El regreso de San Martín a América
A principios de marzo de 1812 arribaron a Buenos Aires José de San Martín, Matías Zapiola y Carlos María de Alvear. Estos jóvenes criollos que habían hecho sus primeras armas en España fundaron, entre otros, una sociedad secreta que se llamó Logia Lautaro.

En su edición del viernes 13 de marzo de 1812, el periódico «La Gaceta de Buenos Aires» informa de la llegada de la fragata inglesa «George Canning», salida de Londres cincuenta días atrás. Trae noticias de la difícil situación por la que atraviesa España. Informa, también, que a bordo arribaron como pasajeros seis americanos y un europeo, todos oficiales de las armas monárquicas, entre ellos, el teniente coronel José Francisco de San Martín. La información decía así:
«El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa Jorge Canning, procedente de Londres en 60 días de navegación. Comunica la disolución del ejército de Galicia y el estado terrible de anarquía en que se halla Cádiz, dividido en mil partidos y en la imposibilidad de conservarse por su misma situación política. La última prueba de su triste estado son las emigraciones frecuentes, y aún más a la América Septentrional. A este puerto han llegado, entre otros particulares que conducía la fragata inglesa, el teniente coronel de caballería D. José San Martín, primer ayudante de campo del general en jefe del ejército de la Isla, marqués de Coupigny; el capitán de infantería D. Francisco Vera; el alférez de carabineros reales D. Carlos Alvear y Balbastro; el subteniente de infantería D. Antonio Arellano y el primer teniente de guardias valonas, barón de Holmberg. Estos individuos han venido a ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria»
Comentario del Primer Triunvirato en carta a Juan Martín de Pueyrredón:
«No olvide usted, en este trance, la miserable situación de España. En la fragata inglesa Canning, que hace tres días llegó a este puerto, han venido dieciocho oficiales que, desesperados de la suerte de España, quieren salvarse y auxiliar a que se salven estos preciosos países».
Se vivía, pues, en España, un clima de fin del mundo y «sálvese quien pueda». Es de suponer que la corona inglesa había corrido con los gastos, al fletar este nutrido grupo de oficiales, porque acababa de vencer a las escuadras francesa y española en Trafalgar (donde murió el almirante Nelson, idolatrado por los ingleses) por lo que Gran Bretaña se proponía concretar un sueño largamente acariciado: arrebatar a España sus ricas colonias en América del mismo modo que españoles y franceses, pocos años atrás, habían fomentado la revolución norteamericana, para separar a las Trece Colonias de Inglaterra y acercarla a su comercio.
San Martín en Buenos Aires
San Martín era prácticamente un desconocido en estas Buenos Aires, muy pocos recordaban a su padre y a su madre, y menos son aún, los que lo conocieron de niño, durante su breve estadía en Buenos Aires. Su estatura, ahora no supera el 1,70 mts. Su rostro es de color moreno. La nariz es aguileña y grande; sus prominentes y negros ojos no permanecen nunca quietos y son dueños de una mirada vivísima.
Se destaca por su inteligencia y por sus modales tranquilos, dominaba el francés, leía con frecuencia y sus autores predilectos eran Guibert y Epicteto, cuyas máximas observaba, o procuraba observar, como militar y como filósofo práctico.
En tres ocasiones, el Libertador explica los motivos que tuvo para regresar a América. Así, en 1819, dirá:
«Hallábame al servicio de la España el año de 1811 con el empleo de comandante de escuadrón del Regimiento de Caballería de Borbón cuando tuve las primeras noticias del movimiento general de ambas Américas, y que su objetivo primitivo era su emancipación del gobierno tiránico de la Península. Desde este momento, me decidí a emplear mis cortos servicios a cualquiera de los puntos que se hallaban insurreccionados: preferí venirme a mi país nativo, en el que me he empleado en cuanto ha estado a mis alcances: mi patria ha recompensado mis cortos servicios colmándome de honores que no merezco…»
Y en 1827, hablando de sí en tercera persona, manifestará: «El general San Martín no tuvo otro objeto en su ida a América que el de ofrecer sus servicios al Gobierno de Buenos Aires: un alto personaje inglés residente en aquella época en Cádiz y amigo del general, a quien confió su resolución de pasar a América, le proporcionó por su recomendación pasaje en un bergantín de guerra inglés hasta Lisboa, ofreciéndole con la mayor generosidad sus servicios pecuniarios que, aunque no fueron aceptados, no dejaron siempre de ser reconocidos.»
Veinte años más tarde, volvió sobre el tema al decir a Ramón Castilla: «Como usted, yo serví en el ejército español, en la Península, desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente coronel de caballería. Una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar.»