Los saladeros: Política económica de Rosas y la explotación del tasajo

Los saladeros contribuyeron a la economía rioplatense, pues permitieron aprovechar íntegramente al ganado vacuno y producir carne destinada a la exportación. El tasajo era exportado a las Antillas y a Brasil para el consumo de los esclavos.

A fines del siglo XVIII comenzó a surgir otro tipo de establecimiento derivado de la ganadería: los saladeros, que lograron una explotación integral del vacuno.

Producían tasajo destinado a la alimentación de esclavos o de ejércitos en marcha; extraían el sebo y la grasa para la fabricación de las velas, el jabón y lubricantes para cueros. Desarrollaron la técnica de curtir los cueros.

Luego de los episodios de Mayo, cuando ya se podía asegurar el abastecimiento de sal desde las Salinas Grandes, las medidas de la Junta fomentaron la exportación de tasajo a las regiones que tenían mayoría de mano de obra esclava.

Entonces, los ganaderos encontraron así nuevas posibilidades y las estancias se convirtieron en empresas comerciales e industriales. Allí se instalaban mataderos y saladeros que, paulatinamente, fueron incorporando nuevas técnicas en la faena y el aprovechamiento de los animales. Los principales aportes en este sentido provinieron del químico francés Antonio Cambaceres, que se radicó en Buenos Aires en 1829.

Las exportaciones pasaron de 87 mil quintales de tasajo, en 1822, a casi 180 mil, en 1837, y más de 500 mil, a mediados del siglo. La industria fue declinando en función del ocaso del mercado esclavista.

La consecuencia del comercio libre fue el desplazamiento de los comerciantes criollos por los ingleses

Aquellos optaron por retirarse luego de un intento de lucha a través del Consulado, y cambiaron las actividades comerciales por las ganaderas, integrándose de ese modo a la división del trabajo mundial propugnada por Inglaterra.

El saladero traerá el auge de la producción agropecuaria a partir de 1815, año en que Rosas abre su primer saladero, Las Higueritas, en Quilmes.

El saladero rosista no tendrá un carácter feudal como se lo asigna José Ingenieros —La evolución de las ideas políticas en la Argentina—, sino que constituye una etapa en el desarrollo del capitalismo argentino.

Pero al mismo tiempo, y eso lo escamotean los resistas, marca el carácter dependiente, atrasado, semicolonial del capitalismo argentino desde sus orígenes. Con Rosas quedó establecido el sistema económico que convertiría al país en exportador de materias primas e importador de productos manufacturados, procedentes principalmente de Inglaterra.

Con la consiguiente dependencia que estas relaciones implicarán, sobre todo a partir de la aparición del imperialismo, en las últimas décadas del siglo.

La impotencia de la burguesía comercial para transformarse en una burguesía industrial provocó su sustitución política por la burguesía ganadera, la única clase productora, aunque de una producción subordinada al exterior.

El programa de una economía nacional, esbozado por Moreno e intentado vanamente por el grupo rivadaviano en su última época, será reemplazado en el grupo rosista por una economía estrechamente localista; los intereses del país serán desde entonces los intereses de la provincia de Buenos Aires, y los intereses de la provincia de Buenos Aires los intereses de la clase ganadera bonaerense.

La rápida riqueza que trajo el desarrollo de la ganadería provocó el total desinterés de la oligarquía porteña por fomentar un desarrollo industrial, lo que, por otra parte, la hubiera malquistado con su principal consumidor de cuero, Inglaterra.

Esta grave deformación de la economía nacional, iniciada por Rosas y los estancieros saladeristas entre los años 20 y 30, se prolongará casi hasta la tercera década del siglo siguiente.

Algunos resistas —José María Rosa en Defensa y pérdida de nuestra independencia ‘económica— alegarán que la apertura de los saladeristas hacia el mercado esclavista americano —Estados Unidos, Brasil, las Antillas— permitía a los ganaderos prescindir del mercado inglés y realizar, de ese modo, una política independiente.

Tal enfrentamiento en realidad no existió.

Los ingleses seguían siendo consumidores de los productos ganaderos al margen del tasajo y, por otra parte, el proceso de comercialización externo seguía en sus manos.

El total desinterés de la oligarquía ganadera bonaerense por el desarrollo de una industria nacional se mostró en la defensa del librecambio que hizo en 1830 el delegado de Rosas, José María Roxas y Patrón, él también un gran estanciero, frente a la posición proteccionista del gobernador de Corrientes, Ferré.

En tal ocasión, Roxas y Patrón, haciéndose portavoz de la oligarquía ganadera bonaerense, sostuvo que la ganadería era la industria madre del país.

Que no era justo que el consumo nacional pagara precios elevados por un producto industrial mediante una política proteccionista

Esta tesis sería repetida en diversas épocas por los representantes de la oligarquía ganadera para oponerse a todos los intentos de industrialización del país.

Le cupo a Rosas el triste honor de ser el precursor de esta doctrina antinacional.

Los rosistas, que no pueden ocultar esta posición de Rosas, hacen una artificiosa división entró el primer gobierno de Rosas, en el que éste todavía estaría representando los intereses locales.

Y el segundo gobierno, donde, según ellos, expresaría los intereses nacionales a través de la Ley de Aduana de 1835.

En realidad, esta ley, limitadamente proteccionista, solo estuvo en vigencia seis años; fue levantada en diciembre de 1841, después del bloqueo francés.

Había sido impuesta, en contra de la voluntad del grupo rosista, por la enorme presión de las provincias y de los pequeños industriales y artesanos de Buenos Aires.

Primeros saladeros de Argentina

  • El primer establecimiento saladero de Buenos Aires fue creado en 1810 por los ingleses Roberto Staples y Juan Me Neile.
  • En 1812, trabajaban en él cerca de sesenta hombres.
  • En 1815, la sociedad formada por Juan Manuel de Rosas, Juan Terrero y Luis Dorrego estableció en Quilmes (provincia de Buenos Aires) el famoso saladero Las Higueritas. Posteriormente se instalaron otros en las orillas del Riachuelo.

La actividad de los saladeros permitió el aprovechamiento integral del vacuno y la producción de carne para la exportación, y contribuyó a valorar la ganadería. El tasajo se exportaba a Cuba y Brasil para el consumo de los esclavos.

En 1821, la eliminación de los derechos de exportación de la carne salada transportada en buques nacionales favoreció ampliamente al sector que controlaba la actividad.

A fines de 1820 había más de veinte saladeros en Buenos Aires. Los saladeros emplearon trabajadores asalariados que tenían a su cargo una etapa de la producción.

Luego de enlazar y matar a los animales elegidos, se les sacaba el cuero y se trozaba su carne en tiras. Éstas se apilaban con abundante sal entre capa y capa. Cada diez días se asoleaba la carne y se la apilaba nuevamente. Al cabo de cuarenta o cincuenta días el producto estaba listo.

Fuentes:
Los Oligarcas Juan J. Sabreli – La Historia Popular Tomo 15 – Vidas y Milagros de Nuestro Pueblo
Historia Argentina de Luchilo-Romano-Paz
Historia 3 Historia de una Nación Miretzky y Otros

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