Juan José Castelli
Fue un abogado y funcionario del Virreinato del Río de la Plata. Participó activamente en política frente a la crisis de la monarquía y en el movimiento juntista que se produjo en Buenos Aires en mayo de 1810. Por su discurso en el Cabildo Abierto del día 22 se lo conoce como «el Orador de Mayo».

Síntesis biográfica
Juan José Castelli nació en Buenos Aires, el 19 de julio de 1764, en ese entonces parte integrante del Virreinato del Perú. Fue el primero de los siete hijos del médico veneciano Ángel Castelli Salomón y María Josefa Villarino. A través de su abuela materna estaba emparentado con Manuel Belgrano, de quien era su primo segundo.
El 17 de febrero de 1779, Castelli ingresó al prestigioso Real Colegio de San Carlos, institución que había iniciado su actividad docente seis años antes. Lo hizo en el curso de Lógica. Una vez aprobado, al año siguiente, ingresó al curso de Física pero al final del periodo lectivo su nombre no figuró entre los egresados. Según una tradición familiar, un pariente rico había dispuesto en su testamento un legado o manda para un hijo del matrimonio Castelli que quisiera ordenarse de sacerdote. Para aprovechar esta oportunidad, los padres decidieron que Juan José fuera a estudiar a Córdoba, en el famoso Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat, que dependía de la Universidad Real de Córdoba del Tucumán y a donde convergían alumnos de distintos lugares del virreinato. Como el nombre lo indica, era un colegio donde los alumnos podían vivir mientras estudiaban. Para ingresar, Castelli cumplió con los requisitos de ser cristiano viejo, estar limpio de toda sangre de herejes y ser hijo de matrimonio legítimo. Fueron sus compañeros: Pedro y Mariano Medrano, Manuel Alberti, Juan Ignacio y José Ignacio Gorriti, Nicolás Laguna, José Gaspar Francia. También compartió el colegio con Saturnino Rodríguez Peña y Antonio de Esquerrenea que serán sus amigos toda la vida.
Durante los años 1781 y 1782 Castelli cursó las materias de gramática y latinidad. En febrero de este último año, el colegio Monserrat se trasladó al edificio donde funcionará desde entonces hasta la actualidad. Castelli fue uno de los alumnos que inauguró esa nueva sede. Una vez completado este ciclo pasó al universitario cursando filosofía y teología durante tres años. Luego de permanecer cinco años en Córdoba, en octubre de 1785, volvió a Buenos Aires, con la decisión de no seguir la carrera sacerdotal por la que no sentía ninguna vocación.
Por razones que no se conocen, Castelli no siguió los pasos de su primo Manuel Belgrano que fue enviado a continuar sus estudios a la Universidad de Salamanca en España. En octubre de 1786, Belgrano desembarcó en La Coruña y al mes siguiente intentó inscribirse en Salamanca. Dos meses antes, en agosto de 1786, Castelli llegó a Chuquisaca y, tras aprobar el difícil examen de ingreso, juró como recipiendario ante el ministro director de la Real Academia Carolina de Practicantes Juristas de Charcas y demás autoridades. Una de las cuatro promesas que hizo fue: «[…] defender la sanción XV del Concilio Constantiense en que se proscribe el regicidio y el tiranicidio» lo que obligaba a los futuros doctores, no solo a defender y conservar la justicia, sino también la fidelidad al Rey. Durante dos años estudió y realizó prácticas en la Real Academia Carolina, una institución para universitaria de asistencia obligatoria donde, mediante el método de estudio de «casos», los alumnos realizaban prácticas diarias en la que desempeñaban diversas funciones procesales. Esta institución había sido fundada en 1776 tras la expulsión de los jesuitas y constituía «un espacio donde se encontraban y tensionaban la Universidad y la administración política» lo que la constituía en un espacio libre del ámbito eclesiástico. Castelli recibió una educación que estructuró su universo jurídico-conceptual en tres niveles: el primero fue el escolástico, basado en textos teológicos y políticos españoles: Vitoria, Francisco Suárez, etc.; el segundo fue una mezcla de saber técnico-jurídico con una práctica sobre casos reales. La base teórica de este nivel no abandonó el tradicional Código de Justiniano, la Recopilación de Leyes de las Indias, Juan de Solórzano Pereira, etc., lo novedoso fue la forma y los objetivos cómo se encaraban esos contenidos. El tercer nivel fue el Iluminismo. Los iluministas españoles, Feijoo, Campomanes o el napolitano Gaetano Filangieri eran consultados por alumnos y examinadores. El Espíritu de las Leyes de Montesquieu se citó con frecuencia en los alegatos, y su concepción de una monarquía constitucional que pudiera limitar el despotismo de los ministros tuvo muchos adherentes. La Ilustración estuvo «indudablemente de moda […] en su versión elitista, como signo, código de reconocimiento entre gente cultivada, entre los hombres de buena compañía». Todos estos conocimientos le permitieron a Castelli desempeñarse con eficacia en puestos administrativos y políticos.
En Córdoba, compartió el colegio con Domingo Belgrano, hermano de Manuel. En Chuquisaca estuvo con otro de los hermanos que también estudiaba allí: José Gregorio Belgrano. En las cartas, que tanto Domingo como José Gregorio, enviaban a su familia, aparecen noticias del primo Castelli, de los avances en sus estudios y los saludos que este enviaba a la familia Belgrano. El dinero y otros recursos requeridos por Juan José para solventar su estadía y educación en Chuquisaca fueron proporcionados por comerciantes de esa ciudad relacionados con Domingo Belgrano Peri y que eran cancelados en Buenos Aires por el padrastro de Castelli, José Joaquín Terreros.6 Entre marzo y abril de 1788, con 24 años de edad, regresó a Buenos Aires pasando por Potosí, ciudad donde pudo comprobar la enorme riqueza de los azogueros y la gran miseria de miles de indios que eran explotados en las minas.7Ya en Buenos Aires, se estableció como abogado, abriendo un estudio en la casa familiar. Representó a la Universidad de Córdoba en distintas causas, y a su tío Domingo Belgrano Peri. Su relación con Saturnino Rodríguez Peña se extendió a su hermano, Nicolás Rodríguez Peña y a su socio Hipólito Vieytes. La casa de Rodríguez Peña sería, posteriormente, la sede de reuniones frecuentes de los criollos revolucionarios.
En 1794 se casó con María Rosa Lynch y tuvieron como hijos a Ángela, Pedro (el futuro coronel), Luciano, Alejandro, Francisco José y Juana. A través de su cuñado, Justo Pastor Lynch, de importante fortuna, pudo relacionarse con altos funcionarios coloniales y clero.
Su desarrollo profesional le permitió comprar, en agosto y tomar posesión el 7 de diciembre de 1798, la chacra de 335 hectáreas que perteneciera al obispo Azamor y Ramírez en las afueras de la capital virreinal, en el actual barrio de Núñez a la que trasladó su vivienda recién a principios de 1808. Eran sus vecinos en la zona, Cornelio Saavedra, Juan Larrea, Miguel de Azcuénaga y José Darregueira. En dicha chacra tuvo sembrados y una fábrica de ladrillos.