1891 – Creación del Banco de la Nación Argentina

El Banco de la Nación Argentina fue fundado en 1891 por iniciativa del Presidente Carlos Pellegrini, como un medio para resolver los embates de una devastadora crisis económica que afectaba, en especial, al sistema bancario existente en ese momento.

El banco fue creado debido a que el sistema financiero argentino se encontraba en estado crítico, y en ese momento era necesaria la promoción de la agricultura, la ganadería y diferentes actividades relacionadas con el modelo agro-exportador que se había iniciado en la Argentina a finales del siglo XIX. El anterior Banco Nacional, que había sido fundado por iniciativa de Nicolás Avellaneda en 1872, había entrado en quiebra.

Terry destaca un aspecto de la crisis iniciada en 1885 ó 1886. «Si en los grandes centros urbanos todo era ruina y llanto, los agricultores y gana¬deros, que no habían participado de las especulaciones, estaban de plácemes, porque la fuerte depreciación del medio circulante importaba para ellos mayores utilidades».

Las exportaciones en aumento fueron uno de los medios efectivos para superar la crisis, pues esa producción era entonces la riqueza real del país, basada en el trabajo y en la fertilidad de la tierra. La catástrofe que obligó al Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires a suspender el servicio de sus cédulas, llevó a la ruina a los pequeños capitalistas, a menores, a viudas y familias humildes.

«Se había detenido el péndulo de la vida en el gran mecanismo comercial y económico. No había moneda por ocultación, no había crédito ni confianza. Nadie compraba y nadie podía vender, aun a vil precio. Faltaba trabajo, y a los horrores de la realidad se agregaban las creaciones fantásticas de imaginaciones enfermas por el miedo» (Terry).

La salvación surgió del trabajo depositado en surcos, en la agricultura, en la ganadería. En aquella angustia, sin bancos, sin circulante, sin crédito, surgió la idea del Banco de la Nación. Existía confianza en la posibilidad de restablecer el Banco Nacional, fundado en 1872, instituto mixto. Pellegrini reorganizo con esa esperanza el directorio en esta forma: presidente, Vicente L. Casares; vocales: Amancio Alcorta, Marco Avellaneda, Juan Blaquier y Francisco B. Madero, personas todas de autoridad moral y de experiencia en los negocios, el comercio y las finanzas. Los esfuerzos de ese directorio no dieron los resultados prácticos esperados. 

El Banco Nacional naufragó con la crisis en 1890 y el flamante banco de Pellegrini compró el edificio del antiguo teatro Colón que había cerrado sus puertas en 1888 con todo su mobiliario, incluidos los empleados.

Mientras tanto las zonas rurales habían aumentado las áreas de siembra y se preveía un aumento de las exportaciones de cereales y de carnes; los inmigrantes que se radicaron en la campaña confiaron en su trabajo y se ofrecieron así perspectivas de superación de la crisis por el incremento de las exportaciones. 

Para alentar ese movimiento se sintió la necesidad de crear un Banco vinculado al capital, al trabajo y a la tierra, para extender los beneficios del crédito a las fuentes de producción. Coincidió Carlos Pellegrini con su ministro de hacienda Vicente Fidel López y con Vicente L. Casares en la liquidación del Banco Nacional y en la creación de un instituto nuevo. 

En mayo de 1891 envió el poder ejecutivo al Congreso un proyecto autorizando la fundación de un gran Banco que abarcase en su giro la República entera. Sería una entidad mixta y su patrimonio de 30 millones de pesos moneda nacional y 20 millones de pesos moneda metálica. El Banco proyectado pertenecería en esencia a los accionistas particulares con exclusión de toda injerencia del gobierno; así se quería evitar los vicios orgánicos de que adolecieron las entidades bancarias precedentes. 

Al mismo tiempo se presentó un proyecto del senador Pizarro sobre la creación del Banco de la República. La comisión de hacienda del Senado, integrada por Absalón Rojas, Carlos Doncel y Emilio Civit, se pronunció el 11 de agosto en favor del proyecto. Se discutió, ampliamente en la Cámara de diputados, se objetó por algunos que el título Banco de la Nación Argentina no correspondía, pues ni era de la nación ni era argentino, ya que se trataba de una institución que se formaría por suscripciones particulares y su directorio sería elegido por los accionistas. 

Vicente Casares fundó el Banco Sudamericano en 1888, y a pedidos de Carlos Pellegrini fue el primer presidente del nuevo Banco de la Nación Argentina en 1891, anteriormente había sido un importante estanciero y fue un pionero en la industria láctea creando la primera industria láctea de la Argentina, con el nombre de La Martona iniciando una nueva forma de manejar todos los aspectos del ciclo de un producto, la leche, en especial en la producción, la industrialización y finalmente la comercialización. Como novedades que introdujo La Martona en el campo de la industria lechera, se destacaron: el proceso de pasteurización de la leche; el envasado de la manteca en papel sulfurizado, lo que anteriormente se hacía mediante envoltorios de tela o lienzo; también la producción generalizada de dulce de leche respetando los procesos de elaboración según la tradicional receta de la época de la colonia; y las progresivas mejoras que se introducían en maquinarias para el mejor y más higiénico tratamiento de la leche y sus derivados. 

