La innecesaria muerte de José Virasoro
Militar argentino y caudillo federal de la provincia de Corrientes, fue enviado a San Juan por el presidente Urquiza cuando intervino la provincia tras la muerte del caudillo sanjuanino Nazario Benavídez.

El 16 de noviembre de 1860 fue asesinado José Antonio Virasoro mientras ejercía el cargo de gobernador de la provincia de San Juan. Militar argentino y caudillo federal de la provincia de Corrientes, fue enviado a San Juan por el presidente Urquiza cuando intervino la provincia tras la muerte del caudillo sanjuanino Nazario Benavídez, de quien escribimos en la anterior nota.
Cuando en octubre de 1858 fue asesinado el caudillo Nazario Benavídez, por una revolución apoyada por los unitarios de Buenos Aires, el presidente Urquiza intervino la provincia, enviando como máximo jefe militar a Virasoro. Este puso en la cárcel a varios de los complotados, mientras la Confederación Argentina declaraba la guerra al Estado de Buenos Aires, derrotándola y reunificando el país por medio del Pacto de San José de Flores.
En enero de 1859, Virasoro fue nombrado gobernador interino, y en septiembre fue confirmado con el carácter de gobernador titular. Sus relaciones con los unitarios sanjuaninos fueron pésimas, pero tampoco tuvo el apoyo popular en su propio partido, el federal.
Gobernó rodeado de un círculo cerrado, en que la mayor parte de sus colaboradores eran correntinos. Se decía que despachaba sus asuntos de gobierno en idioma guaraní.
Los federales sanjuaninos pidieron al presidente Urquiza, y luego a su sucesor Santiago Derqui ayuda contra el “forastero”. Por su parte, los unitarios decidieron derribarlo por la fuerza.
Que la muerte de Virasoro fue innecesaria lo demuestra el hecho de que reconciliadas momentáneamente la Confederación y el Estado de Buenos Aires y buscando ambas partes la unidad nacional, el 11 de noviembre se reúnen en Paraná, Justo José de Urquiza, el general Bartolomé Mitre, gobernador de Buenos Aires y Santiago Derqui, presidente de la Confederación.
Preocupados por la situación de San Juan, deciden enviarle una carta a Virasoro en la que le expresan que “nos permitimos aconsejarle un paso que le honraría altamente y que resolvería de una manera decorosa para todos la crisis por la que está pasando esa desgraciada provincia”.
“Este paso que le aconsejamos amistosamente —dice la carta— es que meditando seriamente sobre la situación de San Juan, tenga V.E. la abnegación y el patriotismo de dejar libre y espontáneamente el puesto que ocupa en ella, a fin de que sus aptitudes militares puedan ser utilizadas en otra parte de la Nación, con mayor honra para el país y para V.E. mismo”.
En pocas palabras, el gobernante correntino iba a renunciar a su cargo. La carta fue despachada el día 16, el mismo en que fue asesinado Virasoro.
Una banda armada, aparentemente enviada en su contra por el dirigente liberal Antonino Aberastain desde la vecina ciudad de Mendoza, lo atacó en su casa. El gobernador ensayó una débil defensa. También murieron un hermano, un cuñado, varios oficiales y algunos funcionarios, además de provocar heridas en varias otras personas, entre ellos un niño, hijo de Virasoro, que murió con el niño en brazos.
Los diarios de Buenos Aires aplaudieron la revolución y la muerte del «tirano». Más tarde, los mismos diarios, que también habían aplaudido la muerte de Benavídez, condenarían la muerte de sus sucesores, los mismos que lo habían asesinado. Ese conflicto sería uno de los más importantes que llevarían al fracaso el Pacto de San José de Flores y a la batalla de Pavón. Esta última conduciría a una reunificación definitiva del país, pero con el partido federal proscripto.