Domingo Faustino Sarmiento
Político y escritor argentino, presidente de la República entre 1868 y 1874 y autor de una copiosa producción periodística, pedagógica y literaria, entre la que sobresale su novela Facundo o Civilización y Barbarie.

Su padre, José Clemente Quiroga Sarmiento y Funes, era un soldado veterano de las guerras por la independencia de Argentina, y su madre, que había perdido muy joven a su propio padre, tuvo incluso que vender su vestuario y enseres para poder costearse una casa propia. Hijo pues de una familia humilde, aunque vinculada a las casas más tradicionales y representativas de la ciudad, el pequeño Faustino asistió desde los cinco años a la recién creada Escuela de la Patria, en la que a lo largo de nueve años recibiría su única educación sistemática.
Su formación se vería ampliamente complementada bajo la guía de los presbíteros José de Oro y Juan Pascual Albarracín, con los que tenía parentesco, y por su propio esfuerzo autodidacta. En 1826, con solamente quince años, Domingo Faustino Sarmiento creó su primera escuela en San Luis, en San Francisco del Monte de Oro. Tenía como alumnos a jóvenes de su misma edad e incluso mayores que el maestro; a todos ellos les contagiaría su insaciable curiosidad, su afán de aprender y su pasión por los libros.
Tras la proclamación de la independencia en el Congreso de Tucumán (1816), las Provincias Unidas del Río de la Plata (la actual Argentina) vivían por aquellos años una etapa de violentos conflictos entre unitarios y federales que se prolongaría durante décadas. Los unitarios propugnaban el establecimiento de un gobierno centralizado en Buenos Aires; pero la opción federalista (constituir un estado federal que dotase de máxima autonomía a cada territorio) tenía mucha fuerza en las zonas rurales y era apoyada por los poderosos caudillos de las distintas provincias.
En 1829, con dieciocho años, Sarmiento vio pasar por San Juan una montonera encabezada por el caudillo Facundo Quiroga. Tal episodio revestiría importancia decisiva en su configuración ideológica, política y literaria: horrorizado por el violento despotismo de los caudillos federales, y siguiendo sus ideales liberales e ilustrados, Domingo Faustino Sarmiento se hizo unitario y se unió al ejército que luchaba contra Facundo Quiroga, a quien retrataría años después en Facundo (1845) como encarnación de la barbarie.
En Chile
Derrotadas las fuerzas unitarias en la batalla de Chacón, Sarmiento se vio obligado a emigrar a Chile (1831), en donde trabajó como maestro, minero y empleado de comercio. El asesinato de Facundo Quiroga (1835) y la política del gobernador de San Juan, el general Nazario Benavídez, posibilitaron en 1836 el regreso de Domingo Faustino Sarmiento a su provincia, en la que fundó una sociedad literaria, un colegio de señoritas y, en 1839, el periódico El Zonda.
Pero a finales de 1940, la línea ideológica antifederalista del periódico le obligó a emigrar nuevamente a Chile, donde ejerció el periodismo y cultivó la literatura. Fue redactor de El Mercurio y El Heraldo Nacional, colaboró en El Nacional y fundó El Progreso. Dentro del amplio registro de temas que abarcó Sarmiento en su labor periodística destacan los de crítica teatral y los costumbristas. Los signos de admiración, las preguntas retóricas, la imprecación, la broma y la sátira eran las marcas estilísticas de la pasión romántica que Sarmiento volcó en sus trabajos, realizados mayormente en forma anónima, aunque varios de sus artículos aparecen firmados con el seudónimo de «Pinganilla», nombre de un mono de circo famoso por entonces en Chile.
En 1842 mantuvo diversas controversias sobre las características de la lengua castellana en América. Imbuido de las ideas románticas, Sarmiento sostuvo que el pueblo debe tener entera soberanía en materia de lengua, y que los gramáticos eran «el partido retrógrado de la sociedad habladora». En nombre de éstos respondió el venezolano Andrés Bello, respetado autor de una Gramática de la lengua castellana (1847) que aún sigue siendo obra de consulta. Bello sostuvo que la causa de degradación más importante del castellano era la introducción de palabras extranjeras, sobre todo francesas, y que sólo un cuerpo de sabios estaba autorizado para establecer las leyes del lenguaje correcto, que no era tarea del pueblo ni de «románticos licenciosos».
La polémica, que se prolongó durante dos meses en diversos artículos publicados en la prensa chilena, pasó a la historia como una versión americana de las disputas intelectuales que en Europa habían sostenido clásicos y románticos acerca de cuestiones de lengua y literatura. En 1843, Sarmiento elevó un proyecto de reformas ortográficas, aprobado al año siguiente pese a las acusaciones de «afrancesado» de que fue objeto. Ese mismo año, Domingo Godoy inició una campaña en contra de la labor periodística y cultural de Sarmiento, lo que movió a éste a escribir y publicar Mi defensa, obra de sesgo autobiográfico.