Sin embargo, la ley aprobada el 16 de octubre contenía los puntos básicos del proyecto del poder ejecutivo, aunque mantenía el carácter de banco mixto. 

El 24 de octubre se designó un directorio provisional cuyo presidente fue Vicente L. Casares y vocales Francisco B. Madero, Juan Blaquier, José B. Güiraldes, Agustín Muñoz Salvigni, Juan Lanús, Juan Drysdale, José M. Rosa, Santiago Luro, Saturnino J. Unzué, Ángel Estrada, Guillermo Paats, Carlos Becú, E. Bellemare y Guillermo von Eicken. 

Dos días después, fue instalado el directorio con asistencia del presidente Pellegrini y del ministro de hacienda Vicente Fidel López. 

«La ley que organiza este Banco —dijo en esa ocasión Pellegrini— os da una autonomía completa, y por mi parte os diré que tendré especial empeño en alejar de vuestro seno toda acción oficial». 

La institución abrió sus puertas al público el 19 de diciembre y el 14 del mismo mes abrió su primera sucursal en Santa Fe, a la que siguieron muchas otras, y en mayo de 1892 pudo exclamar orgulloso el creador: «En los cinco meses que lleva de existencia ha alcanzado un éxito tan satisfactorio que puede ya reputarse como la institución bancaria más importante de la República siendo su porvenir incalculable». Lanzada la emisión de acciones, la suscripción por el público no tuvo éxito. 

El capital privado seguía desconfiando después de la crisis, pero el Banco siguió funcionando con el producto de la emisión de 50 millones de pesos de papel moneda, y después se convirtió en Banco de gobierno.

Las emisiones de papel moneda inconvertible quebrantan la ortodoxia económica vigente en el mundo, pero en el curso de la historia nacional fueron la única solución a que fue preciso echar mano.

Vicente Fidel López, ministro de hacienda, en su Memoria, de 1891, comprendía perfectamente el inconveniente de la emisión de moneda fiduciaria: «No fue entonces, no es ahora, aceptable al gobierno el recurso fácil, pero ruinoso, de emitir moneda fiduciaria para desempeñar las obligaciones del Tesoro público. Pero no puede negarse tampoco que, cuando no hay otro recurso para mantener o salvar la vida económica de las naciones, es indispensable hacerlo; y todos los gobiernos, todas las naciones lo han hecho; lo que ibsaAkba que es un medio fatal, pero indispensable».

Frente a la imposibilidad de recurrir con éxito al empréstito, el poder ejecutivo, para atender necesidades internas señaladas, sostuvo que la emisión era el solo recurso que quedaba, «recurso anormal que el poder ejecutivo acogía por necesidad, pero que no vacilaba en proponer como el único medio de habilitarse» para llevar a cabo sus propósitos.

José A. Terry dijo con razón que esas emisiones inconvertibles fueron causa de grandes males y fuente de grandes riquezas; pero con ellas se vivió muchos decenios; con ellas se triunfó en los campos de batalla, se realizó la unidad argentina, se pobló gran parte de los desiertos, se venció definitivamente al indio y se centuplicó la producción.

El Banco de la Provincia de Buenos Aires no podía menos de sufrir los efectos de la crisis y el gobierno provincial reclamó del poder ejecutivo de la Nación ayuda para salvar una institución de tanto arraigo y tanta influencia en la economía general. 

En 1891 se le acordó una moratoria de cinco años para la liquidación de los depósitos: fueron vendidos los ferrocarriles provinciales y con su importe el gobierno de la provincia saldó al Banco los 27 millones que le adeudaba y pudo cumplir con el servicio de la deuda pública algún tiempo; pero la exigencia de la casa Baring del crédito descubierto que le había acordado años atrás desequilibró nuevamente sus reservas y sus posibilidades. Varios senadores propusieron en abril de 1891 un proyecto de resolución en el que se decía que se «vería con satisfacción toda iniciativa de parte del poder ejecutivo, en el sentido de salvar el Banco de la Provincia, para la provincia y no para los gobiernos, reorganizándolo sobre las bases independientes de los poderes públicos». 

También el gobernador Julio A. Costa había pedido que fuese reorganizado el Banco «sobre bases independientes de la influencia de los poderes públicos», y sostenía en la discusión pública de emisionistas y antiemisionistas: «No podemos ser, en principio, emisionistas, lo que sería una enormidad, pero no podemos vacilar en emitir, si ello es necesario para salvar al Banco de la Provincia y al régimen bancario de la República, porque los perjuicios de la catástrofe y de la revolución económica, serían mayores que los de la emisión misma».

Para hacer frente a la situación penosa, fueron reducidos los sueldos, las pensiones y jubilaciones; se interrumpieron los trabajos del puerto de La Plata y, no obstante ello, fue imposible nivelar el presupuesto, pues las rentas fiscales habían decrecido considerablemente.

En 1904 se procedió a la reforma de la ley del Banco, que le dio su carácter definitivo de Banco del Estado.

Capítulos relacionados por etiqueta