La amistad del cura Brochero y Santos Guayama

Guayama, el gaucho sanjuanino que robaba y repartía. Brochero, el cura cordobés que evangelizaba y alimentaba. Eran tan diferentes que forjaron una gran amistad.

Uno era sanjuanino, el otro cordobés. Uno era gaucho montonero. El otro era cura gaucho. Los dos se instalaron en la fe popular. Fueron dos amigos, antagónicos, pero la historia de esta amistad es mítica y recalca el carácter humanitario del Cura Brochero.

“El beato siempre salía a buscar a los más alejados de la Iglesia y de la justicia, a los malandras. Los llevaba a los ejercicios espirituales, porque consideraba que era el método para convertirlos”.

Santos Guayama fue un famoso cuatrero que asolaba los ganados de San Juan, Mendoza, La Rioja y San Luis. Fantástico jinete y experto manejador de armas gauchas, era perseguido por la justicia y se internaba en los cerros o en el refugio seguro de los pantanos de Huanacache. El pueblo estuvo siempre de su lado, porque lo consideraban el Robin Hood criollo, le robaba a los ricos para darle a los pobres.

Costaba dar con su paradero, pero “Brochero buscó a Santos Guayama para el lado de La Rioja, ámbito de su acción. En esos montes y pampas se entrevistó con él y lo invitó a la casa de los ejercicios. Le dijo que si él iba a Villa del Tránsito, hoy Villa Cura Brochero, iban a seguirlo a Guayama 200 hombres más para su movimiento. Y ahí quedó en la promesa de hacerlo”.

Pero en ese ínterin, tras una desatada guerra por el agua de las Lagunas en 1862, Guayama fue apresado: la Justicia lo emboscó en San Juan. Lo llamaron de engañado por asuntos de animales, para negocios de cuatrerismo, y en una finca local lo apresaron. Así, decidió mandarle una carta a Brochero: «Venga padre, que me matan», le escribió al sacerdote cordobés.

“Entonces el Cura Brochero se contactó con políticos y personas influyentes de San Juan para evitar la ejecución. Tocó a gente influyente por un indulto para su amigo. Pero al final, lo ajustician a Guayama. Y el cura se quedó con las ganas”.

Para Brochero, fue uno de sus grandes dolores ya que trató de ayudarlo pero sólo logró una promesa del presidente Roca que no se cumplió. Su protegido, que tanto había colaborado para que levantara una de sus grandes obras que es la casa de Ejercicios Espirituales en Córdoba, no logró conocerla. Por eso pidió que le hicieran una pintura, para recordarlo.

Hoy, la fe hizo que uno de los sobrinos nietos de Santos Guayama fuera uno de los albañiles de la Capilla en Lagunas de Guanacache y que otros descendientes pudieran conocer la casa de ejercicios espirituales de Brochero, dando cierre a ese sueño inconcluso.

Estos amigos tenían muchas diferencias, pero en algo se parecían: les gustaban las pilchas gauchas y estar cerca de los pobres, del arrabal. Uno robaba y repartía. El otro evangelizaba y alimentaba. Uno se hizo mito popular a pesar de las 9 muertes que le escribieron. El otro se hizo beato.