Juan Moreira, el gaucho convertido en leyenda
La historia de Moreira, pequeño propietario agrícola y líder alsinista, es la de un hombre perseguido por la policía, luego de salir airoso de un duelo a chuchillo.

Lo primero que hay que decir es que Juan Moreira fue un personaje histórico. Antes de insertarse de lleno en el imaginario popular argentino y de ser representado en distintas obras culturales, Moreira existió y dejó huella en su paso por estas tierras.
Nació en 1829, en el partido de San José de Flores, donde hoy se ubica el barrio porteño de Floresta. De niño se mudó con su familia al partido de La Matanza, donde vivió durante varios años. Su padre fue José Custodio Moreira, un español que también se ganó una reputación que trascendería los tiempos e integró la Mazorca, la organización policial que servía a Juan Manuel de Rosas cuando era gobernador de la provincia de Buenos Aires. Según los testimonios de la época, era tal su crueldad y su nivel de violencia que el mismo Rosas ordenó su ajusticiamiento.
En cuanto a Juan Moreira, las primeras décadas de su vida transcurrieron pacíficamente. Se destacó por sus labores rurales y, al haber obtenido sus propias hectáreas de tierra, las destinó a la siembra y a la cría de ganado vacuno.
Sus buenos modales, su fama de trabajador y su impronta física captaron la atención de una mujer, que por entonces era conocida como “la Vicenta”. Con el consentimiento del padre de la mujer, no pasó mucho tiempo hasta que Moreira y Vicenta se casaron y formaron una familia.
Juan Moreira, el gaucho que se sublevó ante las injusticias
El casamiento con Vicenta sería el inicio de todos sus problemas ya que el Teniente Alcalde de la zona –conocido como Don Francisco- también estaba enamorado de ella y empezó a perseguirlo acusándole de hechos injustificables. La primera multa que recibió de Don Francisco fue por la fiesta de la noche de bodas sin la autorización del Teniente Alcalde, por lo que tuvo que pagar 500 pesos.
Fue entonces cuando se sucedieron una serie de acontecimientos injustos que terminaron en tragedia. Moreira había dado un préstamo de 10 mil pesos al entonces almacenero del pueblo, de apellido Sardetti. Como el deudor no le devolvía el dinero, Moreira hizo el reclamo ante Don Francisco, pero Sardetti negó la situación y el Teniente Alcalde determinó el castigo de Juan Moreira por “reclamar lo que no era suyo”.
Moreira le dijo a Sardetti que le iba a propiciar una puñalada por cada mil pesos que éste le debía, y cumplió con su palabra. Luego, Don Francisco y otros ayudantes intentaron detener al gaucho, y también cayeron abatidos.
A partir de entonces, Juan Moreira comenzó a transitar el período de su vida por el que más tarde sería conocido. Viajó por pueblos como Navarro, General Las Heras y 25 de Mayo, y ganó cuanto duelo se le cruzó por el camino.
Incluso llegó a trabajar como hombre de seguridad de importantes políticos. Fue guardaespaldas de Adolfo Alsina, quien le regaló un facón de tamaño considerable. Moreira hacía estos trabajos buscando que su nombre y su figura fueran limpiados, lo cual nunca sucedió.
Con las botas puestas
El 30 de abril de 1874 no sería turno de una “guapeada” más. La emboscada que le tejiera Víctor Calabró, nuevo Gobernador de la Provincia, tuvo como escenario la pulpería “La Estrella”, en Lobos, allí donde Moreira solía en busca de Laura, su amante predilecta. Y vaya sorpresa se llevaron los tórtolos: un veintenar de policías tenía la orden de no dejar escapar a Moreira; quien, a su intento de saltar la tapia del boliche, recibe un bayonetazo del sargento Chirino. Aún malherido, la réplica respondió a la última empuñadura de su daga: tras disparar su trabuco hacia el rostro de Chirino, el gaucho cortó cuatro dedos del sargento con el filo de su arma emblema y, recién entonces, al cabo de unos minutos, caería muerto. Anunciado final para quien ha sabido sobrevivir en la memoria popular, erigirse cual mito. No por aquella historia de que quien mal anda, mal acaba; sino porque no cabía, acaso, desenlace más acorde: Moreira muere con las botas puestas, en su ley; a pesar de haber huido de aquella otra, la ley de la justicia de Estado. Aquella para la que, y no caben dudas, Juan Moreira ha sido un criminal. Las voces del ayer, el boca a boca de su recuerdo, la reconstrucción de su memoria y figura, lo subirán al pedestal de personajes legendarios de las leyendas populares. Juan Moreira, el gaucho bravucón, el cuchillero de poncho y caballo; aquel que sorteó su infortuito destino a capa y espada, a daga y “guapeada”.
Así, Moreira falleció a la edad aproximada de 45 años. Hoy, sus restos descansan en el cementerio de Lobos y su figura se mantiene presente en el imaginario popular argentino.