Olga Orozco

Fue también periodista, editora de la sección de horóscopos en el diario y tarotista. En esta nota, un recorrido por algunos rincones de su biografía.

Olga Nilda Gugliotta nació el 17 de marzo de 1920 en Toay, La Pampa, donde transcurrió su infancia. Su adolescencia transcurrió en la localidad de Bahía Blanca; se formó en Letras y comenzó a ejercer el periodismo desde muy joven.

Marisa Negri, poeta y docente, editora del blog El jardín posible, dedicado a Orozco, nos cuenta:

«La pequeña Olga es curiosa y reservada. Escribe papeles que su madre guarda con devoción y ella un día arrojará al fuego. Ha sufrido la temprana muerte de su hermano y la partida de su hermana mayor al contraer matrimonio y tal vez por eso con su hermana Yola serán cara y cruz, perro y lobo, o piratas enardecidas en el relato ‘Luz de cobre'».

«Su abuela María Laureana la inicia en la tradición de los cuentos; de hadas, de brujas, de aparecidos. Felicitas Pugni, sombrerera de su madre, le enseña a echar el tarot. Hay una insistencia en los signos de otros mundos. Un llamado».

«En los primeros años de infancia se cifran las claves de su obra: «La búsqueda de Dios, el hecho de acechar más allá de lo visible, ampliar las posibilidades del yo, el tiempo y la memoria…la justicia, la libertad, el amor y la muerte…creo que desde mi primer libro la semilla está dada». (En entrevista con Silvia Hopenhayn, 1998).

Fedra Spinelli, periodista, docente y poeta, sostiene «la importancia de que Orozco haya nacido bajo el signo de Piscis, hecho que le brinda una conexión muy elevada con la mística, más que otros, cuyos bordes se difuminan. El yo y los otros están fusionados y hay algo de eso en Olga Orozco que en toda su poesía ella se funde con las cosas de las que está hablando».

«Su infancia tuvo que ver con el campo, con lo vegetal y lo animal, alimentándose de la abundancia de la naturaleza. Dicha frondosidad puede asociarse a la de la poeta uruguaya Marosa di Giorgio, que también se nutre de lo onírico y lo surrealista para escribir. Ambas tienen poemas sobrecargados de imágenes donde los elementos naturales están en función de lo emocional. Invadida por la curiosidad, su obsesión será develar misterios».

Una mujer en el mundo de la literatura

Formalmente hablando, la joven Olga Orozco perteneció a la Generación del ’40 y al grupo de la Tercera Vanguardia, junto a Oliverio Girondo. Sus influencias fueron San Juan de la Cruz, Arthur Rimbaud, Gérard de Nerval, Charles Baudelaire, Czesław Miłosz y Rainer Maria Rilke. Y sus amistades, Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik, Xul Solar, entre otros artistas de aquella época.

Con formación en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) fue publicada desde muy joven. Losada publicaría su primer poemario, «Desde lejos» (1946). Rodeada de hombres, su poesía fue muy valorada por el grupo literario al que pertenecía. Entre otras publicaciones, destacaba la revista Canto, dirigida por su primer marido, Miguel Ángel Gómez, centrada en el trabajo grupal. Pasó alrededor de una década escribiendo reseñas de obras teatrales. Su poesía, sin embargo, se caracteriza por una densidad, una dedicación que requiere de sucesivas y pausadas lecturas que obligan a detenerse en cada frase.

Gabriela Borrelli, locutora, periodista y poeta feminista reflexiona sobre el papel de Orozco en el ambiente literario local:

«Creo que para la literatura argentina del momento representó una estética particular. Si uno toma las antologías de los años ’60 puede encontrar sólo tres mujeres que son Storni, Pizarnik y Orozco. Esa tríada se mantenía o luchaba en un canon absolutamente machista por la fuerza de sus estéticas. Los lazos que Orozco tenía con el surrealismo y la potencia de su obra realmente jugaban en ese mundo casi violentamente, es decir, entraban al canon porque no podían eludir semejante poesía».

Con Oliverio Girondo y Norah Lange. Archivo personal Olga Orozco – Casa Museo Olga Orozco, Toay, La Pampa.

“Quienes hablan de literatura femenina han aceptado la discriminación. La poesía es a secas, nadie habla de una poesía masculina. Creo que la poesía femenina era la de las mujeres de otro siglo que la tomaban como una catarsis, un vuelco sentimental, un estilo de puntillas y desmayos. Para mí la “poetisa” es casi un género literario” (Orozco, en entrevista con Jorge Boccanera para revista Viva, 1998).

