Enrique García Velloso

Director de teatro, guionista, ensayista, crítico teatral y periodista, dramaturgo argentino que escribió más de cien obras y abordó todos los géneros. Sus obras pintan la vida argentina en sus formas más auténticas, libres de todo efectismo, aunque a menudo su calidad se resiente por el talento repentista y poco reflexivo del autor.

Fue un escritor de múltiples aspectos, pero su talento de dramaturgo prevaleció por encima de las otras inquietudes que también ocuparon su laboriosa existencia.

Nació en Rosario en 1880, año de la federalización de Buenos Aires y cuando los argentinos se afanaban por la europeización de esa ciudad particularmente el Gral. Roca, presidente de la Nación que aspiraba una imponente capital en su fachada edilicia, teatral y literaria y cuando embarcaba a Argentina en su proyecto de Nación,

Trasladado su padre, Enrique fue a vivir a Buenos Aires y en esos avances creció García Velloso, “Vellosito» lo llamarían para distinguirlo del profesor de castellano y autor de varios textos didácticos de literatura, que era su padre.

Fue un brillante alumno del Colegio Nacional donde José Ingenieros sería su profesor, y con sólo dieciséis años escribiría en 1896 solo su primera obra donde pintó con sutileza, amenidad y profundo sentido del humor, la vida porteña.

Su vocación periodística también fue precoz. No tenía 17 años cuando ingresó como redactor del diario “La libertad”, que en Santiago del Estero fundara Ricardo Rojas, trasladándose poco después a Buenos Aires para desempeñarse en el diario «El Tiempo” de Carlos Vega Belgrano, en cuya redacción tuvo por compañeros a Rubén Darío y a Leopoldo Lugones, pasando en 1907 a incorporarse al diario «La Nación como crítico teatral, y simultáneamente escribiría en «Caras y Caretas».

Sus primeras obras teatrales no tuvieron éxito, cuando puso en escena una pieza urdida durante los años de estudiante: ”Chink Yonck” un sainete a la española mezcla de zarzuela y drama cómico, inspirada en la figura de “Jack, el destripador” siguiéndole otro sainete musical: «Gabino el mayoral» que sería también un fracaso, hasta que cuatro años después con la representación de ““El chiripá rojo”” alcanzó un éxito clamoroso que habría de repetirse con el drama de tema gauchesco “Jesús, el Nazareno” (1902) y “Caín” interpretados por la compañía de Jerónimo Podestá.

Desde entonces y a través de cuarenta años la producción teatral del dramaturgo, pues cumplidas así los primeros escarceos entre las compañías de género chico español y algunas escenas gauchescas, se fueron eslabonando sus éxitos, en mérito a la plasticidad de comediógrafo, disputándose los intérpretes de la época, sus argumentos como los consagrados artistas españoles María Guerrero y Fernández Díaz de Mendoza. Entre ellos el famoso vaudeville de «Casa de soltero» en 1904.

Su comedia “Fruta picada” estrenada en 1907 fue la primera pieza argentina de amplísimo éxito en Europa representada Florencio Parravicini en España consagrando su nombre y el de García Velloso significó .la máxima animación teatral de su tiempo y la piedra fundamental de la Sociedad de Autores, siendo el primero en presidirla.

Abundante y dispersa fue su producción que alcanzó el centenar de piezas teatrales incursionando en distintos géneros: zarzuela, entremés, estampa suburbana, el drama social y el histórico, la tragicomedia y la opereta. Compuso «Gigoló», comedia con desenlace trágico; una novela histórica «Veinticinco horas del dictador», pero las ovaciones llegaron a la cúspide con la desopilante obra «El tango en París» (1913).

Integró el grupo fundador de la Sociedad General de Autores de la Argentina “Argentores” y fue su primer presidente.

Entre las numerosas novelas que escribió que tuvieron amplia aceptación se destacan: “Trinidad Guevara”, “Besos brujos”, “El falsificador de emociones” y “Neurosis sentimental”. Después de su muerte fue editada su obra ”Memorias de un hombre de teatro”.

En 1921 adelantó en el diario “la Nación” la divulgación de parte del material que integró el citado libro de Memorias.
De los cinco capítulos entonces publicados reseñando la actuación de la familia Podestá, que vino a resaltar la historia del teatro nacional desde las manifestaciones precursoras del drama criollo, donde el primero recuerda los comienzos del mismo en Rosario y la atracción que suscitaba en el público, actitud explicable porque esas obras gauchescas condensaban sin excepción, la reacción popular con la prepotencia de las autoridades provinciales, siempre irritadas frente a la franca y denodada oposición de la comunidad rosarina.

No demoraron las autoridades en responder a tal reprimida protesta, donde recalcaban que la prohibición de representar “Dramas criollos” en los circos y teatros de la ciudad de Rosario, se debió a que en julio de 1893, la revolución radical había causado un impresionante número de heridos y urgía evitar nuevos disturbios y víctimas; por ello el Intendente de entonces, Manuel Escalante, emitió tal decretó el día 12 estableciendo que dichas representaciones despertaban instintos sanguinarios contra las autoridades.

Incansable en sus proyectos, se concretaron los cimientos del Conservatorio de Arte Dramático, por el cual el Ejecutivo adquirió el majestuoso teatro Cervantes en 1928, y contando con el apoyo del Gobierno Nacional a través del presidente Marcelo Torcuato de Alvear y su esposa Regina Pacini creó la Casa del Teatro, donde aún en la actualidad se asilan los desvalidos ancianos de la farándula.

García Velloso en la plenitud de la vida, fue excepcionalmente afortunado en todos los aspectos: nada le faltaría: fama, éxito, honores y oro, (dinero que le redituaron sus obras de teatro) pero la muerte de su única hija y la ausencia de su esposa lo sumirían en sus últimos años en una profunda tristeza.

Murió a los cincuenta y siete años en Buenos Aires, el 27 de enero de 1938.

Había recopilado sus memorias y ordenado anécdotas sobre los personajes y hechos que recrearon su existencia.