La presidencia de Sarmiento
En 1850, previendo el levantamiento de Justo José de Urquiza, Sarmiento se embarcó hacia Montevideo, desde donde pasó a Entre Ríos para ponerse al servicio del ejército rebelde. Urquiza lo nombró teniente coronel y le encomendó la redacción del boletín del ejército. Tras vencer a Rosas en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), Urquiza asumió la dirección provisional de la Confederación Argentina, promulgó la Constitución de 1853 e inició su periodo presidencial (1854-1860).
Disgustado con Urquiza por creerlo orientado hacia la dictadura, Sarmiento se había expatriado voluntariamente poco después del triunfo en la batalla de Caseros. Primero viajó a Río de Janeiro y luego a Chile, donde en 1852 publicó Campaña en el Ejército Grande, libro que precipitó una violenta polémica con Juan Bautista Alberdi acerca de cómo debería regirse el país tras la caída de Rosas, la cual fue origen de Las ciento y una (colección de las cartas de Sarmiento) y de las Cartas quillotanas (colección de las de Alberdi).
Con su regreso en 1855 a Buenos Aires se inició la etapa más gloriosa en su destino de constructor de la nueva Argentina. Sarmiento se convirtió en editor en jefe del periódico El Nacional y desempeñó sus primeros cargos políticos como concejal (1856) y senador provincial (1857-1861). De hecho, a partir de 1860, la vida de Sarmiento está signada sobre todo por su dedicación a la política activa. Ese año fue designado ministro del gobierno presidido por Santiago Derqui (1860-1861); en 1862 fue electo gobernador de San Juan, y en 1864 el presidente Bartolomé Mitre (1862-1868) lo nombró ministro plenipotenciario en Estados Unidos.
Durante su permanencia en Estados Unidos, Domingo Faustino Sarmiento fue elegido presidente de la República (1868-1874). El Journal des Débats de París, al conocer la elección de Sarmiento, escribió: «el pueblo argentino se honra a sí mismo eligiendo para presidente a un maestro de escuela, prefiriéndolo a un general». Regresó a la patria el 30 de agosto de 1868 y asumió el mando el 12 de octubre. Su gobierno fue uno de los más fecundos que tuvo el país; durante el mismo se realizaron numerosos progresos y adelantos. La estancia en los Estados Unidos le había aportado numerosas ideas nuevas acerca de la política, la democracia y la estructura de la sociedad.
La contribución más notable de su presidencia fue sin duda su obra educativa. No sólo creó escuelas primarias, sino que auspició nuevos métodos de enseñanza y contrató educadores europeos para instruir a los maestros; creó nuevos colegios nacionales; inauguró la Escuela Normal de Paraná e hizo llegar de Estados Unidos a maestras normales, que desarrollaron en el país una tarea proficua. Para Sarmiento, la educación era la base de la democracia, y había que conseguir la cultura del pueblo a cualquier precio. Entre 1868 y 1874, los subsidios para la educación del gobierno central a las provincias se cuadruplicaron. Se fundaron hasta ochocientas instituciones educativas, lo que permitió acoger a cien mil nuevos alumnos.
Sarmiento impulsó asimismo la modernización general del país, promoviendo las obras públicas y las infraestructuras, especialmente las destinadas al transporte (líneas férreas, navegación fluvial, tranvías urbanos) y a las comunicaciones (telégrafos y correos). Sin embargo, no acabó siendo un presidente excesivamente popular. El país se embarcó en la Guerra de la Triple Alianza (1868-1874) contra Paraguay, y el gasto en obras e infraestructuras incrementó la inflación y el déficit público.
El inicio de la afluencia masiva de inmigrantes provenientes de Europa, por otra parte, fue señalado como la causa del brote de fiebre amarilla que padeció Buenos Aires y que estuvo a punto de causar una guerra civil. Cabe apuntar que todavía entonces seguía abierta la rivalidad entre Buenos Aires y las provincias. En 1873, Sarmiento fue el blanco de un fallido intento de asesinato a cargo de dos hermanos anarquistas italianos, que dispararon contra el coche en que viajaba. Al parecer, fueron contratados por el caudillo federalista Ricardo López Jordán.
A lo largo de la presidencia de su sucesor, Nicolás Avellaneda (1874-1880), Sarmiento fue designado senador por la provincia de San Juan, director de Escuelas de la provincia de Buenos Aires y ministro del Interior. Durante el mandato de Julio Argentino Roca (1880-1886) ejerció todavía el cargo de superintendente general de Escuelas y promovió la aprobación del decreto que establecía la educación gratuita (1882). En 1883 vio la luz una de sus obras más discutidas: Conflicto y armonías de las razas en América. Retirado posteriormente de la política, en 1888 se trasladó a Paraguay, en cuya capital falleció. Sus Obras completas, reunidas en cincuenta y tres volúmenes, se editaron entre 1884 y 1903.
Fuente: Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Domingo Faustino Sarmiento».