Rojo punzó, su uso obligatorio a través de un decreto firmado por Rosas
En tiempos de Juan Manuel de Rosas, el color rojo se extendió con su presencia y su fuerza simbólica por toda la Nación.

Buenos Aires conserva la historia de un color. En tiempos de Rosas y del federalismo, el rojo punzó, oscuro y vivo, un rojo sangre y fuego, tiñó la ciudad. Los ciudadanos no podían circular sin cintas o adornos de esa tonalidad, presente en los espacios públicos y popularizada a tal punto que alcanzó, como variedad rioplatense, un sitio en el diccionario.
Importada de la tradición europea, esta variedad cromática se extendió con presencia simbólica en la vestimenta, uniformes, vajilla, utensilios, ornamentación y carruajes, en convivencia con la omnipresente figura del gobernador en telas, cerámicas y todo tipo de objetos y materiales. Platos y vajilla con impresiones de «Viva la Federación», tapas de cigarreras con la imagen de Rosas y de Encarnación Ezcurra sobre soportes de cuero, pisapapeles, sellos y jarrones son otras materializaciones donde se ejerció un control simbólico.

El rojo llegó al propio cuerpo devenido en soporte de la prédica política. Como puntapié inicial, en 1832 un decreto obligó a portar la divisa punzó, distintivo patriótico a modo de cinta roja con consignas como «Federación o Muerte» que los hombres debían lucir en la solapa. Las mujeres, por su parte, eran instadas a decorar su cabello con flores y adornos en la misma tonalidad. La norma debía ser acatada por todos los empleados civiles y militares, jefes y oficiales de milicia, seculares y eclesiásticos, como así lo atestiguan diversos elementos encontrados, entre ellos las propias divisas o retratos pintados por Fernando García del Molino de personajes con cintas o chalecos rojos.
Sobre la tintura
El proceso que permitía teñir de punzó a los objetos fue investigado por especialistas. A través del estudio con técnicas de microscopio y de rayos de las hebras de tejido de un chaleco federal –confeccionado en seda– y de un gorro mazorquero de lana y algodón se analizó el tipo de tintura utilizado para el teñido.
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«El rojo punzó (del latín, puniceus: rojo escarlata, color del manto que vestían los generales romanos; y del francés: ponceau, de la amapola) se difunde por los químicos holandeses que dieron con un rojo muy vivo, estable, mezclando con estaño un pigmento que les provee la cochinilla, un insecto que hace colonia en la hoja del nopal, en México», explicaron los investigadores.
En los diccionarios más antiguos en los que se lo menciona, como el Universal de Antoine Furetière, se lo define como «un color oscuro muy vivo». Con los años, el punzó se va incorporando a los de la tradición castellana y, en el siglo XX, aparece en el de Aniceto de Pagés ya como un adjetivo rioplatense, debido a la apropiación del color que se da a partir de su uso extensivo durante el período rosista.
«Muchas prendas ya se compraban rojas y, como sabían que en el Río de la Plata estaba esta modalidad y el uso extendido del color, mercaderes y comerciantes hicieron ganancias importando desde Europa telas o cintas en rollos en rojo vivo». «Había toda una industria detrás del rojo punzó, que se utilizaba en la corte de Luis XIV. No fue un invento rosista, sino que fue traído y utilizado en una apropiación exitosísima. Es un color muy pregnante y que tiñó nuestra historia».