El grito de Asencio
Fue la decisión tomada por criollos de la Banda Oriental el 28 de febrero a orillas del arroyo Asencio, de emprender las primeras acciones revolucionarias contra las autoridades realistas españolas de Montevideo, adhiriendo a la Junta de Buenos Aires.

El 28 de febrero de 1811, de 80 a 100 hombres capitaneados por Venancio Benavídez y Pedro José Vieira, reunidos a orillas del arroyo Asencio, proclamaron su desconocimiento del gobierno español.
Es la reunión que pasó a la historia con el nombre de grito de Asencio, iniciación de una serie de levantamientos patriotas que tuvo culminación en el combate de Las Piedras, al que siguió el primer sitio de Montevideo.
Después de la reunión a orillas del arroyo Asencio, se manifestaron los pueblos del interior: San Carlos, Minas, Maldonado, Durazno, Canelones, Pantanoso y comenzaron a surgir partidos y caudillos.
Los conjurados de Asencio se dirigieron a Mercedes y confraternizaron con la guarnición del lugar, eligiendo como jefe al teniente de blandengues Ramón Fernández. Cuando ese núcleo llegó a Soriano formaba una columna de 300 hombres. Ante la eventualidad de un ataque de fuerzas veteranas de Colonia y de Montevideo, se pidió ayuda a Belgrano y a Artigas; este último se encontraba en Nogoyá con 150 blandengues.
Mientras tanto, paisanos reunidos por Bartolomé Zapata, y armados con lazos y cuchillos, se apoderaron de Gualeguay sin resistencia y, habiendo engrosado sus filas, tomaron la capilla de Arroyo de la China.
Artigas y Martín Galain respondieron al pedido de auxilio que había hecho Ramón Fernández desde Mercedes, con 80 blandengues el primero y con una pequeña vanguardia a las órdenes de Miguel Estanislao Soler el segundo.
Una fuerza de desembarco de Michelena fue rechazada en Soriano y forzada a reembarcarse, en los primeros días de abril. La campaña de la Banda Oriental se levantó en armas, con caudillos locales, contra la autoridad de Elío.
José Rondeau, que servía a las órdenes de Michelena y hacía tiempo que buscaba la ocasión para pasar a las filas de la revolución, huyó a Buenos Aires, como Artigas, y recibió de la Junta el grado de teniente coronel de dragones.