1901 – El jubileo de Bartolomé Mitre

Al cumplir los 80 años se celebra el Jubileo de Bartolomé Mitre, se declara feriado y se organiza un desfile por las plazas y avenidas engalanadas hasta llegar a la casa del prócer, el cual observa desde la azotea de la casa y escucha los discursos.

El 26 de junio de 1901, la República Argentina asistía a una conmemoración de especial significado histórico: el jubileo del teniente general Bartolomé Mitre, con motivo de cumplir sus 80 años.

Nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1821, el “Ilustre Patricio”, el “Primer Ciudadano de la República”, como se lo conocía, alcanzaba una avanzada pero lúcida madurez y coronaba su intensa vida pública al servicio del país.

Entre 1852 y 1860, en tiempos de luchas internas con la Confederación Argentina, se desempeñó como legislador y ministro de distintas carteras del Estado de Buenos Aires. Durante la reforma de la Constitución Nacional de 1860, integró la Convención Constituyente. Al renovarse la guerra civil con la Confederación Argentina, gobernó la provincia de Buenos Aires (1860-1862) y, en la transición que siguió al triunfo porteño de Pavón, le tocó asumir el delicado compromiso de Encargado Provisorio del Poder Ejecutivo Nacional (1861-1862).

Como presidente de la Nación entre 1862 y 1868, Mitre tuvo la enorme responsabilidad de gobernar una Argentina que comenzaba sus primeros pasos como país unificado. Enfrentó conflictos internos en las provincias, comandó en lo político y militar la Triple Alianza durante la guerra del Paraguay, contribuyó a afirmar la Organización Nacional y desarrolló una importante labor modernizadora, educativa y cultural.

Luego participó en la discusión de los problemas del país como diputado nacional y senador nacional en distintos períodos. Su actuación pública se prolongó muchos años, hasta el momento mismo de su jubileo, ya que al cumplir 80 años aquel 26 de junio de 1901, ocupaba justamente una banca en el Senado de la Nación.

Aquel 26 de junio de 1901 constituyó una fecha festejada en todo el país. En la ciudad de Buenos Aires y hasta en los más lejanos rincones de la República, sus poblaciones se reunieron para acompañar, saludar y tributar su homenaje a Mitre en su jubileo. Ello demostraba el profundo respeto que generaba su ya histórica figura en diversos sectores de nuestra sociedad.

“El jubileo del general Mitre ha revestido todos los caracteres de una fiesta nacional”, destacó la revista Caras y Caretas. “Fiesta Nacional”, “Manifestación pública nacional” y “Grandiosa manifestación pública”, fueron algunas expresiones de época para referirse a los 80 años de Bartolomé Mitre.

En Buenos Aires, la calle de la Piedad recibió el nuevo nombre de “Bartolomé Mitre”, gesto imitado por ciudades y pueblos del interior con sus calles, plazas y paseos. En diversos puntos del país se acuñaron medallas con la efigie de Mitre, a la vez que se realizaron en su honor Te Deum en múltiples templos católicos y funciones de gala en las principales salas teatrales.

Durante aquella jornada, por la casa de Bartolomé Mitre, ubicada en San Martín 336 , se acercaron para expresarle sus saludos las más altas autoridades nacionales, viejos subordinados y compañeros de armas de tantas campañas militares, veteranos de la Guerra del Paraguay, figuras de la política nacional, representantes de gobiernos e instituciones del exterior, miembros de asociaciones nacionales, y un gentío de ciudadanos del común. La ya histórica vivienda de Mitre se convirtió en un auténtico muestrario de los más diversos obsequios y recuerdos que recibía desde todos los puntos del país. El momento culminante de la jornada fue el discurso que pronunció Mitre en agradecimiento a la manifestación popular, desde la terraza de su casa y rodeado por familiares y amigos.

Aquella pieza oratoria, considerada una suerte de “testamento político”, es a la vez una sintética y aguda radiografía del país que Mitre contribuyó a organizar y unificar en su múltiple condición de político, militar, estadista, diplomático, periodista, escritor e historiador. Allí Mitre trazó un paralelismo entre la Argentina de las primeras décadas de vida independiente (la de su juventud y madurez), y la Argentina de 1901, cuando comenzaba el siglo XX.

Refiriéndose al país que presenció en sus años mozos, recordó que “en medio de la lucha por la independencia y después de ella, vivió atormentado por la anarquía, el despotismo o la guerra civil, sin lograr unificarse ni completar su organización política. De este caos, ha surgido la nación actual, unida, constituida y consolidada. Hace cincuenta años, éramos una agrupación informe, cuya cohesión sólo se mantenía por el instinto o la violencia. Hoy, somos una nación compacta, y que puede exhibir sus títulos ante el mundo”.

Mitre destacó el soporte geográfico de la Argentina: su gran superficie territorial, la extensión del litoral marítimo y fluvial, su diversidad climática, las magníficas condiciones naturales para la actividad económica y la fertilidad de sus dilatadas tierras. Es lo que constituiría, señaló, la base material, el asiento, “de una nación poderosa, próspera y feliz”.

Resaltó una serie de avances de nuestro país que apreciaba orgulloso en 1901: los aportes de la colonización y de la inmigración para la formación de la identidad nacional; los progresos de la sociedad en materia educativa, cultural, intelectual, científica, literaria y artística; la formación de poderosas Fuerzas Armadas; su riqueza agropecuaria; y el progreso forjado por la intervención de la “potencia del trabajo y la producción, con la cooperación del crédito privado”.

Pese a los progresos alcanzados, advertía: “Somos una nación nueva en formación; nos queda todavía mucho por hacer y mucho que aprender; nos falta determinar y dar su temple al carácter nacional, formar nuestras costumbres constitucionales, purificar la vida política, animar el espíritu público, aprender a gestionar nuestros propios negocios y a gobernarnos por nosotros mismos; en una palabra, nos falta completarnos”.