1902 – Primera huelga general

El movimiento obrero reaccionó enérgicamente y decretó a principios de noviembre de 1902 a través de la F.O.A., la primera huelga general de la historia argentina.

Después de un pequeño reflujo las luchas obreras resurgieron con mucha mayor fuerza a partir de 1901, cuando el movimiento obrero local inició un marcado proceso de ascenso de la conflictividad. En este marco, el PS hizo públicas varias críticas respecto a la utilidad de una huelga general; que venía siendo agitada particularmente por los anarquistas. Este no era un tema menor debido a la tendencia a la generalización de los conflictos por solidaridad. El problema de la huelga general estaba siendo debatido en el movimiento socialista a nivel internacional. El PS argentino desarrolló una posición que en gran medida coincidía con la de sus contrapartes socialdemócratas de otros países. “La generalización de las huelgas en Argentina, la agitación de 1901-1902, en el contexto de una dura disputa con los anarquistas, consolidó aún más esta posición contra la huelga general, inscribiéndola ya en forma definitiva entre las líneas medulares de la interpelación del partido”.

La segunda mitad de 1901 comenzó con un ascenso obrero en toda la línea, con huelgas de importancia que, a diferencia de lo ocurrido en los años anteriores, tuvieron un alcance nacional. En agosto se produjo una huelga de los trabajadores constructores de las vías férreas de Bahía Blanca a Olavarría que culminó con un triunfo obrero. En octubre se desarrolló un agudo conflicto en la Refinería Argentina de Rosario, donde miles de obreros se declararon en huelga y chocaron con la policía. “En esa represión policial contra una asamblea de huelguistas, cayó el primer muerto del movimiento obrero argentino, el joven Cosme Budislavich, el 20 de octubre de 1901. El ascenso de las luchas obreras dio lugar a una profundización del proceso de organización sindical y al mismo tiempo impulso la acción conjunta de diferentes gremios, haciendo más fuerte la idea de la necesidad de una federación de gremios. Con la presencia de unos 50 delegados en representación de 27 sociedades, el 25 de mayo de 1901 un congreso obrero constituyó la Federación Obrera Argentina (F.O.A.) que contaba con la participación de socialistas y anarquistas. Sus méritos históricos fueron la unidad entre los sectores en lucha y el de dejar conformada una federación obrera que ya no perdería continuidad.

En un primer momento, tanto socialistas como anarquistas, valoraron positivamente la iniciativa de frente único. Pero en los meses siguientes las tensiones fueron aumentando. Aunque socialistas y anarquistas coincidían en impulsar la F.O.A., lo hacían con perspectivas muy distintas. Mientras los anarquistas veían a la F.O.A. como un paso fundamental para impulsar la huelga general, los socialistas la entendían como una posible herramienta capaz de evitar estallidos huelguísticos generalizados de consecuencias negativas para el movimiento obrero. En enero de 1902 se desarrolló una huelga general en la ciudad de Rosario. Este puerto del Paraná se había transformado en un centro obrero donde la influencia anarquista era muy superior a la socialista. El comité ejecutivo del PS realizó un balance muy negativo. Fue en este contexto en el cual tendría lugar la ruptura de la Federación Obrera. Fue a comienzos de 1902 cuando varias sociedades gremiales, influidas por militantes socialistas, decidieron separarse de la F.O.A. y crear la U.G.T. (Unión General de Trabajadores). La F.O.A., mayoritaria, quedó con 33.895 afiliados y la U.G.T., minoritaria, con 7.400.

La conflictividad siguió aumentando durante 1902: en forma paralela a la huelga general de Rosario, en enero estalló un agudo conflicto en el puerto de Buenos Aires y la agitación continuó durante los meses posteriores, con las huelgas de cocheros y de panaderos en la Capital. En el transcurso del año se había avanzado en la conformación de sindicatos que nucleaban a los trabajadores del mismo oficio en distintos puntos del país, generalmente bajo fuerte influencia anarquista, lo cual sería un factor de impulso para la generalización de las huelgas.

A fines de 1902, se produjo la primera huelga general de la historia del país. El conflicto comenzó con el reclamo de los estibadores para reducir el peso de las bolsas de cereales (que debían hombrear) que era de 100kg. Luego se sumaron los obreros de los depósitos del Mercado Central de Frutos. La Federación de Estibadores convocó a una huelga solidaria y lo mismo hizo la Federación de Rodados, paralizando así el transporte y la actividad del puerto. Ante los rumores de que el Gobierno se aprestaba a sancionar una legislación represiva (la ley 4.144, llamada de Residencia), como efectivamente sucedió horas después, el 20 de noviembre la F.O.A. decretó la huelga general.