Marisa Negri recopiló en «Yo, Claudia» los artículos periodísticos de Olga Orozco publicados en la revista Claudia entre 1964 y 1974, un material jamás reeditado que da cuenta de la diversidad de facetas literarias bajo ocho seudónimos diferentes. El libro comienza con el “Consultorio sentimental”, donde Orozco despliega toda su ironía y sentido del humor. Fue Valeria Guzmán para el consultorio sentimental con las lectoras; Martín Yanez para sus agudas críticas literarias; Sergio Medina para las notas sobre avances técnicos o sobre estrellas de Hollywood; Richard Reiner para los artículos esotéricos; Elena Prado o Carlota Ezcurra para notas de vida social o puericultura; Valentine Charpentier para escritos biográficos y de viajes y hasta el desafortunado Jorge Videla (ella misma se asombraba de la elección de ese nombre) para algunas notas sobre el tango u otros temas considerados ‘masculinos’.

La construcción de una obra poética

La socióloga y poeta Roxana Molinelli realiza un recorrido por la obra de Orozco para identificar sus principales rasgos de estilo:

Recorriendo sus poemarios “Desde lejos” hasta “Con esta boca, en este mundo” es posible encontrar una continuidad de elementos, estilo, temas, formas: la voz inconfundible de versos largos y estructura perfecta, entre la intensidad existencial alquímica, por sólo apenas nombrar algunos. Pero también, puede haber otra persistencia: una movilización, o más bien, un tipo de subversión femenina que vibra y se hace textura, pronunciamiento. Aunque no como propuesta, la subversión aflora como sororidad de adivinas que necesitan encontrarse para aunar su poder transformador.

Subversión como un llamado a una potencia misticista, para liberar una erótica de magia «fem» solapada por siglos. Su poética por momentos toma la forma de sentencias de conversión –o como ella misma tituló de “mutaciones de la realidad”- desde lo surreal o desde un romanticismo enigmático, frente a gramáticas androcéntricas desmitificantes. Y en ese sentido, acercándonos a los ritmos y musicalidades que componen su poesía, quizás encontremos una suerte de tejido coral: un hablar de mujer a otras féminas, madre, hermana, amiga, amigo también, sí misma; que sostienen un diálogo, como una composición de invocaciones o rezos.

Entre la infinidad de lecturas que permite la obra de Olga Orozco cabe una última reflexión: la presencia del cuerpo. Cuerpo humano en el cual se imbrican las múltiples posibilidades de encuentro entre “la materia y el espíritu”, espacio simultáneo del micro y macro cosmos, un territorio paradigmático de sincronicidad. El enigma se resuelve en el cuerpo, como un “Catecismo animal”:

(…) No, este cuerpo no puede ser tan solo para entrar y salir.

(…) pido por esta piel con la que caigo al fondo de cada precipicio;

abogo por las manos que buscaron, por los pies que perdieron;

apelo hasta por el luto de mi sangre y el hielo de mis huesos.

Aunque no haya descanso, ni permanencia, ni sabiduría,

defiendo mi lugar:

esta humilde morada donde el alma insondable se repliega,

donde inmola sus sombras

y se va.

Gabriela Borrelli nos narra su experiencia y admiración por Orozco en el universo literario:

«La obra de Olga Orozco influenció a varias generaciones de poetas. A mí me atrapó siempre su potencia surrealista y además me llamó la atención porque siempre pareciera que la escritura poética de mujeres tenía que ser sentimentaloide o afectada a ciertos temas».

«El surrealismo, el existencialismo ficcional que maneja Olga Orozco, me atrapó, y también la extensión de sus poemas: cómo había una apropiación del espacio gráfico del poema en poemas que no terminan y que marcan finales todo el tiempo. Me parece que esa ambición territorial de sus poemas fue lo que a mí, como feminista, más me influenció y me llevó a decir: ‘guau, no tenemos que escribir corto sino que tenemos que expandir la longitud de los poemas’. Esa fue una gran enseñanza de Orozco».

Flor Codagnone es periodista, traductora y poeta feminista.

«El descubrimiento de la obra de Orozco fue hermoso y radical. Olga llegó a mi vida como una compañera, como una guía, como maga, como una bruja blanca, como una de esas personas que sólo brindan dones. Podría explicarlo en otro sentido: no sé cuánto modificó mi poesía, pero sé que me sentí protegida mientras trabajaba con ella, aunque en su protección debiera ella mostrarme un profundo dolor…».

«Por eso siento muchos deseos de celebrarla en un centenario. Olga, la poeta de versos largos. La exquisita. La periodista. La religiosa. La del profundo humor. La de la mirada penetrante. Olga, la enamorada. La maestra… La feminista. La que dijo en una entrevista con Antonio Requeni y Gloria Alcorta que el aborto le parecía ‘más que lícito cuando se trata de algo casual o cuando el niño que va a nacer no llega por amor. Para qué hablar del caso de las violaciones, de las situaciones de pérdida segura de la madre por el posible nacimiento del niño'».

