Ramón Carrillo, el primer ministro de salud

El padre del sanitarismo en la Argentina, fue un destacado neurólogo y neurocirujano, que llevó a cabo una transformación sin precedentes en la salud pública de nuestro país desde una concepción social de la medicina.

Síntesis biográfica

Hijo de Ramón Carrillo Saavedra y de María Salomé Gómez Carrillo, Ramón Carrillo nació el 7 de marzo de 1906 en Santiago del Estero, en el seno de una familia acomodada. Su padre, egresado de la Escuela Normal de Paraná, fue docente del Colegio Nacional de Santiago del Estero, periodista y tres veces diputado por el conservadurismo, siendo un referente provincial del General Julio Argentino Roca. En tanto, su bisabuelo, don Marcos Carrillo, fue un oficial español nacido en Murcia, quien luchó para el bando realista y cayó prisionero del General Manuel Belgrano en la batalla de Salta. El español Marcos Carrillo no solo era el abuelo de su padre, sino también, a su vez, el bisabuelo de su madre, razón por la cual el apellido Carrillo se repite en ambos progenitores. Se ha especulado con que el sanitarista Ramón Carillo pueda haber tenido, además, algún ancestro afro.

Luego de cursar sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, partió rumbo a Buenos Aires, para iniciar la carrera de Medicina. Cursó esta carrera de manera brillante, escuchando entre otros a Christofredo Jakob y obtuvo, al recibirse en 1929, la Medalla de Oro al mejor alumno de su promoción. Desde estudiante se inclinó hacia la neurología y la neurocirugía, colaborando con el Dr. Manuel Balado, eminente neurocirujano de la época, con quien realizó sus primeros trabajos científicos. Ya recibido abrazó definitivamente estas especialidades y obtuvo una beca universitaria para perfeccionarse en Europa, donde trabajó e investigó junto a los más destacados especialistas del mundo, entre ellos Cornelius Ubbo Ariëns Kappers.

Trayectoria profesional

Tras sus viajes por el extranjero, regresó a Buenos Aires en plena Década Infame. Tomó contacto con figuras emblemáticas de una corriente nacionalista de auge en aquella época. Se vinculó con su compañero de estudios primarios Homero Manzi, y otros hombres como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz; los autores teatrales y de tango Armando Discépolo y Enrique Santos Discépolo, representantes de la cultura y de las nuevas ideas nacionales; y se asoció con la escuela neurobiológica argentina activa en el Hospicio de las Mercedes y el Hospital de Alienadas, luego llamados Hospital José T. Borda y Hospital Braulio Moyano respectivamente.

En 1937, padeció una enfermedad aguda, la secuela de cuya alta fiebre fue hipertensión y cefaleas progresivamente más severas. Logró sobrevivir por la dedicación clínica de su amigo de toda la vida Salomón Chichilnisky, médico y literato que comenzó cargando bolsas en el puerto para mantener padres y hermanos y, superando enormes obstáculos, llegó a catedrático de neurología. Luego, desde el cargo de Secretario de Salud, ayudó a Carrillo a inaugurar muchos hospitales públicos, y bastante después murió en uno de ellos.

Durante esos años, Carrillo se dedicó únicamente a la investigación y a la docencia, hasta que en 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central en Buenos Aires. Este empleo le permitió conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del país. Tomó contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio militar, que procedían de toda la Argentina, y pudo comprobar la prevalencia de enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo en los aspirantes de las provincias menos desarrolladas. Llevó a cabo estudios estadísticos que determinaron que el país solo contaba con el 45% de las camas necesarias, y gran desigualdad entre las diferentes regiones, dado que algunas de ellas apenas contaban con 0,001 camas por mil habitantes. Confirmó de esta manera sus recuerdos e imágenes de provincia, que mostraban el estado de postergación en que se encontraba gran parte del interior argentino.