“El sábado 22 de noviembre, La Vanguardia (periódico principal del PS) estaba encabezada por un editorial titulado ‘A la acción, compañeros’. La línea fundamental de la caracterización de los socialistas era que se trataba de un movimiento no deseado, impulsado por sus adversarios políticos con una orientación que lo llevaría al fracaso, en el cual sin embargo era necesario intervenir para atenuar las consecuencias negativas”.4 La dirección de los socialistas buscó negociar con el gobierno para evitar un reforzamiento del estado represivo del régimen conservador del segundo gobierno de Roca. Pero fracasó: la burguesía estaba aterrorizada y le reclamaba al Gobierno que instaure el orden a como de lugar. Los socialistas acusaban a los anarquistas de promover las huelgas generales de forma irresponsable por ignorancia, pero defendían a los huelguistas y a sus reivindicaciones. En realidad, las huelgas fueron una herramienta de la joven y combativa clase obrera argentina para imponer sus reclamos trasformando la lucha reivindicativa en una lucha política (impugnación a la Ley de Residencia, al ataque del Estado contra sindicatos y partidos obreros, etc.). La huelga ganó dimensiones masivas nunca antes vistas en nuestro país hasta ese momento: se produjo una verdadera irrupción de veinte mil obreros en paro y ganando las calles. La prensa burguesa reconocía con pavor que jamás en la República Argentina se había producido un movimiento obrero de defensa y protesta de esas proporciones y trascendencia.

La Ley de Residencia fue una ley represiva del Estado argentino contra anarquistas, socialistas y activistas obreros en general. En un principio fue instaurada para derrotar la primera huelga general nacional de 1902, pero siguió en vigencia hasta el año 1958. Su objetivo era deportar inmigrantes que se organizaran y lucharan contra las condiciones brutales de la explotación capitalista de principios del 1900. También fue utilizada, por todos los gobiernos posteriores incluso el primer gobierno peronista, para reprimir a los obreros opositores. (Ver próxima nota en la edición quincenal digital de En Defensa del Marxismo). Además de esta nefasta ley, el presidente Roca (cursando su segundo gobierno) declaró el estado de sitio los últimos días de noviembre de 1902. En este marco se allanaron locales de la Federación Obrera Regional Argentina y del Partido Socialista, cerraron La Vanguardia (socialista) y La Protesta Humana (anarquista). Para el gobierno “la huelga en que se han declarado numerosos obreros de distintos gremios, amenaza el orden público, los intereses del comercio y la navegación y, por consiguiente, la riqueza pública”.5 Solamente en la primera semana, luego de la sanción de la ley, fueron quinientos los deportados entre los cuales la mayoría era anarquista y una minoría socialista.

A pesar de la derrota parcial de esta primera huelga general en 1902, el Estado burgués se vio forzado a implementar 18 veces el estado de sitio hasta 1910. Pero todas las legislaciones represivas no pudieron evitar que siguieran proliferando los conflictos obreros. Tampoco que los anarquistas y socialistas siguieran conquistando posiciones en la combativa y naciente clase obrera argentina. Los socialistas lograron la obtención del primer diputado en 1904, a pesar del fraude reinante antes de la reforma electoral de la Ley Sáenz Peña de 1912. Los anarquistas lograron impulsar la huelga general triunfante de la Semana Roja en 1909 y fueron derrotados en la huelga general del Centenario en un cuadro de brutal represión y estado de sitio. Así festejó la Argentina oligárquica y conservadora el Centenario, con una enorme represión para evitar las huelgas insurreccionales de los nuevos oprimidos del Plata. El pánico a la revolución obrera llevó a los conservadores a la reforma electoral, muy limitada, ya que dejaba afuera a la mitad de la clase obrera que eran inmigrantes y a todas las mujeres.

En definitiva, “la gran reforma democrática” de 1912 dejaba afuera a la tercera parte de la población adulta. En el gobierno de Yrigoyen, los obreros protagonizaron nuevamente enormes huelgas de masas y generales, en el contexto de la gran revolución soviética obrera y socialista, que alimentó el fuego de la lucha de clases a nivel mundial. El problema de los anarquistas no fue llegar a la huelga general, sino qué hacer una vez llegado a ese estadio.

Por su parte la patronal agudizó sus métodos de represión, fusilando a miles de obreros en horas, si lo creían necesario, como en la Patagonia Rebelde bajo las órdenes del “democrático” Yrigoyen. También comenzó a utilizar nuevos métodos de cooptación comprando a un sector de los dirigentes obreros. En este cuadro surgieron los llamados Sindicalistas Revolucionarios, que rompieron con el PS con planteos en defensa de las huelgas, pero luego se adaptaron y formaron la primera burocracia de la historia argentina en los años 20. “Las posturas del anarquismo y del socialismo quedaron pulverizadas por las enseñanzas históricas de la lucha de clases: ni la lucha sindical por si sola conduce a la revolución, ni las reformas parlamentarias aseguran el progreso del movimiento obrero y de la democracia política”.6 Pero eso no opaca el acierto de los anarquistas de implementar el método de la acción directa, las huelgas y los piquetes como formas de luchar por las reivindicaciones y al mismo tiempo abrir un camino hacia la revolución obrera. En los socialistas el intento de construcción de un partido político de los explotados con banderas socialistas.

Fuente: revistaedm