Las clases populares y otros sectores durante la década de 1820
En 1820, se derrumbó el poder central y cada provincia organizó su propio gobierno autónomo.

La Batalla de Cepeda de 1820 marcó el fin del directorio y, con ello, la disolución del gobierno centralista porteño. A partir de allí, después de una serie de infructuosos proyectos de organización política entre algunas de las actuales provincias, se sucedió una larga etapa de autonomías provinciales que sólo sería interrumpida entre 1825 y 1827 por un interregno centralista. Desde este momento, se fueron conformando las 14 provincias que integrarían la Argentina hasta las últimas décadas del siglo XIX:
- Buenos Aires,
- Córdoba,
- Tucumán,
- Salta,
- Santiago del Estero,
- Catamarca,
- La Rioja,
- San Luis,
- San Juan,
- Mendoza,
- Corrientes,
- Santa Fe,
- Entre Ríos y
- Jujuy (al separarse de Salta en 1834).
Desde 1820 y hasta mediados del siglo XIX las elites dirigentes compartieron una preocupación central: la necesidad de reinstaurar el orden, tanto en el plano político como en el económico y social. Respecto a este último, consideraron necesario volver a instituir criterios de obediencia y a reconstruir ciertos principios jerárquicos en la sociedad, disciplinando a los grupos populares quienes, a sus ojos, habían adquirido mucho poder y libertades a partir de la revolución. En este sentido, para los sectores populares este período implicó un retroceso respecto a los anhelos generados por la revolución, momento en el cual habían avizorado un escenario futuro mucho más prometedor, con mejores condiciones de vida y una mayor igualdad social. Así, la persecución a “vagos y malentretenidos”, la leva forzosa, los desalojos de tierras en las que se habían afincado por prácticas consuetudinarias, entre otros varios factores, fueron generando un profundo malestar que permite explicar la fuerte politización y movilización que se dio a partir de entonces en los sectores populares, tanto urbanos como del mundo rural del interior y de la campaña bonaerense.
En el ámbito económico el objetivo de los sucesivos gobiernos, en las distintas provincias, fue afianzar la producción. Fue a partir de la ganadería que se dio el crecimiento económico del período, un crecimiento desigual en términos regionales. Las guerras de independencia habían dejado desbastadas tanto a las provincias del norte como a las del litoral; por el contrario, Buenos Aires, al no haber librado batallas en su territorio, pudo recuperarse de manera más
rápida. La exportación de productos derivados de la ganadería bovina – cueros y sebo – y el volumen de comercio que entraba y salía por el puerto le otorgaron un presupuesto y una situación financiera holgada. Esto le permitió consolidar un lugar central entre el resto de las provincias.
Si bien a lo largo de esta década el modo de vida de las clases populares no cambió demasiado respecto a las décadas previas, la calidad de vida de los pobladores de la ciudad de Buenos Aires y del litoral mejoró fundamentalmente en cuanto a la comida y la vestimenta, por el aumento de su salario – dada la escasez de mano de obra – y de su capacidad adquisitiva. De hecho, se ha demostrado que en el período posrevolucionario aumentó la altura de los hombres, y que el incremento fue mayor en los no blancos.
En relación con la vestimenta, si bien los tejidos de lana del interior, al igual que los ponchos de fabricación indígena, se siguieron vendiendo en Buenos Aires y en el Litoral, fue cada vez más común que las clases populares allí residentes utilizaran prendas de algodón y ponchos fabricados en Manchester ya que, por el influjo del librecomercio y por la revolución industrial en marcha en Inglaterra, terminaban siendo mucho más económicos que los producidos en el
interior. En referencia a esto, Eduardo Galeano (2004) planteaba:
Los agentes comerciales de Manchester, Glasgow y Liverpool recorrieron Argentina y copiaron los modelos de los ponchos santiagueños y cordobeses y de los artículos de cuero de Corrientes, además de los estribos de palo dados vuelta «al uso del país». Los ponchos argentinos valían siete pesos; los de Yorkshire, tres. La industria textil más desarrollada del mundo triunfaba al galope sobre las tejedurías nativas, y otro tanto ocurría en la producción de botas, espuelas, rejas, frenos y hasta clavos. La miseria asoló las provincias interiores argentinas, que pronto alzaron lanzas contra la dictadura del puerto de Buenos Aires.
Para asegurar la expansión económica y ganar tierras para la producción, el Estado se dedicó a correr la frontera con los indígenas. Para ello se valió de las partidas de soldados que quedaron como saldo luego de la desmovilización del ejército y las milicias, terminadas las guerras de independencia. Tanto las expediciones para la expansión de la frontera como la guerra contra el Brasil ampliaron la leva forzosa que involucraron directamente los sectores populares. Para
éstos, la única forma de evadir la leva era presentar una “boleta de conchabo” que acreditaba ser un trabajador asalariado fijo, en situación de dependencia. Sin embargo “el conchabo era habitualmente temporal y los peones se movían mucho, con lo cual podían no contar con papeletas pese a estar incluidos en el mercado de trabajo, porque dejaban un establecimiento para ir a otro”. En esas coyunturas en las cuales se ampliaba la leva los intereses inmediatos del Estado y de los grandes propietarios – que siempre necesitaban mano de obra – chocaban, por eso “hubo ocasiones en las que éstos ocultaron a sus peones para evitar el reclutamiento o que otorgaron papeletas de conchabo falsas a paisanos de su zona para protegerlos”.
En el plano político, a partir de 1820 cada provincia fortaleció su poder desconociendo las aspiraciones autonómicas de los pueblos de su interior. En otras palabras, muchas provincias fueron federales hacia afuera y centralistas hacia adentro, imponiendo las autoridades en los poblados más chicos al interior, algunos de los cuales hasta el momento habían gozado de bastante autonomía. En relación con esto, a diferencia de Buenos Aires, el resto de las provincias comenzó a organizarse en departamentos, esto implicaba una decisión o control central desde la capital de la provincia hacia su interior. Buenos Aires fue la única que se organizó por partidos, siguiendo la usanza colonial, la figura principal de cada partido era el juez de paz.
Bibliografía:
DI MEGLIO, Gabriel (2006). ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el Rosismo, Buenos Aires, Prometeo.
DI MEGLIO, Gabriel (2012). Historia de las clases populares en Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, Tomo 1