corrientes 1490, en la ciudad de Buenos Aires.
Inaugurado el 16 de julio de 1879 con presencia del expresidente Domingo Faustino Sarmiento, su segundo edificio fue construido en 1936, con el ensanche de la Avenida Corrientes, y demolido definitivamente en 1958, para construir un complejo llamado Torre Politeama que jamás se concretó. El caso generó tanta polémica y críticas que al año siguiente se dictó una Ley Nacional que ordenaba, en caso de la demolición de un teatro, que la nueva construcción que ocupara su lugar tuviera obligatoriamente una sala de espectáculos.