Con doble empleo debido a su necesidad de salario (aún era soltero, pero ayudaba a sostenerse a su madre y diez hermanos más jóvenes, cuidando que todos completaran una carrera profesional), en 1942 Carrillo ganó por concurso la titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Formó allí una escuadra de bien elegidos y talentosos discípulos, entre ellos Germán Dickmann, Raúl Matera, D. E. Nijensohn, Raúl Carrea, Fernando Knesevich, Lorenzo Amezúa, Jorge Cohen, Jacobo y León Zimman, Rogelio Driollet Laspiur, Juan C. Christensen y Alberto D. Kaplan. No obstante, en brusco viraje profesional, abandonó su carrera como neurobiólogo y neurocirujano para dedicarse al desarrollo de la sanidad pública (sanitarismo), desde donde podría concretar algunas de sus ideas.

Entre 1930 y 1945, produjo investigaciones originales sobre las células cerebrales que no son neuronas, denominadas neuroglía, y los métodos para teñirlas y observarlas al microscopio, así como sobre su origen evolutivo (filogenia) y sobre la anatomía comparada de los cerebros de las diversas clases de vertebrados.

Entre 1941 y 1943, Carrillo estuvo afiliado al Partido Demócrata Nacional, sucesor del Partido Autonomista Nacional cuyo líder más destacado fue el expresidente General Julio Argentina Roca. Asimismo, fue delegado por Santiago del Estero al Comité Nacional por la fracción renovadora del Partido Demócrata Nacional, liderada por el senador mendocino Gilberto Suárez Lago. En 1943, Carrillo fue uno de los profesores de la Facultad de Medicina que apoyó la candidatura a la presidencia de Robustiano Patrón Costas.

En 1943, un golpe de Estado militar derrocó al gobierno constitucional del presidente Ramón S. Castillo. De dicho golpe de Estado formó parte el entonces coronel Juan Domingo Perón, quien ocupó cargos relevantes durante esa dictadura, y más tarde se convertiría en presidente. En ese contexto, Carrillo conoció a Perón. Este último, convenció a Carrillo de colaborar en la planificación de la política sanitaria de ese gobierno.

Poco después, a sus 39 años de edad, Ramón Carrillo prestó servicios brevemente como Decano de la Facultad de Medicina. Le tocó intermediar varios meses en un conflicto universitario altamente politizado entre izquierdas y derechas.

Ministro de Salud

En 1946, Juan Domingo Perón fue electo presidente y confirmó a Carrillo al frente de la Secretaría de Salud Pública, que posteriormente se transformaría en el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación. Además de trabajar con Chichilnisky, Carrillo quiso llevar como su segundo a su gran amigo y compañero de estudios médicos, el científico Braulio Moyano, uno de los mejores discípulos de Christofredo Jakob. Sin embargo, Moyano se sintió incapaz de servir de desempeñar ese rol y prefirió permanecer como científico. Por eso, quien tomó ese lugar fue el hermano de Ramón Carrillo, el Dr. Santiago Carrillo, para lo cual tuvo que cesar su actividad en el actual Hospital Borda. La esposa de Perón, Evita, coordinó su accionar con el de Carrillo y contribuyó a consolidar su obra técnica.

Su gestión se caracterizó por dar prioridad al desarrollo de la medicina preventiva, a la organización hospitalaria, a conceptos como la «centralización normativa y descentralización ejecutiva». Desde la gestión de Carrillo se comenzaron a cumplir normas sanitarias incorporadas en la sociedad argentina como las campañas masivas de vacunación (antivariólica y antidiftérica) y la obligatoriedad del certificado para la escuela y para realizar trámites. Se implementaron campañas masivas a nivel nacional contra la fiebre amarilla, las enfermedades venéreas y otros flagelos.​ También se destaca la creación de EMESTA, primera fábrica nacional de medicamentos, y el apoyo a los laboratorios nacionales por medio de incentivos económicos para que los remedios pudieran estar disponibles para la mayoría de la población.

