Santos Guayama, un líder popular

Luchó, entre otros, como lugarteniente del Chacho Peñaloza y Felipe Varela. Como era común en los bandoleros populares, «robaba y repartía», protegiendo a los más pobres.

Nació en una familia Huarpe, alrededor de 1830. Lideró la «rebelión lagunera», cuando las lagunas de Guanacache comenzaron a secarse por las tomas de agua río arriba, en el pedemonte mendocino, un evento recordado extensamente por Domingo Faustino Sarmiento en Recuerdos de Provincia; según algunos estudiosos, aquella zona fue «impenetrable» para la policía por 30 o 40 años.

Vinculado desde muy joven a los sectores más empobrecidos de la provincia, se lanza a montonerear, entre fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta, en las filas de El Chacho y de Felipe Varela, oponiéndose a la política de la oligarquía porteña.

Participó en la “revolución de los colorados” que insurrecciona Cuyo y provincias vecinas, contra el mitrismo y la Guerra de la Triple Alianza. En 1868, logra posesionarse de La Rioja y Chilecito, con el apoyo de montoneros de Varela. Si bien es derrotado, luego reorganiza su montonera y vuelve a la pelea. Por entonces, ya empieza a hacerse famoso entre el gauchaje de esas provincias como enemigo de los ricos y amigo de los pobres. Su audacia y valentía provocan admiración en el pueblo y comienza a gestar la leyenda de que es invencible y que invariablemente, regresa, después de las derrotas, con más enjundia que nunca. (…) Un relator afirmó: “Guayama intervino en las luchas montoneras contra los gobiernos de Mitre y Sarmiento. En El Garabato (27 de febrero de 1869) y El Jarillal (27 de marzo de 1869), se animó a enfrentar con sus hombres a los regimientos nacionales. Huyo a Chile, acosado obstinadamente, pero a su regreso, sus montoneras continuaron siendo una pesadilla para el gobierno central”.

Hacia1870, las autoridades de San Juan informan que “el indio Guayama ha muerto”, pero poco después reaparece en Caucete, con doscientos hombres, insurreccionado contra el gobierno de Del Carril. En 1872, el ministro de Guerra del presidente Sarmiento informa que “es la quinta vez que aparece en los caminos de San Juan, San Luis y La Rioja y acaso la primera vez que no haya perpetrado saqueos de consideración y asesinatos horribles”. Señala el ministro que a pesar de ser derrotado varias veces, vuelve siempre a las andadas y que “es de temer que considerándoselo como un caudillo político, ello haya contribuido a asegurarle la impunidad de que ha gozado hasta aquí”. El presidente Sarmiento –tomando como modelo las prácticas que había observado durante su estadía en Estados Unidos– pone precio a la cabeza del montonero: mil pesos.

Pero Guayama continúa con sus incursiones, tipo guerrilla, pues dado sus escasos recursos no puede ofrecer batallas frontales. “La Prensa” informa, poco después: “Octava resurrección de Guayama”. A la oligarquía porteña le resulta imposible entender esta supervivencia del montonero, pues no comprende que sus fuerzas nacen, son apoyadas y se reproducen, desde el pueblo mismo que rechaza la política dirigida a reconvertir el país sobre el litoral,… en función de la semicolonia agroexportadora que se está gestando, con perjuicio para las provincias interiores. (…) Guayama contestaba a sus críticos: “Pero amigo, yo nunca maté a nadie… cuando veo que la gente no tiene pa’ comer y los que pueden dar, son mezquinos y comen ellos solos… yo les quito a esos pa’ darle a los necesitaos… Yo no asalto, ni mato a nadie pa’ juntar y engañar a mi gente. Ellos me siguen porque no tienen trabajo y yo les doy de comer… Y si me siguen… mejor”.

En 1877 el cura José Gabriel Brochero gestiona el indulto para que Guayama se reincorpore a la vida normal y abandone el montonerismo… Brochero sostuvo: “Se dice que era muy malo, pero para mí era un manso cordero y muy buen amigo. En 1878, cuando circulaba por las calles de San Juan –según algunos había sido citado traidoramente con la excusa de entregarle el indulto- es tomado prisionero… Se le imputa una conspiración para derrocar al gobernador,… Las primeras noticias inclusive dan cuenta de que habría sido fusilado inmediatamente por sus “gravísimas fechorías”. Pero no es así. A la simulación de la conspiración, se agrega la simulación de un juicio. Él, por su parte, desde la prisión le envía un mensaje al cura Brochero: “Padre, ¡me matan!” El 4 de febrero de 1879 lo fusilan, en San Juan, en el llamado Patio de San Clemente. “Brochero lloró a Guayama como a un miembro de su familia y en un célebre documento incluye a Santos Guayama, entre sus cuatro grandes amigos”.

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