Creación de los primeros centros femeninos intelectuales y políticos
La primera década del siglo comenzó teñida por las luchas que las mujeres venían protagonizando junto a la incipiente clase obrera, desde enero de 1888, en que las domésticas de Buenos Aires fueron a la huelga contra la imposición de la libreta de conchabo, y en 1889, cuando las modistas de Rosario tomaron igual medida.

A comienzos de siglo XX miles de mujeres se sumaron a la creación de centros femeninos intelectuales y políticos. En 1904, la Asociación de Universitarias Argentinas, con participación de algunas socialistas como Sara Justo; en 1905, el Centro Feminista dirigido por Elvira Rawson de Dellepiane, cuyos propósitos eran “propender a la emancipación intelectual, moral y material de las mujer, cualesquiera sean sus condiciones sociales”; el mismo año se creó la Liga Feminista Nacional de la República Argentina –afiliada a la Alianza Internacional para el Sufragio de las Mujeres de Berlín– y también el Primer Centro Feminista del Libre Pensamiento, cuya principal figura fue la médica Julieta Lanteri.
Es que con la expansión de la economía y el crecimiento de los servicios educativos y de salud, las mujeres se integraron al trabajo asalariado fuera del hogar y, como sus compañeros varones, buscan mejorar las condiciones de vida y de trabajo, aunque sus demandas específicas son por igual salario que los varones, mejor trato y contra el acoso sexual de jefes y capataces. Para ello peticionaron a las empresas, organizaron algunas huelgas y hasta crearon gremios femeninos. Al comenzar el siglo, las luchas gremiales femeninas se reprodujeron y recibieron el apoyo declarado de socialistas y anarquistas.
La participación de las mujeres en el mercado laboral no es uniforme en todas las ramas de actividad. Son relevantes en la industria del vestido y la alimentación, en la fabricación de fósforos y alpargatas.
Trabajan en sus domicilios como modistas, son vendedoras ambulantes, lavanderas, planchadoras, maestras y enfermeras y, aunque desarrollan todas esas tareas, son también responsables de las labores del hogar.
Frente a las huelgas, los patrones, el Estado, las fuerzas políticas y las primeras organizaciones obreras reaccionaron de manera dispar. La mayoría de las veces los empresarios mostraron su intransigencia y los gobiernos su relativa prescindencia. El Partido Socialista, en cambio, tiene en su plataforma política la igualdad de derechos para varones y mujeres, promueve la organización femenina y una legislación protectora, y los anarquistas apoyan las huelgas, la movilización y la organización de las mujeres.
Las huelgas de este año son relevantes del grado de movilización femenina y de sus reclamos.Se destacan las que realizaron las obreras de la fábrica de alpargatas La Argentina. Una de ellas finalizó con el otorgamiento de un aumento salarial y la otra se prolongó durante varios días por el rechazo del petitorio que incluía la jornada de ocho horas, un alivio en las condiciones de trabajo y mejor trato. La empresa no quiso reconocer a Gabriela de Coni como representante de las obreras. Las trabajadoras fueron apoyadas por el socialismo y buscan el apoyo de la Unión Gremial de Trabajadores para boicotear los productos de La Argentina.
También las fábricas de cigarrillos fueron el escenario de numerosas protestas. En mayo las empaquetadoras de La Generosa y La Favorita pararon por aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo. En la fábrica de toscanos Garello e Agrifoglia también reclamaron aumento de salarios y mejor trato, aunque el pedido más importante fue la anulación de los contratos impuestos por el propietario italiano. Las mujeres llegan a Buenos Aires obligadas a trabajar por siete años, pagar una garantía y el pasaje desde Italia.
Gabriela Laperrière de Coni
La actividad pública de Gabriela Laperrière comenzó en 1901, con la agitación provocada por la inminente guerra con Chile. Emilio Coni tenía que participar en un congreso médico que tendría lugar en enero de 1901 en Santiago de Chile. Para llegar allí tendría que cruzar la cordillera de los Andes (el paso principal se encuentra en las postrimerías del cerro Aconcagua, de 6998 m, el más alto del continente americano). El médico de Gabriela Laperrière le desaconsejó este viaje, porque constituiría un peligro para su dolencia cardíaca, manifestada ya en París seis años antes. Pero Laperrière estaba invitada a realizar una conferencia en el Teatro Municipal de Santiago, en la que aprovecharía para dirigirse a las esposas y a las madres de los gobernantes chilenos civiles y militares presentes, apelando a su condición de mujeres opuestas a la guerra.
El 24 de agosto de 1901, el intendente municipal de la Ciudad de Buenos Aires, A. Bullrich, emitió un decreto donde propuso «una recolección de datos que han de servir al Honorable Congreso para establecer la legislación respectiva y dictar las leyes protectoras para el trabajo de las mujeres y niños en los establecimientos industriales». Como fundamento indicó «velar sobre la salud y bienestar de las clases trabajadoras, contribuyendo al mejoramiento higiénico de su habitación y demás condiciones de vida». En el artículo primero nombró (¡ad honórem!) a la Sra. Gabriela L. de Coni inspectora de los establecimientos industriales del municipio que ocuparan mujeres y niños. Debido a que consideraba que ella había dispensado un «marcado interés a las cuestiones sobre protección de las clases trabajadoras». El 18 de noviembre de 1903 publicó un artículo en el diario La Nación (Buenos Aires) donde llamaba la atención sobre la situación imperante y denunció la actitud de los funcionarios y patrones acerca de los inspectores de fábricas y la necesidad de una ley nacional. La autora desnudó los argumentos tanto del ministro Dr. Joaquín V. González como del Departamento de Higiene, acerca de que no se podía legislar al efecto debido a la falta de datos en cuanto las condiciones de trabajo industrial en la Argentina
El dinero les es retenido del sueldo y pierden el depósito si abandonan el trabajo. Las mujeres lograron el 20 por ciento de aumento y premios por producción, pero no consiguieron anular los contratos. Los conflictos laborales se replicaron entre las tejedoras, chocolateras, corseteras, camiseras, modistas y sastres de señoras, planchadoras, telefonistas, cigarreras, bolseras y fosforeras.
Este año se destacó entonces por la magnitud de la movilización femenina que produjo un fuerte impacto en la prensa, donde las notas periodísticas enfatizaron la decisión de las mujeres para demandar mejoras laborales, para organizarse y movilizarse. Algunas reclamaron también la igualdad de derechos con los varones no sólo en el plano laboral sino también en la política (no pueden votar) y en el plano civil (las consideran menores e incapaces y por eso dependientes de padres, esposos o hermanos).