Durante su gestión, se inauguraron casi quinientos nuevos establecimientos sanitarios y hospitales (lista incompleta, cubriendo sólo el periodo 1946-1952)​ como el Hospital de Roque Sáenz Peña, Chaco; Hospital de Jobson-Vera, Santa Fe; Hospital de Pinto, Santiago del Estero; Hospital de Chos Malal; Hospital de Valcheta, Río Negro; el Hospital de Cruz del Eje; y el Instituto de Gastroenterología, Hemoterapia y de Dermatología de Capital Federal.​ Las estructuras de varios hospitales que comenzó a construir durante su gestión fueron abandonadas tras su alejamiento del Ministerio y nunca fueron habilitadas, muchas fueron derribadas o abandonadas. Como ejemplo de ello, el Elefante Blanco tenía como objetivo ser el hospital más grande de toda Latinoamérica, pero nunca se llegó a cumplir, ya que, luego de que Carrillo dejara el Ministerio, el edificio quedó abandonado. Similar fue el destino de la ampliación del Hospital Borda, que se dejó sin uso4​ hasta 2004, año en que se la demolió. Carrillo aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954.

Llevó adelante una campaña para erradicar el paludismo o malaria, dirigida por los doctores Carlos Alberto Alvarado y Héctor Argentino Coll; la enfermedad se consideró erradicada en solo dos años. Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. En tanto que la mortalidad infantil bajó del 90 por mil en 1943 al 56 por mil en 1955.

Carteándose con el estadounidense Norbert Wiener, el llamado «creador de la cibernética», Carrillo la aplicó al arte de gobernar con el nombre de cibernología, creando un Instituto de Cibernología o Planeamiento estratégico en 1951.

En 1954, Perón le exigió la renuncia a Ramón Carrillo, tanto debido al enfrentamiento que él sostenía con el vicepresidente Alberto Teisaire —por ser este último masónico y anticatólico—, como principalmente por todas las críticas que Carrillo le hacía al peronismo en general, cuyo ideólogo principal era nada menos que Perón. Entre ellas, Carrillo exigía al peronismo una mayor «apertura política», que terminara con la «propaganda reiterativa», un «replanteo de la política educativa» y que se terminara con la «falta de imaginación» de la Secretaría de Prensa y Difusión, la cual era dirigida por Raúl Apold. Tras ello, el Dr. Carrillo debió exiliarse.

Exilio, actividad posterior y fallecimiento

El 15 de octubre de 1954, Carrillo se embarcó en la motonave «Evita» rumbo a Nueva York. Allí dio una serie de conferencias en la Universidad de Harvard y visitó varios laboratorios, pero comenzó a enfrentar dificultades económicas, ya que debió exiliarse sin recibir ninguna ayuda del gobierno peronista. A raíz de su progresiva enfermedad, en el país del norte se sometió a un intenso tratamiento con el cual logró algunas mejorías transitorias. Debido a que la vida en Nueva York se le hizo demasiado onerosa, Carrillo consiguió un empleo en la empresa norteamericana Hanna Mineralization & Co., la cual tenía una explotación en Brasil, a 150 kilómetros de Belem Do Pará.

El 1 de noviembre de 1955 llegó a Brasil, y desde el primer momento se vinculó con el hospital de la universidad local de Belem Do Pará, el llamado Santa Casa de Misericórdia do Pará, sin darse a conocer. Sin embargo, en el hospital le dijeron que no podían emplearlo como médico, a lo que él le respondió que solo deseaba colaborar. Allí conoció a un joven médico, el doctor Jourdy, quien se convirtió en su amigo y discípulo. Los avanzados conocimientos que Jourdy recibió de Carrillo llamaron la atención de los profesionales del hospital. Por esta razón, sus autoridades pidieron informes a Río de Janeiro sobre el doctor Carrillo, a través de las cuales se enteraron de su actuación científica y política. Desde ese momento, Carrillo fue llamado para importantes consultas, exponer en conferencias y dar clases en el Hospital de Aeronáutica de Belém y en la Santa Casa de Misericórdia.

Pese a su actividad en Belem Do Pará, en marzo de 1956, Carrillo le anunció a su esposa que le quedaban nueve meses de vida, luego de analizar un examen médico que se había realizado. Su pronóstico fue acertado: el 28 de noviembre de 1956 el doctor Ramón Carrillo sufrió un accidente cerebrovascular y fue internado en el Hospital de Aeronáutica, donde finalmente falleció el 20 de diciembre de 1956 a las 7 de la mañana.