La poeta chamana

Carolina Giollo, docente y poeta, destaca la faceta más mística de Orozco en la literatura:

«Olga, más que una poeta, fue una chamana, o mejor dicho: fue la poeta que le devolvió la carga chamánica a la palabra. Su poesía tiene el poder de develar lo sutil y lo imprescindible del mundo que nos rodea, su poesía se vuelve conjuro de una dimensión espiritual que está presente en las cosas y los seres que nos rodean y que no siempre podemos percibir».

«Pienso en el antiguo legado de las brujas, de las mujeres sabias y libres que fueron perseguidas, creo que en este acto de recuperar la palabra como puente entre lo sutil y lo tangible, Olga vuelve a situar el poder creador en una matriz que habita la sugerencia, la metáfora y el ritmo. Hay una transformación después de la poesía de Olga en la manera en que vemos y tocamos al mundo, y en la manera en que nos dejamos tocar por el mundo, por el misterio que es la vida».

Olga y Alejandra

Fedra Spinelli remarca la conexión espiritual entre Orozco y la joven Alejandra Pizarnik. La oscuridad de ambas se complementa; en sus poemas tienen a la infancia como karma.

Natalia Leiderman es poeta, fotógrafa y traductora. Como poeta pertenece a una generación distante de la de Orozco. Pero por supuesto también ella tiene una fuerte experiencia con su poesía:

«Como les pasó a varixs de mi generación, primero me enamoré de Alejandra Pizarnik, y de ella me remonté a Olga. Siempre me costó terminar sus libros. Cada poema tiene una intensidad que te doblega. Pienso que es de esas poetas que no es para leer sino para caer en trance. Un universo hecho de la materia claroscura de los sueños, donde vivxs y muertxs se mezclan. Siempre invocando Olga; siempre buscando rastros del otro cielo. Versos tan largos que apenas podés respirar, imágenes propias de una hechicera en llamas. Y esa voz gravísima y resonante, como recién llegada de otros mundos. De ella quiero aprender a decir hasta la última palabra, no abandonar el poema: sostenerlo, que se vuelva una furia de luz, y tener el coraje de permanecer ahí, hasta que después del estruendo queden las cenizas».

«Como ella dice: ‘el poema es solo una parte del territorio de fuego que el poeta atraviesa’. Entonces hay que ser valiente para que esa parte valga la pena. Ella logra, como toda gran maga, extender el ritual hasta el final, y eso se nota en su lenguaje centelleante, tensado al máximo; en ese indicio brutal de lo invisible que son todos sus poemas».

Orozco le dedicó a Pizarnik el poema «Pavana para una infanta difunta», título de una composición para piano de Maurice Ravel. Aquí, un fragmento:

Pequeña centinela,
caes una vez más por la ranura de la noche
sin más armas que los ojos abiertos y el terror
contra los invasores insolubles en el papel en blanco.

(…)

Pequeña pasajera,
sola con tu alcancía de visiones
y el mismo insoportable desamparo debajo de los pies:
sin duda estás clamando por pasar con tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa sombra que aún te sobrevuela en busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el caos,
o te amedrenta el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.
Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto:
en el fondo de todo jardín hay un jardín.
Ahí está tu jardín,
Talita cumi

Talita cumi tiene un significado bíblico que en arameo significa “niña, a ti te lo digo: levántate”.

El amor en forma de literatura
Su primer marido fue Miguel Ángel Gómez, director de la revista Canto y colaborador de la revista de Neruda, Caballo verde para la poesía. Llegó a publicar cuatro poemarios. Fue asesinado y su figura olvidada. Su segundo marido fue el arquitecto Valerio Peluffo, a quien le dedicó estos versos al morir:

Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel

esa larga fisura por donde te fuiste,

ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir,

acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca,

como después del paraíso que perdimos,

y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres,

esos que solamente Dios conoce,

y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia

cubriendo las respuestas que callamos,

incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.

Su legado

Con 20 libros publicados, antologías incluidas, Olga Orozco supo obtener reconocimiento en el mundo literario de su época siendo galardonada con el Primer Premio Municipal de Poesía en 1963 y el Premio de Honor de la Fundación Argentina en 1971. Obtuvo además el Premio Nacional de Teatro a Pieza Inédita en 1972 por «Y el humo de tu incendio está subiendo» y el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes (FNA) en 1980. Fue Premio Nacional de Poesía y Premio Gabriela Mistral de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1988, Premio Konex de Platino en 1994 y Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 1998, además del Konex de Honor en 2004.

Fuente: cultura.gob.ar.