Crecimiento, modernización y desigualdad en el Buenos Aires de 1880

La calle Florida se transforma en el paseo preferido del vecindario luego de la misa de la una y en los bailes del Club del Progreso empiezan a ser presentadas las niñas de la mejor sociedad porteña.

El crecimiento económico y los cambios culturales que se viven en el país, y particularmente en Buenos Aires, están generando nuevos hábitos de entretenimiento en las élites. En esta ciudad, la calle Florida pase a ser el centro de reunión obligado de los sectores aristocráticos, así como también los paseos a la Recoleta o a las barrancas de Belgrano.

La Avenida de las Palmeras, en Palermo, y el Paseo de la Recoleta representan los ámbitos preferidos para ostentar los lujosos carruajes y despertar la admiración o la envidia de los transeúntes.

El corso de Palermo, que se celebra los jueves y domingos a la tarde, también constituye uno de los entretenimientos preferidos de la alta sociedad. Cuatro filas de coches, tirados por animales de raza, van y vienen en un tramo de tres cuadras por la actual avenida Sarmiento, intercambiando en cada vuelta la ubicación para que todos puedan cruzarse con los otros.

Proliferan los conciertos al aire libre en Retiro, Plaza Lavalle y Belgrano. La calle Larga, que conduce a la iglesia del Pilar, acerca a las familias a los jardines de la Recoleta, donde se realizan romerías y picnics.

Cada domingo o día de fiesta los porteños se dedican con pasión creciente a un animal: el caballo. El primitivo hipódromo de Saavedra ha sido reemplazado por el circo de Belgrano, que posee, entre otras comodidades menores, una regular tribuna para albergarlos. No hay premios, pero se juegan apuestas entre los asistentes. 

El zaino Belgrano y el pangaré del Salado, son dos parejeros que están en boca de la afición. Preocupa al vecindario la ola de delitos, y el jefe de Policía, don Marcos Paz, toma medidas.

Pese a todo lo ya hecho en materia de aguas corrientes, el líquido escasea, por lo que la municipalidad prohíbe el lavado de ropa en los conventillos.

Se calcula en 5.000 las mujeres que van diariamente al río a lavar las prendas familiares.

Las lavanderas eran en su gran mayoría esclavas negras, que estaban todo el día en las orillas del río, en los veranos más calurosos y en los inviernos más fríos. Era común escuchar sus risas y cantos, como así también sus discusiones y hasta peleas por el lugar, ya que aprovechaban los pozos que se formaban en la arcilla del terreno, formando depresiones naturales con agua de río que servía muy bien a sus propósitos, además del lavado de la ropa, era necesario almidonarlas, especialmente las enaguas y los delantales, para cuando se recibían visitas. 

Buenos Aires sigue dando muestras de ser una ciudad con destino gigante, y un signo de esta condición que asombra a los viajeros puede advertirse en el movimiento cultural que la agita semana a semana.

Todavía más, y específicamente, en la adhesión extraordinaria que reciben los espectáculos teatrales. Este año es estimada en 312.000 personas la concurrencia a 1.080 funciones de todo tipo. A su vez, 150.000 espectadores pasan por debajo de la lona de los muchos circos establecidos en la ciudad. 

Nada le falta al porteño para sentirse a gusto: más de 100.000 concurren a los museos, y la Biblioteca Nacional registra 7.715 lectores en el mismo lapso.